Sin conocerse, Alexis y Carlos coinciden en un factor que implementan los cárteles de la droga: los adolescentes reciben instrucción militar para formar parte de las organizaciones criminales.
Alexis tiene hoy 20 años. Está acusado de secuestro y robo de vehículo. A su corta edad llegó a recibir en un pago 30 mil pesos por hacer lo que le pedía el jefe, un ex militar.
Desde temprana edad comenzó a trabajar, primero como chalán de mecánico, luego de albañil, pero a los 12 años una de sus amistades lo contactó con La Familia Michoacana. Sus inicios fueron como vendedor de droga al menudeo.
De lleno en el negocio se alejó de su familia. Iba a la secundaria en el sistema abierto, pero lo alternaba con su función de sicario.
A los 14 años, dos después de haber ingresado a la organización, el jefe de plaza lo hizo su escolta y luego coordinador del grupo que lo cuidaba.
Describe que el jefe imponía un sistema similar al castrense, tanto en la disciplina como en la forma de otorgar premios y castigos.
“Comencé vendiendo drogas y hacía trabajos por la derecha, al principio lo hice para ganar más lana y después para que no sospecharan. Me fui ganando la confianza del jefe, comencé ganado 5 mil y llegué a ganar 30 mil o más a la quincena”, dice.
Su testimonio forma parte de un estudio realizado por Elena Azaola, integrante del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), en coordinación con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Alexis menciona que su jefe tenía varios grupos, uno para el secuestro, otro para vender droga y otro de choque, “pero yo no conocía a todos porque eran muchos”.
A Alexis lo habían detenido en otras ocasiones, pero el jefe de plaza tenía comprada a la policía y lo soltaban, no así en el último trabajo. Se trataba de darle piso a uno que no le quería pagar, fueron a un bar, lo esperaron a que saliera, lo subieron al vehículo, más adelante en un retén fue detenido y liberado.
A los 13 años, Carlos se salió de su casa porque era golpeado por su padre. En Veracruz conoció a un integrante de la organización criminal que opera en esa entidad. Hoy está acusado de secuestro, portación de arma y delincuencia organizada.
Comenzó a consumir drogas como marihuana, cocaína, crack, crystal y pastillas a diario. Vivía en casa de uno de los integrantes de la organización. En el grupo lo mandaron a Coahuila para recibir adiestramiento.
“Hablé con el comandante de la organización y le pedí trabajo. Me mandó a capacitarme a Piedras Negras, Coahuila, cuatro meses, y me adiestré en armas, tácticas militares, posiciones de tiro, ascenso y descenso de vehículos”. Dos años duró en la organización, hasta su captura.
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