La Corte Federal de California acusó a Joaquín El Chapo Guzmán por delitos contra la salud. Para comprobarlo, intervino las comunicaciones del líder del Cártel de Sinaloa.
Entre las conversaciones obtenidas por el gobierno estadounidense está la del 22 de septiembre de 1994, en la que con un lenguaje en clave pactó la entrega de cocaína oculta en una caldera que sería transportada desde Los Ángeles, California, a Chicago, Illinois. En ella se le identifica como “Ch”.
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Su interlocutor confirmó a autoridades de Estados Unidos que él enviaría un “pequeño paquete” de 390 kilogramos de cocaína, en la misma “máquina”, que era una caldera hueca.
—Ch: Me estaban notificando de un envío que me ibas a hacer.
—Sí.
—Ch: A lo mejor mañana llega. Mañana me lo entregan.
—¿Allá con mi hermano?
—Ch: No, no, no, no, no. ¿Cómo que con tu hermano? Estoy hablando del jefe, el jefe. Pero no tengo ningún dato tuyo, no me llegó nada.
—Espéreme, quiero hacerle una aclaración: fui ahorita, le mandé aquello, ¿entiende? Fui exactamente a lo que quedé ayer en la mañana. ¿Se acuerda que quedé con usted en algo?
—Ch: Sí.
—Nada más déjeme verificar, porque fui ahorita. Está en 357.
—Ch: No, ya no te doy nada, ya no me mandes nada otra vez. La próxima vez haz las cosas como te las digo, ya no me mandes nada.
—¿No le llegó aquello?
—Ch: Nada, y si llega tú vas a llegar cuando esté todo aquí. Lo que viene vete a saber cómo viene. Por eso siempre debes hacer las cosas como diga.
—Ok, señor.
—Ch: ¿Tienes la máquina?
—Sí, señor, nomás que la muchacha va pintadita. Se puso orejas y todo.
—Ch: Ok.
—Otra cosa, hoy me pagan los 2 mil dólares que me debían, hoy en la tarde. Quedó que ahorita, hoy en la tarde.
—Ch: ¿Ya ves qué mentirosos son los cabrones?
—Yo hablé con los dos ahorita porque me dijo: ‘Oiga’, y le dije: ‘No, señor, hoy en la noche me empedo y me voy a bailar. ¿Yo qué chingados voy a saber?’.
—Ch: ¡No, no, no! Diles que fue la indicación que yo te di, así como yo le dije
—Y ya ahorita no, ya me verificaron la vuelta
—Ch: Bueno, ¿pagaste el flete o no lo pagaste?
—No, mire, lo dejé en garantía yo acá aparte, ¿me entiende?
—Ch: ¿Qué?
—O sea, me pidieron el depósito.
Yo lo pagué acá, pero allá lo van a cobrar; nomás es garantía, que si no pagan allá me lo cobran acá
—Ch: ¿Yo pago acá el flete?
—Sí, señor.
—Ch: Ah, bueno, correcto, correcto. Es correcto porque a lo mejor mañana llega. Entonces si yo necesito acá te aviso, si no así le hacemos.
—No, puedo enviarle en un rato.
—Ch: No, si necesito te aviso. De todos modos ya lo enviaste, porque nos vamos al tres.
—Sí, y aparte de eso, porque no quiero que me desbarate a mi amigo.
—Ch: Sí, correcto, corrector, correcto. Ándale pues, estamos en contacto después.
La intervención telefónica de una conversación del 5 de septiembre de 1993 entre Joaquín El Chapo Guzmán y otro miembro del Cártel de Sinaloa en Estados Unidos es parte de las pruebas contenidas en las acusaciones que pesan sobre el capo.
En la conversación, Guzmán Loera, quien es identificado en el expediente como “Ch”, acuerda la construcción de un túnel que cruzaría la frontera entre EU y México, en un lugar entre San Luis Colorado y Mexicali. La intención era reemplazar el túnel para contrabando de drogas descubierto en junio de 1993.
—Llegaron los muchachos hasta acá, yo los estaba esperando. Me traen fotografías de toda la raya.
—Ch: Ah-ah.
—Pero lo máximo que hay es, eh, es como un kilómetro.
—Ch: Ah-ah.
—¿Ya me entiende? Es como un kilómetro de lado a lado.
—Ch: Ah-ah.
—Y es mucho, muy larga la distancia. Está allí, entre San Luis, y acá, México. Allí está pero está muy largo, se me hace muy largo el tirón.
—Ch: Sí, a mí también.
—Es mucho... muy largo. Es como cerca, casi cerca de un kilómetro. Y este que les dijeron que había otra acá para El Árbol.
—Ch: Ah-ha.
—Pero ahorita les dije también que se esperaran aquí tantito.
—Ch: Sí.
—¿Sí? Les dije: ‘Espérense aquí tantito, primero déjenme avisar de esta cosa a Joaquín, aquí están conmigo las personas.
—Ch: Sí.
—Aquí están conmigo los que vinieron. Tengo las fotos, tengo todo lo que encontraron, pero yo creo que hay que esperar tantito.
—Ch: Está muy largo.
—A mí se me hace muy largo. Allá ya sabe cómo estábamos.
—Ch: ¿Cuánto era allá?
—Un poquito menos de la mitad, 400 y tantos.
—Ch: Ah, pos así sí y ¿en cuánto tiempo fue?, ¿seis meses o cuánto?
—Pues yo creo que como el total de todo serían como unos…
—Ch: ¿Ocho meses?
—Siete, ocho meses. Por ahí, sí.
—Ch: Pues hasta eso es rápido.
—Sí pero pos, ya ve, sí y acá a este que se localizó, yo tengo fotos, yo tengo todo. Pero son como unos... cerca de un kilómetro, unos 900 y tantos metros, porque están medidos y todo. Hay dos personas, entonces les dije que quería hablarle a una persona en un lado y a otra en el otro para ver si querían, ¿verdad? Para ver si nos lo podían poner a nuestra disposición.
—Ch: Ah-ah.
—Pero les dije yo que se esperaran tantito porque estaban muy lejos, muy lejos la tirada, al menos a mí se me hace muy retirado.
—Ch: ¿No habrá uno que tenga sólo la mitad?
—Pues es que la tienen que buscar, allí, allí en toda esa área no encontraron nada. Eso fue lo único que encontraron y me dijeron que si se iban para allá, para El Árbol.
—Ch: Sí.
—Les dije: ‘Hablaré con ellos primero y ya, según lo que me digan ellos, pues entonces se hace eso’.
—Ch: Sí.
—Y ya, sobre todo verdad, ya no tengo dinero para darles.
—Ch: O sea que los 30 mil ¿ya se los acabó?
—No, esos hijos de la chingada tiene seis meses que me los acabé.
—Ch: Oh, compadre pues.
—Seis meses que me los acabé, ustedes creen que con 30 mil, hijos de la chingada, es suficiente.
—Ch: Jajajaja. A mí me han dado 10 mil dólares para gastos en seis meses y con esos tengo.
—Oiga, sí, pero usted allí tiene la alcancía. Va y le abre y le saca todo al cochinito.
—Ch: Jajajaja ¡cómo no!
—Pero un hijo de la chingada como yo, ¿de dónde le saca?
—Ch: Mañana va Juan para allá, para donde está, a la frontera.
—Sí, sí, sí, todo está cerrado.
—Ch: Es que allí cuando no es el día de la Independencia es el día de los huevones.
En un segundo momento, el interlocutor de Guzmán Loera le solicita un comprador de droga en territorio mexicano:
—Oiga, compadre: ¿No sabe quién quiera de esas cosas que le gustan, pero aquí donde estoy yo? Es de la buena, la tengo ya en mi casa, tengo 50.
—Ch: Déjeme ver.
—Pero me urge.
—Ch: Déjeme ver. Hay alguien.
—A ver, si se los puedo vender a nueve, están en ocho y medio. Yo tengo esas cosas en mi casa.
—Ch: Sí, yo entiendo.
—En dos maletas.
—Ch: Sí, yo entiendo, déjeme ver y yo le aviso.
—Y me van a estar dando cada 15 días aquí. Un compadre que está por aquí por donde estaba aquél amigo el que se mató por Chilpancingo.
—Ch: Sí, sí me acuerdo, el que se cayó de allá. Déjeme ver a quién y yo le hablo en el transcurso del día, pero yo le pongo a alguien.
—Para dárselas a nueve y yo ganarme unos 500 en cada uno, porque me estoy muriendo de hambre aunque usted no lo crea. Mándeme a esos cabrones para que me compren eso.
—Ch: Hoy yo me muevo con eso.
—Nada más dígales que la cosa está muy buena.
—Ch: Sí. Yo me pongo en comunicación con ellos.
—No lo eches a la borda.
—Ch: Está bueno.
—Porque hay un cabrón de los de Jalisco que tú conoces, por acá.
—Ch: Sí, sí, déjeme ver cómo le hago, yo le aviso. Gusto saludarlo.
Fuente.-
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