Los embarazos entre adolescentes es un drama que crece en el país. Cada año nacen casi medio millón de bebés de jóvenes menores de 19 años de edad.
A Ariadna no la movió el amor, fue la curiosidad la que la llevó a tener su primera relación sexual. Eso le cambió la vida: con solo 16 años quedó embarazada. Su pareja, del que ni siquiera quiere mencionar el nombre, se asustó más que ella y no ha vuelto a saber nada de él.
Tras el embarazo, la primera alternativa que tuvo, fue el aborto. Decidió que no, que quería tener a su hijo. Sabía que con ello enfrentaba problemas, pero no imaginó a qué grado; sus compañeras de juego la relegaron, en su casa le reprimieron todas sus actividades, pero en su fuero interno fue donde más caló su condición de niña madre.
Las prioridades de Ariadna cambiaron de la noche a la mañana. Dejó de pensar en sus sueños y comenzó a vivir la realidad. Hoy su mayor preocupación es pensar en la forma en que va sacar a su hijo adelante. Le preocupa que sus padres sean los que están mayormente al cuidado de su hijo. Ella, con la vida en ciernes, piensa que ha echado a perder su vida.
Por eso, algo en ella le dice que no debe dejar la escuela. Está haciendo un esfuerzo. No solo lucha por olvidar al padre de su hijo, sino también para velar por el cuidado de su bebé. Está haciendo un esfuerzo para terminar la preparatoria. Por eso se escapa de clases para amamantar al hijo que su madre le lleva hasta la escuela.
Ariadna es una de las 11 mil niñas que siguen engrosando la estadística nacional establecida sobre el aumento de mujeres entre los 14 y los 16 años de edad que registran un embarazo a temprana edad. De acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informativa (INEGI), esa situación ya ha alcanzado niveles alarmantes en nuestro país.
Por causas diversas -en donde se reconoce como principal el retraso socioeconómico, pero también influyen las condiciones de violencia-, desde 1997 la tendencia de los embarazos en niñas va a la alza. En México, en promedio, el número de nacimientos de madres con menos de 20 años edad, cada año crece entre un 2.5 y un 3.2 por ciento, de acuerdo al INEGI.
La cifra de embarazos en niñas con edades que oscilan entre los 12 y los 16 años de edad, es la que más ha crecido hasta el año 2012, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de ese año. Esa misma encuesta revela que en el año 2011 nacieron 2.58 millones de niñas y niños.
De ellos, 473 mil tuvieron como madre a una adolescente.
Preocupación nacional
A tal grado se considera el problema del aumento de las niñas madres en nuestro país que el presidente de la república, Enrique Peña Nieto lanzó una estrategia para la prevención de embarazos en adolescentes.
En ella se pretende “un trabajo interdisciplinario” en el que participen académicos, especialistas, autoridades y representantes de la sociedad civil, para frenar la tendencia.
De acuerdo a Presidencia de la República prácticamente 467 mil mujeres menores de 20 años tuvieron un bebé; esto es, casi uno de cada cinco nacimientos registrados en el país.
Y más preocupante aún es que esta cifra incluye cerca de 11 mil niñas de 10 a 14 años de edad, que se convirtieron en madres tan sólo en ese año.
La estrategia nacional planteada por el Gobierno federal busca, mediante la acción coordinada de 13 dependencias federales, erradicar los embarazos en niñas de menos de 14 años hacia el año 2030, y se comenzará a aplicar en los estados que registran con mayor incidencia esta problemática.
Las entidades del país que a la fecha lideran en las estadísticas de niñas embarazadas, de acuerdo a las cifras del INEGI, son Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Guanajuato, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Puebla y Aguascalientes, en donde en promedio los embarazos en menores representan entre el 19 y el 20 por ciento de los nacimientos registrados.
La primera acción de la estrategia es la implementación de la beca “Yo No Abandono”, que consiste en un estímulo económico para todas las niñas estudiantes embarazadas, a fin de que continúen con sus estudios y tengan la posibilidad de sostener a sus hijos.
La beca federal no solo está dirigida a las niñas, también contempla incluir a los niños que se hagan corresponsables de la paternidad, los que proporcionalmente son menos.
No hay cifra oficial que hable de los varones que asumen su responsabilidad de padre, pero se estima, de acuerdo a fuentes de la propia Secretaría de Educación Pública (SEP), que solamente en 2 de cada 10 embarazos en niñas, la pareja ha sido responsable.
El último conteo nacional sobre niñas embarazadas, realizado con cifras del 2012, apunta que el índice de niñas madres no había representado una alerta nacional hasta 1997, año en el que la proporción de nacimientos fue de 16.3 por ciento en menores de 20 años. A la fecha, se estima que de cada 100 nacimientos registrados en el país, al menos 19.4 de ellos son de madres menores de edad.
Pobreza de información
Para la socióloga Natalia Buchman de la Universidad Nacional Autónoma de México, la principal causa por la que se han disparado los embarazos en menores de 16 años edad, es la falta de información.
“No de la información que brindan las instituciones, sino de la información que se deben generar en el seno de la familia”.
Estima que actualmente, a causa de los problemas económicos y sociales en los que se encuentran inmersos la mayoría de los hogares en México, se ha dejado de lado la comunicación entre padres e hijos.
Fátima sabe de eso. Nunca tuvo una plática con su madre sobre cómo deberían ser sus relaciones sexuales, a fin de evitar un embarazo.
A Ariadna nadie le dijo –y reconoce que tampoco ella buscó la información- sobre los métodos anticonceptivos a su alcance. En alguna ocasión habló con sus amigas sobre el condón y las pastillas “para no tener hijos”, pero no pasó de ser una plática que solo despertó risitas.
En el momento de la relación, Fátima ni siquiera reparó en la protección necesaria. Antes del encuentro íntimo, habló de todo con su pareja, pero nunca hablaron del condón. Cuando a los dos meses supo que estaba embarazada, lo compartió con su pareja, pero solo logró la soledad.
El aumento de los embarazos en menores no es causa directa de la pobreza, explicó la Buchman, “es más bien a causa de la pobreza en la información que se brinda a todos los menores dentro del seno familiar, en donde los temas de la anticoncepción no son tratados, a veces por ignorancia de los padre y a veces por razones de una falsa moralidad”.
Y como parte de esa falsa moralidad, reconoció la socióloga, se encuentra la propia Iglesia Católica y tras organizaciones civiles como Provida, “las que no dejan de fecundar el pensamiento de las personas con su oposición al uso del condón y otros métodos anticonceptivos”.
Esas organizaciones –dijo- promueven el Sí a la Vida, pero no dicen que tipo de vida les espera a las madres adolescentes.
La vida de desenfreno
Más allá de las condiciones sociales, como la pobreza y falta de información, que apuntan algunos estudiosos del tema, el índice de embarazos en menores de edad tiene otra causa: la violencia.
Así lo denunció en el año 2014 el fundador de los grupos de autodefensa de Michoacán José Manuel Mireles.
Para el jefe los civiles alzados en armas, Michoacán fue en ese año el epicentro de los embarazos en adolescentes. Denunció que las células del cártel de los Caballeros Templarios habían hecho una práctica común del secuestro y la violación de menores, las que eran “obligadas a participar en orgías que duraban días”.
En el mejor de los casos las niñas secuestradas regresaban violadas y embarazadas a sus casas.
De acuerdo a las cifras dadas a conocer por Mireles hacia principios del 2014, las que conoció en su calidad de médico del centro de salud de Tepalcatepec, solo en la zona de Tierra Caliente, en menos de un año, se pudieron registrar más de 650 niñas embarazadas; todas ellas fueron secuestradas de las escuelas secundarias.
“A veces –denunció en su momento Mireles- llegaban los sicarios a las casas para buscar niñas para sus orgías. Les decían a los jefes de familia ‘préstame a tu hija, al rato de la traigo. Y veme bañando a la más chiquita, porque voy a regresar’, y se las llevaban a la fuerza. Luego las niñas aparecían abandonadas, ultrajadas, violadas y embarazadas, en alguna calle o camino de la región”.
El aumento en el número de niñas embarazadas, todas secuestradas por las células del cártel de los Caballeros Templarios, fue una de las razones que orillaron a la población civil, convocada por el doctor José Manuel Mireles, a alzarse en armas contra el cártel de las drogas en Michoacán.
Aunque no en la misma proporción con que se presentó el problema en el estado de Michoacán, pero también se han documentado casos de embarazos de niñas por parte de células del crimen organizado en los estados de Veracruz, Guerrero y Tamaulipas.
En Veracruz, el activista de derechos humanos Samuel Romero, denunció que el crimen organizado, encarnado en el cártel de Los Zetas, es responsable de al menos 200 violaciones de menores de edad, la mayoría de las víctimas –dijo- resultaron embarazadas.
“Algunas, con muchas dificultades, decidieron abortar, pero la mayoría son menores de edad que decidieron dar a luz a sus hijos”.
El caso de Veracruz y Michoacán también se repite en Tamaulipas, en donde –de acuerdo a cálculos de una periodista local, en Matamoros- se estima que el cártel del Golfo es responsable de por lo menos 280 embarazos de menores, cuyas edades oscilan entre los 12 y los 16 años de edad.
Con el apoyo de la familia
Jessica ya tiene 18 años de edad. Está a unos días de que nazca su bebé. Será una niña. La espera con amor y muchas ilusiones. Sabe que las cosas serán más difíciles después del nacimiento, pero no tiene miedo. En el seno de su familia ha encontrado el respaldo que le negó su pareja.
Dice que si no fuera por su familia, ella no sabría qué hacer. La vida no la tomó por sorpresa, ella –reconoce- se descuidó; después de casi un año de mantener constantes relaciones sexuales con su pareja, quedó embarazada. Pensó que los métodos anticonceptivos de los que había escuchado, no eran importantes.
Nunca se acercó con nadie para conocer más de las formas que el sector salud ofrece para evitar un embarazo.
Por su propia cuenta y riesgo durante unos meses tomó pastillas anticonceptivas, pero luego las dejó. Su pareja le ordenó que dejara de tomar “eso”. El ofreció utilizar condón, pero nunca lo cumplió.
Ella está sola. No ha dejado la escuela. Sigue cursando el bachillerato. Estudia Gastronomía y quiere ser abogada. Dice que la espera del nacimiento de su hija le ha dado los ánimos que había perdido cuando supo que estaba embarazada. No se lamenta de mucho, solo de no haber escogido bien al que fue su pareja. De él no ha sabido desde hace varios meses.
A la pareja de Jessica le dio miedo luego de saber del embarazo. A los tres meses de gestación, él se perdió de su vida. Era de esperarse. Los problemas de pareja habían comenzado en el momento mismo en que ella le dijo que estaba embarazada. Todavía no sabe por qué él se fue de su vida, si siempre le dijo que la amaba con el alma. Ella se serena y dice que todo va a estar bien.
Asegura que ella sola, con el apoyo de su familia, podrá sacar adelante a su hija. Nunca pensó en la posibilidad del aborto, porque en su casa le aconsejaron que debería nacer su bebé. Sus padres han suplido la ausencia de la pareja de Jessica. Ellos son los que están al pendiente del embarazo.
Su madre, a veces una de sus hermanas, es la que la acompaña a la escuela y regresa por ella. Le han dado los mejores cuidados que puede tener una mujer en su estado. Eso le ha motivado. Quiere ya dar a luz y emprender el camino que se le abre de madre delante de sí. Esta segura que va a salir adelante.
La esperanza de una vida
A Lourdes se le ilumina el rostro cuando habla de su niña que “viene en camino”. Dice que le da miedo el parto, pero se siente emocionada porque sabe que ha dado un paso importante en su vida, al decidir tener a su hija. No sabe cómo vengan las cosas en lo económico, pero asegura que estará bien.
Su embarazo ha sido de muchos cuidados. Pero no ha estado sola para afrontar los estados de ánimo y de salud que le han variado notablemente en los últimos meses. Cuenta con el apoyo de su familia, y en el salón de clases sus compañeros se desviven por cuidarla. Sus maestros siempre están al pendiente de su condición física.
A ella, su pareja no la ha abandonado. Él decidió seguir a su lado porque quiere estar también cerca de su hija. Los dos van a la misma escuela. Cursan el mismo bachillerato y van en el mismo salón. De hecho, se conocieron cuando hicieron el examen de admisión. Desde ese momento se enamoraron. Las relaciones sexuales vinieron cuando los dos vieron que el sentimiento iba en ascenso.
Ninguno de los dos, a sus casi 18 años de edad, sabe de métodos anticonceptivos. El embarazo que viven los tomó por sorpresa, pero no por ello no ha sido deseado en los últimos ocho meses.
Como pareja están preparándose para el nacimiento; a veces, unos zapatitos, a veces una chambrita, pero lo que nunca falta es el deseo de ver pronto a su bebe entre sus brazos.
La pasan difícil en lo económico. No les alcanza la beca “Yo No Abandono” que les ha dado el gobierno federal para que ninguno de los dos deje sus estudios. Reciben cada mes 750 pesos, como estímulo. A veces, la beca tarda en llegar y se ven en mayores apuros. Por eso él trabaja de medio tiempo –cuando no está estudiando- como mesero y a veces ayuda en una taquería.
Ella teje los sueños de los tres: espera pronto terminar el bachillerato con especialidad en comunicación. Pero no quiere dedicarse a los medios informativos. Lourdes quiere entrar a la universidad y comenzar la carrera de enfermería. Es una profesión que acarició desde niña.
Además, considera, le servirá para dar un mejor cuidado la familia que está naciendo, en donde han contado con el respaldo de los padres de ambos.
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