El 19 de marzo de 2015, elementos de la División de Gendarmería Nacional de la Policía Federal son acribillados en Ocotlán, Jalisco, por miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación, al que la DEA considera el más violento de México.
La versión oficial indica que aquella noche —son las 21:15—, mientras un convoy federal compuesto por siete unidades patrulla la colonia Mascota, el tripulante de un vehículo blanco, estacionado sobre la calle Manuel Martínez, empuña un arma de alto poder y abre fuego sobre los gendarmes. En cosa de minutos se acercan al lugar 10 vehículos tripulados por sicarios que accionan armas de alto calibre.
En el tiroteo —a los federales les disparan desde los vehículos, pero también desde algunos inmuebles— mueren cinco elementos de la Gendarmería y tres presuntos delincuentes que portan fornituras con cartuchos y equipo táctico. Mueren también tres ciudadanos que se encuentran entre el fuego cruzado: a uno de ellos, dice una versión, un sicario le dispara en el tórax para robarle la motoneta.
Ocurre una persecución que deja 29 autos dañados y 31 propiedades afectadas. La autoridad asegurará en el lugar de los hechos armas de diversos calibres y granadas de fragmentación.
El 22 de marzo el gobierno anuncia que la Policía Federal instalará un cerco de seguridad en Ocotlán y la colindancia con Michoacán, y se quedará para apoyar al Ejército y a las autoridades estatales y municipales, “a través de recorridos, puestos de revisión y un engrose en las filas en las fuerzas de seguridad”. El propósito es “seguir e inhabilitar a grupos del crimen organizado”.
Dos meses más tarde, el 22 de mayo, la Policía Federal detecta a 59 kilómetros de Ocotlán un vehículo tripulado por hombres armados. Tras un breve tiroteo, los presuntos sicarios se refugian en el rancho El Sol, de 112 hectáreas, en donde se verifica una refriega de tres horas de duración, que culmina con la aparición de un helicóptero Black Hawk artillado: el aparato barre la bodega en la que los presuntos sicarios se han refugiado. Hay 43 muertos. De éstos, sólo uno pertenece al bando federal. El resto corresponde a los supuestos delincuentes.
La prensa no tarda en descubrir que 28 de los 42 abatidos eran de Ocotlán. Se extiende la versión de que se ha tratado de un cobro de facturas por los federales muertos. El comisionado general, Enrique Galindo, anuncia que hay líneas de investigación para determinar si alguno de los caídos participó “en la agresión de marzo pasado en la que fueron asesinados cinco elementos de la gendarmería en Ocotlán”.
Documentos sobre la estructura del CJNG a los que el columnista tuvo acceso, y que fueron realizados tanto por el gobierno de Jalisco como por la Comisión Nacional de Seguridad, señalan que dicha organización opera a través de células: tiene 28 en el estado; algunas funcionan en la zona metropolitana y el resto se hallan repartidas en 12 regiones que comprenden incluso algunos territorios de los estados vecinos: Michoacán y Guanajuato.
Cada célula tiene un líder y varios jefes de zona. El líder de la Región Centro, por ejemplo, es un sujeto conocido como Dani Quintero. A él le responden ocho jefes de zona.
Los miembros de una célula tienen prohibido ingresar en territorios controlados por otras. Los miembros del CJNG saben que entrar sin autorización a una región que no es la suya puede costarles la vida. Esta división territorial le ha dejado saber muchas veces a las autoridades qué líderes y qué jefes de zona pueden ser responsables de asesinatos o ejecuciones ocurridos en alguna región. En Jalisco, esas regiones son: Norte, Altos Norte, Altos Sur, Ciénega, Sureste, Sur, Sierra de Amula, Costa Sur, Costa Norte, Sierra Occidental, Valles y Centro.
Los documentos consultados señalan que, por corresponder a la región Ciénega, Ocotlán y Tanhuato estarían en manos del mismo grupo: la célula comandada por Javier Guerrero Covarrubias, El Javiercillo, jefe de plaza en Ocotlán. De acuerdo con esos documentos, Guerrero Covarrubias opera también en el norte de Michoacán y el oriente de Guanajuato. “Se mueve en un convoy de entre tres y seis vehículos, y tripula una Ford Raptor de color blanco y negro. No se hace nada sin la autorización de él”, se lee en un informe.
¿Qué significa? Que entre Ocotlán y Tanhuato hay al menos otra conexión. No sólo porque la mitad de los abatidos en Tanhuato fueran oriundos de Ocotlán, sino porque ambos territorios están en poder de la misma célula: la que emboscó a la Gendarmería y la que fue acribillada en el rancho del Sol.
Eso lo sabe el gobierno federal. O debería, porque está en sus propios informes.
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