Guillermo Calderoni era un policía
mexicano, un asesino, un capo del narco, un multimillonario. Él ascendió
al poder por saber olvidar y por supuesto, por saber cuando recordar. Cuando
fue asesinado en febrero del 2003, la cuestión era no quienes lo mataron, era
¿qué pasó con sus secretos ?.
Escuchar el silencio,Buganvillas
de goteo rojo en la zona de aparcamiento justo al lado de la calle 10 en
McAllen, Texas. El día era cálido, con poco viento, son las 10:53
y el Comandante Guillermo González Calderoni ha estado en la oficina de su
abogado Roberto Yzaguirre en la calle 10 en Mc Allen Texas por casi una hora,
hablando desesperadamente quiere comprar un rancho , el Chato Yzaguirre
le calma, le dice que no, que no pueden mirar la propiedad ese día, pero
le propone el siguiente sábado si asi lo desea,Calderoni acepta esperar a
regañadientes, pues está ansioso por ese rancho, aunque tenía muchos ranchos en México
antes de que huyera diez años antes y el gobierno lo atrapara en septiembre de 1994.
Plática de narcos grabada por el FBI, revela nexos de González Calderoni
Esa mañana dejo la
comunidad cerrada donde vivia con su joven y hermosa esposa para tratar
lo concerniente al rancho una de sus pasiónes y terminada la reunión se retira por
el vestíbulo de la oficina de Yzaguirre con muros de piedra y muebles de caoba
y cuero verde, se despide con voz grave después de ligar con la
recepcionista.
Calderoni es un pavo
real de hombre, su vestimenta mostraba telas finas y botas hechas a mano,
rápido de ojos hablaba con fluidez el Inglés, español y francés, tenia un
buen ojo para las mujeres — su segunda esposa fue una reina de belleza, y las
leyendas dicen siempre cargaba una.45 en la bota, un arma que se dice tenia
desde sus inicios.
Al salir de la oficina
de Izaguirre camina a pasos lentos al exterior donde dejo aparcado su lujoso
Mercedes,Calderoni se desliza detrás del volante;el Chato se sienta al
lado de él y luego del ruido de frenado de un coche ; un hombre salta
desde el lado del pasajero, toma dos o tres pasos y dispara un tiro en el
cuello del Comandante,el coche ruge lejos, y la cabeza del Comandante se
deshace. Él será declarado muerto en un hospital en más de una hora.
Sólo el Chato fue
testigo del asesinato. Él se sienta al lado de Calderoni en el coche, pero
nadie le causa daño. Al principio da a la policía una descripción: dos
hombres de piel oscura, en un Chrysler con placas de Louisiana. Más tarde
la policía arroja dudas sobre su historia, pero dice que es demasiado molesto
recordar lo que ha visto. Al día siguiente, se encuentra al Chrysler a una
milla de distancia. Las placas resultan ser de un auto robado. En la
ventana una etiqueta de la Cruz Roja Mexicana.
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LA HISTORIA NEGRA de CALDERONI.
Guillermo González Calderoni fue uno de los jefes policiales más
poderosos, inteligentes y sinvergüenzas del sexenio del presidente Carlos Salinas
de Gortari (1988-1994).
México y Estados Unidos investigan la muerte y andanzas del ex
funcionario que amasó millones protegiendo o combatiendo el narcotráfico, fue
tenorio a golpe de talón y dispuso de información letal. El epitafio es
obligado en difuntos de su condición: "Sabía demasiado". Varios de
sus subordinados también crían malvas.
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La
historia del ex comandante González Calderoni, responsable en su día de la
interceptación de alijos en la Procuraduría General de la República (PGR, Fiscalía
General), refleja aspectos relevantes de la corrupción en las instituciones
mexicanas. Acusado de enriquecimiento ilícito y torturas la década de 1990,
ganó un juicio de extradición y vivía desde hace casi diez años en McAllen
antes de su ejecución,una ciudad vecina de la mexicana
Reynosa.
Se
le vinculó con los carteles del Golfo y de los hermanos Arellano Félix, y el
contrabando a gran escala. "Tenía mucho que decir sobre el
narcotráfico", señaló el analista en asuntos de seguridad Jorge Carrasco.
La DEA lo exprimió a fondo. Guillermo González se incorporó en el año 1983 a la
Procuraduría General de la República (PGR, Fiscalía General), en la que siete
años después fue director de Intercepción Aérea, Terrestre y Marítima: el zorro
en el gallinero.
Adquirió
notoriedad y épica al detener uno de los más peligrosos narcotraficantes del
país, Miguel Ángel Félix Gallardo, a varios comandantes y al ex director de la
Interpol, Jorge Miguel Aldana Ibarra. Perseguía a unos carteles y amparaba a
otros.
Su
tren de vida y la sangre vertida acabaron por delatarle. Avisado de que la
justicia iba a detenerle, huyó a Estados Unidos. En el año 2001 propuso hablar
largo y tendido si la justicia mexicana le protegía. De entrada, incriminó a
Raúl Salinas de Gortari con Juan García Abrego, ex jefe del cartel del Golfo, actualmente
en prisión.
El hermano del presidente, declaró por televisión, le ordenó
asesinar en 1988 a dos colaboradores de Cuauhtémoc Cárdenas, candidato
presidencial aquel año. Nunca presentó pruebas. La opinión pública no las
necesitaba porque la presunción de culpabilidad es aún punto de partida y
veredicto en México.
El finado era un tipo duro. Bajó la guardia y la mafia no
perdonó. González había incriminado, encarcelado y liberado a conveniencia. Su
fortuna en bancos norteamericanos ascendía a cuatro millones de dólares, pero
otros cálculos la multiplicaron hasta cerca de 400 millones de dólares.
Los posibles asesinos son muchos: desde sectores estadounidenses
a los que ya no servía hasta grupos narcotraficantes en la divisoria con
Estados Unidos, según Jorge Fernández Menéndez, autor de varios libros sobre el
narcotráfico en México. "Traicionó a demasiada gente, a demasiados
intereses, y en ese ámbito terrible del narcotráfico y el crimen organizado, en
sus relaciones con el poder, eso se paga, tarde o temprano, y se paga muy
caro", señaló.
A González Calderoni le perdieron las cosas caras. Su sueldo era
alto pero no daba para casonas, lujosos coches, relojes de oro, trajes
italianos, viajes de placer y periódicas farras de champán y meretrices. Las
joyas, las pieles, los automóviles y hasta algún apartamento sepultaron a las
mujeres cortejadas, y otros dinerales forjaron su red de complicidades en la
Administración.
Tenía
orejas donde había que tenerlas. Supo anticipadamente de nombramientos,
detenciones y sentencias y las vendió a doblón. "Todos en la PGR sabían
que actuaba generosamente con otros comandantes, lo mismo que con los agentes
del ministerio público (fiscales), jueces y funcionarios judiciales que lo
tenían en alta estima", escribió Humberto Musacchio en el diario Reforma.
La información privilegiada le permitió
alertar, impedir, posponer y, en suma, burlar a la ley. Cayó abatido a
quemarropa, sorprendido por un pistolero que le acertó en la sien, después de
haberse interesado en un turbio despacho de abogados por la compra de un
rancho.
Con informacion de :GQ/DIARIO ESPAÑOL EL PAIS/PROCESO
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