Ahí estaban sobre planchas metálicas, apilados uno sobre otros, algunos cuerpos destrozados de las víctimas del ataque la noche anterior en el popular centro nocturno El Sabino Gordo: unos con boquetes en el torso, otro con la cabeza abierta de par en par.
Aquellos cuerpos, lavados y bajo la luz eléctrica, ofrecían una escena perturbadora, tan insólita como lo vivido cerca de las 22:00 horas del viernes 8 de julio del 2011, cuando asesinos descendieron de vehículos y abrieron fuego de manera indiscriminada al interior del negocio situado en Villagrán y Carlos Salazar.
Entre clientes, empleados y civiles que pasaban por el lugar de música en vivo murieron 19 de manera inmediata y dos al paso de las horas.
"Parecía bombardeo", dijo un testigo a EL NORTE hace una década.
Adentro, la escena era cercana a una guerra: sangre por todas partes, cuerpos destruidos, algo mucho peor de lo que Monterrey había vivido en los últimos 14 meses con 48 muertos en distintos ataques a bares, uno de ellos el Café Iguana, el 22 de mayo de ese año, con cuatro muertos.
Ente las víctimas de El Sabino Gordo estuvieron Norma Navarro Cruz, Manuel Romo Moreno, Humberto Cantú Garza, Raúl Barrera Salinas, Perfecto Zamora, Cruz Mascorro Leija, Alfredo López Villanueva, José Camarillo Hernández, Juan Calvillo González, Roberto Barrera Salinas, Erasmo Silva Hernández, Juan Rivera Ramos, José Rocha Calderón, Luis Alcalá Álvarez y Gerardo Aguilar Mejía.
El último en ser identificado fue Darío Pompa Medina, quien hacía una llamada en un teléfono público.
El Gobierno de Rodrigo Medina, que atribuyó el ataque a venta de drogas, detuvo con el tiempo a sujetos ligados al Cártel del Golfo, pero nunca se dieron a conocer sentencias.
Se clausuraron antros, intentaron abrir algunos, pero al final el corredor nocturno con su música en vivo no volvió a tener sus mejores días.
Aunque para Monterrey, lo peor ya había comenzado.
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