Los mexicanos estamos tan acostumbrados a la corrupción que la
hemos normalizado a tal grado que muchos no les importa votar por un candidato
corrupto a la presidencia.
“¿Es corrupto?”, dicen, “qué
importa, roba poquito”, “qué importa, todos son corruptos”, “qué importa, roba
pero reparte”, “qué importa, robó para su partido”, “qué importa, roba para las
campañas electorales”, “qué importa, roba pero le despista”….
La política se ha convertido
en el mejor trabajo remunerado de este país. Ser político significa tener la
oportunidad de ser rico, millonario, multimillonario… Ser político es subir de
nivel económico en un año, en dos, en tres; ser político es aumentar tu estatus
financiero y adquirir los mejores coches, las mejores casas, aviones, yates;
riquezas sin límite, abundancia plena, cuentas bancarias en paraísos fiscales,
propiedades al por mayor… y lo mejor, ser político es sinónimo de impunidad.
La política es el mejor
botín. Hombres y mujeres con un puesto medio o bajo alcanzan niveles de
enriquecimiento inexplicable en poco tiempo. Las mejores jóvenes promesas de la
política son aquellos hombres y mujeres que desde muy temprana edad, dan
muestra de entrarle al business sin ningún
prurito moral ni ético.
Sorprende la carrera
meteórica de hombres como el panista Ricardo Anaya, aspirante presidencial de
la coalición “Por México al Frente”. Con tan solo 39 años, está joven promesa
del peor PAN, ya cuenta en su historial con sonados casos de corrupción; casos que
lo persiguen y le colocan una horrible sombra de abuso del poder para beneficio
propio.
Independientemente de la
cacería emprendida por la Procuraduría General de la República (PGR) contra él
por motivos electorales, el fondo es que el joven Anaya tiene varios esqueletos
en el armario, entre los cuales se encuentra el presunto lavado de dinero por
el que se habría beneficiado con 54 millones de pesos gracias a una estructura
financiera, según Adrián Xamán McGregor, el abogado de dos hombres a quienes se
les sigue por lavado de dinero que presuntamente señalaron que fueron
contratados por el empresario queretano Manuel Barreiro Castañeda, encargado de
las triangulaciones de dinero a través de empresas fantasmas entre 2016 y 2017.
Más aún, ambos habrían ganado dinero en una compra-venta de un terreno y una
nave industrial. El terreno lo adquirió en más de 10 millones de pesos y a los
dos años construyó siete mil metros cuadrados de una nave industrial que vendió
en 54 millones de pesos, dinero que a través de empresas fantasma fue
transferido con ayuda de su amigo Barrero Castañeda, a quien dijo no conocía,
pero después los vimos juntos en el video de su boda.
Anaya no es una blanca
palomita. Ya antes la sombra de la corrupción lo perseguía. Recuerden que el
joven panista fue exhibido mediaticamente sosteniendo a toda su familia en
Atlanta, Estados Unidos, donde vivían desde hace años, mientras él iba y venía
en avión cada fin de semana. El gasto anual de este tren de vida fue calculado
en 5 millones de pesos, ya que pagaba una renta anual de la casa por 2 millones
560 mil 800 pesos y tenía gastos por 931 mil 200 pesos y colegiaturas que
ascendían a casi un millón de pesos.
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¿Cómo pudo sostener su tren de vida de 5 millones de pesos si el joven panista declaró tener un ingreso de un millón 158 mil 333 pesos? En ese entonces como presidente del PAN decía ganar 48 mil pesos mensuales. ¿Inexplicable? No, él salió del escándalo declarando que todo era gracias a la familia adinerada de su esposa. ¿será?. La duda quedó.
Pero ahora que sabemos más de
la capacidad del presidenciable Anaya para el ocultamiento y la opacidad de sus
bienes y dineros, vemos claramente que se trata de un hombre cuya carrera
política está sustentada con el elemento más importante de este sistema podrido
que tenemos: el cinismo.
Porque Anaya como otros
políticos que conocemos, dice tener la conciencia tranquila, afirma que todo lo
que ha hecho es legal, que lo que tiene es ganado con el sudor de su frente,
que su patrimonio le ha costado lo suyo, que nada de eso pasa por el arco de la
corrupción.
No, señores y señoras,
Ricardo Anaya, ni ninguno de los políticos y funcionarios políticos mexicanos
que conocemos ha cometido ningún delito. Al fin y al cabo, vivimos en el país
donde no pasa nada, donde un gobernador como Javier Duarte puede desaparecer 65
mil millones de pesos y no pasa nada, donde otros gobernadores, de hecho, la
mayoría, pueden desaparecer cientos, miles de millones de pesos y no pasa nada.
Donde ese dinero nunca será regresado a las arcas públicas. En México se podrá
meter a la cárcel al cero como uno por ciento de los corruptos, pero el dinero
que supuestamente robaron nunca volverá a pertenecer al erario.
Finalmente, qué importa si
Anaya es corrupto o es decente, lo importante es que estamos en tiempos
electorales y durante los mismos no se debe investigar a los políticos
corruptos porque entonces será considerado como una persecución, como una
intromisión de la PGR y del presidente Enrique Peña Nieto en el proceso
electoral, como un “brutal ataque oficial” contra su candidatura. Anaya,
convertido en mártir de la democracia acompañado por el honorable y decente
abogado Diego Fernández de Ceballos.
Repito, ser corrupto no es
ningún impedimento para ser votado. Al contrario, conozco gente que dice que
votará a Ricardo Anaya a pesar de la sombra de la corrupción que lo persigue, a
pesar de las pruebas presentadas del presunto lavado de dinero en el que
presuntamente incurrió, a pesar de la triangulación financiera para ocultar los
dineros, a pesar del maravilloso enriquecimiento en el que vive.
A muchos votantes no les
importa que su candidato sea corrupto. La corrupción, al fin y al cabo, somos
todos. La corrupción es intrínseca al mexicano. La corrupción es el manto que
cubre al sistema político. La corrupción es el pan de cada día. ¡Qué más da
votar por un corrupto!… Adelante, voten por los corruptos, así seguiremos
ocupando los primeros lugares de la lista de los países más corruptos;
seguiremos viendo todos los días los desfalcos impunes de los gobernadores y
alcaldes, seguiremos observando con absoluta pasividad los escándalos de
corrupción de decenas, cientos de funcionarios de las distintas instituciones
que se quedan sin castigo, seguiremos viendo como saquean nuestro país, como empobrecen
a su gente, como sostienen este sistema de explotación a base de salarios de
hambre, seguiremos igual o peor.
Voten por los corruptos y de
paso, despídanse del cambio y de la esperanza, y de la ilusión de la justicia
social, y de la democracia. Voten por los corruptos para seguir arruinando
nuestro país. Voten por por los corruptos y mandemos al hoyo negro de la
impunidad el futuro de México.
Algunos, en cambio, hemos
decido no votar a los mismos para no tener los mismos resultados. Hemos
decidido buscar la decencia como elemento indispensable para ser votado, claro,
una rareza en nuestros tiempos, pero al fin, una verdadera esperanza para darle
un vuelco a México.
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