Eran las 11:30 de
la mañana. El sol implacable quemaba sus sienes. En su ánimo, dice, la feliz
noticia de haber cumplido una escalada más en su encomienda. Otra entrevista de
rutina para anunciar que muy pronto se llenaría el pueblo de aroma a pozole
recién cocido.
En su relato, el
maestro se sentía tranquilo. Hasta que las alertas comenzaron a brincar en su
teléfono como un panal agitado. Del otro lado de la línea, sus conocidos le
preguntaban por su salud; sus empleados cómo resolver la crisis.
Corrió desde
Toluca, donde sucedió la entrevista, hasta su pueblo. Allí supo que en la
Ciudad de México los periodistas no solo estaban aprendiendo su nombre, sino
también buscaban en un mapa donde queda Pilcaya, una localidad de 11 mil
habitantes, donde reina un paisaje de montañas verdes, en medio del corredor de
las drogas donde colindan los estados de México, Guerrero y Morelos.
Habían pasado pocas
horas de que la televisora Azteca publicara que el maestro Ellery Guadalupe
Figueroa era dueño –o iba al volante- de un coche que había chocado la noche
anterior en la Ciudad de México.
El auto era nada menos que un Aston Martin DB11, un impresionante deportivo
capaz de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en 3.9 segundos, conocido en
el gremio automovilístico como “el auto de James Bond”, cuyo costo inicial de
venta es de 315 mil dólares. Solo se habían vendido seis coches de este tipo en
México desde su lanzamiento, a mediados de 2016. El del accidente, había salido
de la agencia a mediados de marzo, según los medios que dieron a conocer la
noticia.
Cuando Figueroa
llegó a su pueblo, ya en las redes sociales comenzaba a adquirir el mote de
#LordAstonMartin. Varios vecinos dijeron a esta columna que la noticia causó
una gran conmoción. No se habló de otra cosa en Pilcaya durante todo el día.
El vínculo entre el
auto y el municipio no era una ocurrencia. Varios medios mexicanos publicaron
la fotografía de un permiso provisional de circulación, expedido por el
ayuntamiento que Figueroa gobierna, que apareció en el auto después del
siniestro. El propio Alcalde dijo a esta columna que la aseguradora que
amparaba el vehículo había llamado a su oficina, para saber si el permiso era
auténtico o falso.
En medio de la
confusión, varios medios afirmaron que la fuente original de la información era
Darío Alvarado, un periodista de Morelos. “Yo solo publiqué la información (en
mi cuenta de Twitter) y completé el tuit poniéndole el nombre del Alcalde. Fue
todo, y se armó un gran lío”, dijo Alvarado, visiblemente contrariado por la
dimensión que adquirió su tuit, al ser tomado como fuente.
A juzgar por los
vecinos, quienes hablaron para esta columna bajo condición de anonimato,
Figueroa no es un hombre que despierte en su pueblo temores o reservas. Dicen
en Pilcaya que es maestro de secundaria, que aún vive en la misma casa de dos
pisos que tenía antes de convertirse en mandatario local y que no, él nunca ha
andado por allí con un coche de lujo.
Esta versión
coincide con la que horas más tarde relató el propio Alcalde, que contesta para
esta columna su enésima entrevista del día. “Es un carro que no puede pasar
desapercibido en ningún lugar donde se pare. Yo creo que ni juntando el dinero
de todos los que vivimos acá lo podremos comprar. Es una cuestión que se sale
de nuestra realidad, por la cantidad que vale el carro”, dijo el Alcalde.
Al momento de la entrevista, entrada la noche del 4 de abril, ninguna autoridad
federal o de la Ciudad de México había contactado con el mandatario, según su
versión.
Antes de hablar con
la prensa, Figueroa relata que pidió una lista de los permisos de circulación
temporal que su pequeña oficina de tránsito municipal ha expedido en el último
mes. Afirma no hay en esta lista ningún Aston Martin.
¿Una aseguradora
pudo haber tomado el contrato de un coche de 315 mil dólares con un permiso
para circular falso? ¿Un Alcalde de un municipio rural de Guerrero, que antes de
tomar el cargo era maestro de secundaria, puede manejar uno de los autos más
lujosos del mundo? ¿Puede un gremio periodístico exhibir la identidad de un
político con una supuesta riqueza inexplicable, basándose en un documento del
que no se conoce su autenticidad?
Al margen del
misterio, varios cuestionamientos éticos y periodísticos derivan de este caso,
que seguramente aún tendrá otros capítulos. ¿Quién es el dueño en los papeles
de este auto? ¿Cómo llegó allí un supuesto permiso del ayuntamiento de Pilcaya?
¿Por qué terminó el Alcalde implicado en un escándalo antes de que alguna
autoridad lo señalara como dueño o usuario del vehículo?
Más allá de estas
preguntas, el caso del Aston Martin abre a la prensa capitalina un tema no
menos relevante, del que ya se ha ocupado la prensa local en Morelos. Durante
los últimos años, medios y políticos locales han exhibido el crecimiento de una
industria de pequeñas agencias que expiden, en Morelos, permisos provisionales
de circulación, de ayuntamientos del vecino estado de Guerrero. El costo oscila
entre los 100 y los 200 pesos, y los requisitos son mínimos, que a veces no
incluyen siquiera algún documento de identidad del supuesto dueño del auto.
¿Puede este caso
desentrañar un modo de esconder quiénes manejan miles de coches en una de las
zonas del país con mayor violencia por la guerra del narcotráfico? ¿Podría ser
el Aston Martin la punta de un iceberg que explique uno de los modos de trabajo
más eficientes de quienes en esa zona circulan sin un registro que permita a
las autoridades localizar quiénes son los dueños?
Figueroa dice que
repetir a la prensa que el auto no es suyo, e investigar por su cuenta cómo
llegó un permiso de su municipio a esa unidad, es jugarse una carta de vida.
“Nos pone en riesgo, es un hecho, pero si yo no desmiento esta información
quedo en entredicho. Yo puedo quedar como el villano de esta película, pero no
quiero”.
Pocos en Pilcaya
hablan ya sobre su Expo del Pozole, que sucederá este fin de semana. En las
redes locales, en los convivios de familia, en los bajos susurros que inundan
las calles, solo está el fantasma del coche de James Bond, que dicen no haber
visto nunca, pero cuya imagen invisible se ha instalado allí, como un gran
elefante blanco en medio del pueblo.
Fuente.-Peniley Ramirez/
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