En la casilla de salida uno es un mero funcionario más, con las mismas posibilidades que sus encorbatados adversarios. Al estilo Monopoly, los jugadores darán vueltas una y otra vez al tablero jugando con sus posibilidades: un soborno por aquí, una robadita por allá… y la máxima cantidad de bienes, dinero y terrenos de lujo posibles en el bolsillo. «El objetivo es convertirse en la persona más poderosa del tablero: el señor presidente», explica el creador de Juego de Poder.
La intención con la que el diseñador mexicano Francisco García ha creado este juego de mesa es precisamente la contraria a la que persigue la partida. «Se trata de una sátira política», cuenta. «Lo hice porque creo que no existe otro juego parecido, porque ninguno refleja la realidad que se vive en el país».
«El senado ha aprobado tu aguinaldo. Toma 25.000 pesos», dice una de las tarjetitas de «Atajitos» que te pueden tocar durante la partida. «El video de la fiestecita en la oficina salió a luz. Paga 10.000», pone en una tarjeta de «Complot». «Perdiste tu afuero. Ve directo a la cárcel».
«Juego de Poder es un proyecto que pretende mostrar México de forma distinta a la que normalmente nos muestran, lo cual le permite ser un juego de concientización tanto para nosotros los mexicanos como para la gente interesada en nuestra cultura y situación política», esgrime García. «Usualmente, las figuras de poder y de comunicación se lucran con el pueblo, pero este juego da una oportunidad al pueblo de enfrentarse a ellos. Es una burla hacia la cruda realidad de nuestros gobernantes»
Junto a su actual socio, Cristian Flores, empezarán a vender el juego por internet a partir de mayo. Cuesta 350 pesos (20 euros). Por el momento buscan financiación colectiva en Fondeadora para poder seguir creando los personajes del juego, que asegura el diseñador, «a muchos les resultarán familiares por sus caras», a pesar de no tener ninguno un nombre adjunto.
Mordidas, ajustes de afuero, compra de tables (locales de streptease), inversiones en bares, propiedades en las en las mejores zonas del país, y por qué no la adquisición de una pequeña porción del Senado, del Metro o de alguna compañía petrolera. «Es un juego de tranzas, o de estrategia, como quieras llamarlo», amplía formas de verlo García.
Los billetes ficticios son de pesos mexicanos, y los precios de las transacciones reflejan los que mundanamente manejan los políticos del país. «En juegos como el Monopoly vendes y compras millones, pero eso está lejos de la realidad. En este sí hay cantidades reales», defiende.
Para mayores de siete años, un entretenimiento casero que según el creador está hecho «con la picardía mexicana» y «contra la situación de la nación». «Un juego para que la gente recuerde que esto no es un juego, que es lo que está pasando en la realidad de la política del país».
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