viernes, 2 de marzo de 2018

LOS "MENSAJES del NARCO" MARKETING CRIMINAL que FIRMA y AFIRMA DELITOS...otro subproducto de la fallida guerra al crimen.

Las comunicaciones de la delincuencia organizada surgen en el sexenio calderonista y disminuyen con Peña. Criminales retoman narcomensajes en lonas, videos, pedazos de cartón o en la piel de los ejecutados. El CJNG aprovecha la lógica contrainsurgente; el Cártel de Sinaloa no muestra una línea definida en sus recados; Los Zetas, una crueldad vulgar; Los Caballeros Templarios, con un aroma pararreligioso; El Golfo, como Tamaulipas, sinónimo de muerte, opina catedrático del Colegio de la Frontera Norte
Durante los últimos meses se incrementó la reivindicación de grupos del crimen organizado que firma sus delitos, profiere amenazas o se justifica ante la sociedad a través de marcas, mensajes o videograbaciones, en una estrategia de comunicación equiparable al marketing de compañías privadas, instituciones gubernamentales o medios de difusión masiva.

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Así se conocieron en semanas recientes las disputas entre “Dámasos” y “Guzmanes” o “Tegoripeños”, y las amenazas a los custodios del penal de La Paz, en Baja California Sur. También se anunció el regreso a Tijuana del líder de células del Cártel de Sinaloa, Alfonso Lira Sotelo “El Atlante”, quien salió del reclusorio de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco; o la osadía de criminales que recibieron con narcomantas amenazantes al secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, en Veracruz.

Delincuentes, principalmente narcotraficantes de los muy variados cárteles de la droga y células de producción, distribución, venta y cobro de derecho de piso, han descarado sus operaciones ante la población y ante unas autoridades que muestran pasividad, y según algunos de los mensajes, complicidad.
Uno de los productos informativos más impresionante de los tiempos más recientes es, sin duda, el video de agentes federales pertenecientes a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) que fueron privados de su libertad el 5 de febrero en los límites de los estados de Jalisco y Nayarit, y localizados muertos, desmembrados, días después.
El video de los federales, a la postre asesinados, logra generar intimidad con los receptores mediante un formato de carta, con el que cualquier persona está familiarizado. “El mensaje comienza con un narrador donde supuestamente confluyen el rol de verdugo y víctima, que se confiesa ante las cámaras. En las apenas 400 palabras dichas por ese agente secuestrado se ven todos los rasgos epistolares: una presentación, con un saludo de buenas tardes, un nombre audible de quien habla y su cargo, transportándonos a una conversación cercana”.
En opinión del investigador del Colegio de la Frontera Norte capítulo Matamoros, Jesús Pérez Caballero, el video de los malogrados policías adscritos a la Procuraduría General de la República busca claramente diseminar ideas sobre la situación que priva en México mediante dos técnicas “que en principio nunca vincularíamos con este tipo de mensajes: un formato de carta, epistolar, y una vocación falsa, a mi juicio, de transparencia”.Después, explica Pérez Caballero, la verbalización de algo de lo que todo ciudadano tiene indicios: “Existen operativos federales que supuestamente incumplirían la legalidad por un uso excesivo de la fuerza. Ahí aprovecha el grupo criminal para insertar su mensaje: esos excesos les habrían obligado a cambiar sus pautas históricas, respondiendo a la violencia arbitraria con una violencia justificada”. 
AUGE Y FINES
Este tipo de comunicación fue producto de la época de la llamada “guerra contra el narcotráfico” iniciada durante la administración de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y que comenzó en diciembre de 2006. Los primeros videos subidos a redes sociales fueron de Los Zetas y luego de Los Matazetas, ahora Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). También el video que en Baja California señaló nexos de un ex procurador de justicia con el Cártel de Sinaloa.
A partir de entonces se multiplicaron los mensajes escritos en lonas colocadas en puentes, cartulinas a un lado de cadáveres o cabezas humanas, marcas tatuadas en cuerpos mutilados, textos en WhatsApp con fotografías y hasta volantes arrojados desde aeronaves en ciudades del norte del país.
Los destinatarios de los mensajes son los llamados “contras” o competidores directos de los cárteles que disputan territorios, los traidores que desertan o delatan, representantes de autoridad que les atacan o apoyan a los rivales, grupos musicales que cantan corridos para dañar la imagen de algún personaje del crimen organizado o ensalzan a los contrarios, y últimamente, internos y custodios de reclusorios donde se juegan importantes intereses económicos, como en Nuevo León y Baja California Sur. Sin que falten los avisos a los delincuentes comunes, con el clásico “no vamos a tolerar que perjudiquen a una sociedad inocente”, en un afán justiciero.
El doctor en derecho por el Instituto Gutiérrez Mellado de Madrid, Jesús Pérez Caballero, insiste en el ejemplo del video de los ex servidores públicos de la SEIDO, en el que los criminales buscan su justificación a ultranza. “Es el discurso tan habitual de nosotros éramos ‘narcos buenos’ hasta que ellos nos obligaron a ser malos. Finalmente, la carta confesión acaba con una despedida íntima de quien habla, en un saludo a la familia y a los hijos, diseñado para lograr empatía con los receptores del mensaje. Si Usted se fija bien, cada una de las partes del video está ensamblada para, reiteradamente, transmitir cercanía, aunque esa afirmación nos parezca contraintuitiva”.
El contenido del video tiene una vocación de generalidad, con un mensaje no limitado a quienes aparecen en él. Lo que buscan los criminales es establecer un contradiscurso nacional que interprete la violencia, frente al discurso de las instituciones federales, presentadas como sinécdoque de la política nacional.
“Fíjese bien que para lograr esa vocación general se oculta a los emisores mediatos del mensaje, es decir, son anónimos tanto los enmascarados que portan las armas en silencio y usan como medio a los dos secuestrados, como quien sostiene el mensaje que se lee, quien lo graba y quien lidera la célula o el grupo”.
El especialista destaca que el video no lleva firma. Será del CJNG. Será de Sinaloa. No se conoce. Aunque en la zona donde se produjo el hecho ambos grupos son dominantes. Tampoco se ofrece la ubicación de los secuestrados, ni dónde se producen los hechos denunciados. Al no haber fecha, el video presenta una atemporalidad que beneficia esa impresión universal.
“Por el contrario, los secuestrados sí dicen sus nombres y apellidos, y con rostro descubierto, arrodillados, enuncian su trabajo, incluso una camiseta los etiqueta como intercambiables por su función. Ese etiquetamiento los coloca como víctimas de un doble engranaje: el promovido por las instituciones federales, que por negligencia serían incapaces de protegerlos de los secuestradores, y el generado por el grupo criminal, que en el video se pretende mucho más fuerte que las instituciones oficiales. Creo que es importante que nos detengamos en ver cómo se nos describen estos dos actores”, señala el entrevistado. 
LA DESCONFIANZA
El académico interpreta en el video que las instituciones federales de seguridad, aparentemente garantes de la legalidad, estarían cometiendo ejecuciones extrajudiciales, Eso significa la frase “que hagan negativa a toda captura”, contra “cualquier objetivo sea o no sea delincuente”. No solamente los criminales acusan de arbitrariedad a esas instituciones, sino que enuncian una estrategia de confusión de “desaparecer todo rastro de las operaciones”, y, en esencia, “hacer lo que queramos” con los criminales.
“Fíjese en el panorama: muertes ordenadas desde el Ejecutivo a cualquier individuo etiquetado como enemigo y obligación de desaparecer cualquier prueba de esas muertes. Obviamente, el escenario que se deduce de ello es el de una completa confusión no solamente por los hechos en sí, sino por quien los denuncia. Es cierto que las instituciones de seguridad mexicanas ejecutan extrajudicialmente, torturan o desaparecen a individuos, pero la cuestión es que quien lo denuncia con éxito mediático es un grupo criminal que también asesina, tortura y desaparece a individuos, seguramente a mayor escala que las instituciones oficiales”, apunta Jesús Pérez.
Sin embargo, como los criminales se dedican a eso, se pueden permitir el cinismo de acusar a las autoridades. Y estas, como han sobrepasado todas las líneas rojas entre la Ley y la fuerza, solo pueden ofrecer a los ciudadanos una respuesta de más fuerza, ya sin legitimidad.
Agrega el experto: “Es más, esas autoridades actuarían, según el video, enviando con negligencia a gente no preparada (los dos que se confiesan serían un ejemplo evidente: individuos de veintitantos que apenas llevan un año laborando en la SEIDO), actuando de manera inmisericorde y corrupta, puesto que según el discurso del video, desaparecen a ‘mujeres, niños y personas mayores’, símbolo de inocencia, y se burlan ‘detrás de sus escritorios o en algún evento social, repartiéndose lo que sacan de los robos y secuestros’”.
Obviamente, el grupo criminal delinea ese panorama maniqueo para explotarlo miserablemente y presentarse con rasgos completamente opuestos a las instituciones federales. Así, los criminales serían profesionales y actuarían siempre de manera coherente y sin falsedades. Con esa mentira buscan arrojar una supuesta luz, nombrando los delitos cometidos.
“Frente a cifras negras o falta de datos oficiales, el grupo criminal responde con verdades negras: nombra ejecuciones extrajudiciales, tortura, robos, secuestros, desapariciones y violaciones. Esto se relaciona con la explotación que este grupo criminal hace de una aparente transparencia. Quiero decir que el video está impregnado de la intención del desvelo del secreto, cuando en realidad no se revela absolutamente nada que no sepamos ya”:
– Los criminales hablan, pero por boca de otros.
– Se muestran armas, pero no a quienes las portan.
– Se muestra a funcionarios de la SEIDO, incluso identificados por camisas, pero sin que se sepa su función en la corporación.
– Se enumeran delitos, pero no se concretan las víctimas, ni dónde se cometieron, ni cuándo.
La hipótesis del investigador es que esa didáctica de la falsa transparencia está al servicio de dar una imagen de omnipotencia de los criminales. “Por un lado, ellos dicen que siempre podían haber hecho mal, y si no lo hacían era por seguir unas reglas que los uniformados han roto: ‘Tenemos claro que siempre se nos respetó como autoridades porque ellos así lo decidieron no porque no pudieran hacernos algún daño’. Además, despliegan una capacidad de extenderse en el tiempo, pues lo escenificado en el video ‘seguirá pasando’ (esa expresión se dice dos veces). Finalmente, pueden levantar a cualquiera. Según confiesan los levantados, ‘el que nos vistamos como trabajadores normales no quiere decir que no sepan quiénes somos’”. Todo eso es una muestra de una propaganda muy sofisticada, pensada, con vocación estratégica”. 
NARCOIDEOLOGÍAS
Cada organización delictiva tiene su estilo y sistema de difusión de mensajes. En apariencia habría muchas semejanzas, pero en realidad son muchas más las diferencias. Aunque incipientemente, por las zonas de acción de estos grupos, los policías y sus superiores se imaginan la procedencia de los narcomensajes. Aquí lo desglosa el español Jesús Pérez Caballero:
“El CJNG es quien mejor aprovecha en sus videos la lógica contrainsurgente, desarrollándola conforme al México de hoy. Lo más destacable es esa plasticidad para conectar su discurso con inquietudes reales de la ciudadanía, como la percepción de la violencia, el vigilantismo o el caso de los mal llamados justicieros (que son una patética uberización de la justicia). Mezclan esa estructura discursiva muy férrea, con rasgos evidentes de operaciones de contrainformación y psicológicas, con una asepsia pseudo institucional. Eso es distinto a la comunicación de otros grupos”, asegura.
En cuanto al grupo de Los Caballeros Templarios, piensa que “tenían un aroma demasiado pararreligioso, extravagante y marcadamente ligado a Michoacán. Además, tanto ‘La Tuta’ como otros de sus líderes (‘El Tío’, ‘El Chayo’) eran grotescos, sin punch mediático. En cambio, Los Zetas son demasiado crudos, hasta vulgares en su crueldad, y el mensaje violento que muestran es el del patíbulo desnudo”.
En cuanto a la organización de Sinaloa, “no difunden de un modo unificado sus mensajes. Unas veces son similares en la explotación del discurso contrainsurgente, pero en otras ocasiones no presentan ese orden; y en general, están demasiado opacados por la presencia tan mediática de figuras como ‘El Chapo’ Guzmán. En algunos grupos del Golfo hay algo similar al CJNG, pero tanto ellos como Tamaulipas son, entre la población, sinónimo de muerte, no de orden, y eso les impide capitalizar inquietudes sociales. Frente a todos ellos, el CJNG envía fácilmente paquetes informativos insertos en la nebulosa de la contrainsurgencia y que entroncan con cuestiones nacionales”.
Parece que en los meses previos al proceso electoral no habrá tregua entre narcotraficantes, ni entre ellos, ni para con las autoridades. ¿Qué estamos por ver todavía en las acciones de los grupos de la delincuencia organizada en México? Pérez responde: “Estamos desde hace años en el escenario que sigue a la anulación del discurso público, donde la única meta es la fuerza y la depuración del enemigo. Lo que se promueve oficialmente y, evidentemente, por los grupos criminales es que la única gradación sea cuánta mayor o menor arbitrariedad estamos dispuestos a aceptar. Pero debemos impugnar ese marco de violencia arbitraria. Eso no se impugna pidiendo más policías y militares, ni jaleando linchamientos, justicieros y demás individuos que hacen outsourcing de la arbitrariedad”.
Finaliza el entrevistado por ZETA: “Hay que pensar en lo que ha descrito el historiador Camilo Vicente, cómo el Estado mexicano, históricamente, canaliza el excedente de violencia arbitraria para instaurar un orden que apuntala el status quo. La cuestión es oponerse a eso, desmontar la manera en que el paradigma contrainsurgente ha encapsulado el discurso público. Un contradiscurso nacional debe venir de los ciudadanos, no de grupos criminales como los del video”.
Fuente.-

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