No es estruendosa, pero la batalla que se libra detrás de las pantallas de los dispositivos inteligentes pone en juego la privacidad y –en algunos casos– la libertad de millones de personas en el mundo. Una de las figuras del frente que pugna por un internet libre y la protección de datos personales es Andy Yen, creador del servicio de correo electrónico ProtonMail, cuya fama dicta que es inviolable. En entrevista, el genio taiwanés alerta sobre el riesgo que corren las personas al utilizar redes sociales y programas mediante los cuales los gobiernos –con el pretexto de monitorear la pandemia de covid– acceden a toda la información de los usuarios.
ROMA (Proceso).– Son las cinco de la tarde de un día de agosto en Ginebra, y Andy Yen, doctor en física de partículas por la Universidad de Harvard, está sentado en un sofá del cuartel general de su empresa: ProtonMail, el servicio de correo electrónico encriptado que creó en 2014 y del que se dice que nadie puede espiar.
De acuerdo con su creador, este correo electrónico blindado ha crecido durante la pandemia causada por el covid-19 y hoy suma 30 millones de usuarios.
De voz cortés, en momentos inaudible por su tono bajo y la velocidad con la cual se expresa, el genio taiwanés conserva el rostro del eterno adolescente. Durante la charla realizada vía internet para Proceso, se aprecia que él es una de las figuras que en años recientes viene librando una guerra detrás de las pantallas en favor del internet libre, neutral y, sobre todo, que respete la privacidad de los usuarios.
Derecho a la privacidad
Así como su correo electrónico encriptado ha crecido durante la emergencia sanitaria, también ha aumentado el uso de programas informáticos (app) para señalar e identificar las zonas con más contagios por covid-19.
En el actual contexto, el doctor Yen advierte de la necesidad de que los gobiernos del mundo adopten marcos legales que protejan el derecho de los usuarios a la privacidad.
–Al parecer, algunas personas están muy preocupadas por el uso de los sistemas y
aplicaciones que rastrean y señalan a los infectados de covid-19 (el llamado contact tracing) y cuyo uso se extiende por todo el mundo –se le pregunta.
–Cuando le damos más poder a los gobiernos la pregunta es: ¿qué harán con ese poder? Los gobiernos tienen la costumbre de conquistar el poder y no devolverlo a la gente.
“Desde nuestra perspectiva no hay duda de que las app de rastreo pueden ser útiles para la contención de la pandemia.
“El asunto es que, ya sea que hablemos de México o de Suiza, necesitamos estar seguros de que exista un fuerte marco legal que proteja el derecho a la privacidad de los ciudadanos y limite la cantidad de información que es almacenada y la mantenga anónima; la preocupación que tenemos es que muchos sistemas no están completamente salvaguardando esos datos.”
De acuerdo con el experto, uno de los problemas es que los gobiernos, en sus medidas, no están apuntando a tutelas de largo plazo. Agrega: “Además, los actuales sistemas de estas app y los teléfonos inteligentes que tenemos no están diseñados para respetar la privacidad, esto nos expone a muchos riesgos, sobre todo ahora que nuestras vidas son cada vez más digitales”.
–¿La mayoría de los países no protege el derecho a la privacidad? ¿A qué puede llevar esto?
–Lo primero es el marco legal. ¿Cuál es la base legal que reglamenta y permite el rastreo de contactos? ¿Cuáles son las salvaguardas legales que protegen esta información? ¿Hay limitaciones que garanticen que esa información será borrada cuando la pandemia haya acabado? ¿Qué garantías tienen los ciudadanos sobre que estos sistemas sean sólo usados para el propósito para el cual han sido solicitadas y no para otros propósitos? Insisto, el problema es que muchos países no han puesto en marcha los marcos legales adecuados.
–Su equipo (el de ProtonMail) escribió que es clave que estas app sean de código abierto, no archiven datos de geolocalización y almacenen en los aparatos poca información y por un periodo limitado. ¿Hay países que estén cumpliendo con esto?
–Muy pocos. Suiza lo está haciendo. Este país tiene una tradición muy fuerte de tutela de la privacidad; Alemania también lo hace. Los casos positivos son los gobiernos que han adoptado los protocolos de protección de privacidad DP-3T y TCN.
–¿Y los que no?
–Le daré dos ejemplos: China y Corea del Sur. En Corea del Sur, donde no usan una verdadera app de rastreo, sino que emplean un sistema de triangulación para establecer la ubicación física del teléfono, han llegado a publicar en internet los nombres de las personas. Esa intrusión es muy traumática.
Amenazas
Consciente de que sí es posible un internet seguro, el genio taiwanés habla de los riesgos de que esta tecnología de rastreo continúe operando sin candados en favor de la privacidad y sean utilizados por regímenes totalitarios.
–¿Cuál es el peligro más inmediato?
–Imaginemos un escenario muy malo: un país en el que el contact tracing está muy extendido… Nuestra ubicación está siendo rastreada y la información es archivada de manera impropia e insegura. Imaginemos que un día alguien jaquea esa información y la difunde en internet, permitiendo que sea visible en todo el mundo, con datos sobre dónde hemos estado, con quién… o algo más delicado.
“En un escenario peor, piense que hay elecciones y que alguien decide que hay que suprimir el disenso y que se use esta información –la obtenida mediante un sistema de rastreo– para conocer la ubicación de las personas, saber quién es amigo de quién y, eventualmente, encarcelar a estos opositores. Ambas son situaciones que podrían ocurrir si no hay una reglamentación.”
–Mucha gente dice que la privacidad en la web no existe y que, en cualquier caso, no tienen nada que ocultar. Es un argumento muy popular. ¿Qué opina? –se le pregunta.
–Les digo que no es verdad –Yen reprime la risa–, convencido como estoy de que ni ellos mismos lo creen. No lo creen porque la privacidad es parte de nosotros como humanos, es una necesidad. A estas personas les digo: “Denme, entonces, sus claves de acceso a sus correos y a su teléfono”. La respuesta nunca es “sí”.
Educación
A diferencia de las regiones desarrolladas, donde es férrea la pelea por la defensa del derecho a la privacidad, en África, Latinoamérica y el sureste de Asia los gobiernos se preocupan más porque haya internet que por el resguardo de la información de los usuarios, destaca el doctor en física de partículas por la Universidad de Harvard.
–¿No cree que la suya es una batalla perdida?
–Sí y no –contiene una carcajada–. Estoy convencido de que la nuestra es una batalla de educación, porque cuando las personas de verdad entienden el problema están de acuerdo casi de manera universal con la necesidad de mayor privacidad. En este sentido ya hemos ganado.
“Pero, al mismo tiempo, estamos perdiendo porque no estamos llegando a suficientes personas porque la educación toma tiempo.
“Piense en Facebook: al comienzo, quizá en los primeros dos años, no solíamos prestar atención a los anuncios que nos sugiere, pero al cabo de un rato sí. Por ejemplo, cuando empiezan a aparecernos anuncios de ropa de bebé después del nacimiento de un hijo. Es ahí cuando entramos en una especie de fase dos, tomamos conciencia. Los jóvenes, en este sentido, son mucho más conscientes que las anteriores generaciones.”
–El tema no es una prioridad en las agendas públicas de Latinoamérica…
–Ahora internet está creciendo mucho en África, el sureste de Asia y Latinoamérica. Por ello en estos lugares la preocupación ahora es cómo tener acceso a internet, no cómo proteger la privacidad.
“Sin embargo, considero que es un error que los tomadores de decisiones de los países en desarrollo ignoren el tema de la privacidad. Porque es un tema que tendrá que ser abordado tarde o temprano, es inevitable, y si uno se enfrenta al asunto antes, será mucho más fácil de resolver.
“Como ventaja está el hecho de que esos países podrán mirar a los que ya han cometido errores. Esto, claro, requiere de un cierto nivel de planeación y de conocimiento; me parece lamentablemente que muchos de los que formulan las políticas respectivas carecen de esto.”
La batalla real
A Andy Yen se le pregunta por qué un genio de Harvard –como él–, que hasta hace seis años trabajaba en la Organización Europea para la Investigación Nuclear, el CERN, uno de los centros científicos más prestigiosos del mundo, está tan obsesionado con la privacidad en internet.
“La gente se sorprende, pero no es tan sorprendente. Pienso en la world wide web. ¿Dónde nació? En el CERN. Las ciencias están estrechamente ligadas a la tecnología y a la comunicación porque el objetivo de las ciencias es investigar y diseminar información. El nexo siempre ha estado ahí. Creo que quienes nos hemos dedicado a las ciencias deberíamos querer construir un mundo mejor.”
Y explica que en 2014 él y un grupo de personas se dieron cuenta que tenían que actuar porque todo este asunto de internet “no estaba yendo en la dirección inicialmente pensada por los científicos que habían creado este sistema. Se suponía que la web tenía que ayudar a difundir la democracia y la libertad, propagar la información y el conocimiento… y en parte ha servido para esto.
“Pero internet está en manos de pocos actores y no solamente no es un símbolo de libertad, sino que es, a menudo, un símbolo de opresión.”
El fundador de ProtonMail menciona el caso de China, cuyo régimen utiliza internet para reprimir a las personas.
“Hay gigantescas empresas, como Facebook y Google, usadas para traspasar información, que también intentan descubrir cómo piensas y cambiar tu comportamiento. Por eso nos involucramos. Pensamos que si no actuábamos ya sería demasiado tarde; vimos la situación en un punto ya muy crítico.
“Nuestras vidas están completamente online, hoy nuestros e-mails contienen probablemente más información que nuestros pasaportes.”
–Lo que dice recuerda a Tim Berners Lee, quien hace tres décadas creó la web tal como la conocemos hoy, con páginas y enlaces, y en los últimos años ha promovido una “Constitución de internet” que la comunidad internacional ha ignorado. ¿Cuál es su relación con él?
–Estamos en los mismos círculos académicos y compartimos la misma visión de cómo debería funcionar internet. Él ha dicho que la actual red ha traicionado su visión. En eso estamos completamente de acuerdo. Pero nosotros creemos que la lucha no puede ser sólo académica, pues estamos peleando contra naciones-Estado que usan internet para oprimir, y compañías tecnológicas gigantescas que han monopolizado internet y el acceso a los datos.
“Por eso hemos optado por un enfoque más pragmático, creando un software, construyendo una estructura y dando a las personas una alternativa cuando están online.”
–Parece que está hablando de una guerra real.
–Lo es. Sí, es una batalla y, como muchas batallas de estos días, esto está en curso ocurriendo entre bastidores; no es algo público. Pero es una batalla muy importante para el futuro de nuestras libertades. Porque no puedes tener democracia sin libertad de expresión. Esto va al corazón de nuestras formas de vivir.
“Por eso me he comprometido. No es fácil luchar contra personas tan poderosas, pero si miramos la historia, llega el cambio cuando las personas se han unido, cuando han creado movimientos.”
–¿Quiénes están del lado opuesto al de ustedes? ¿Los Estados, las agencias de inteligencia, las grandes multinacionales tecnológicas?
–El otro lado son algunos gobiernos, las agencias de inteligencia, por supuesto, las multinacionales de la tecnología. Google o Facebook están del lado de los consumidores, no están ahí para proteger a los usuarios, están ahí para obtener el máximo beneficio posible.
–Vuelve a la mente el porqué de esta determinación suya. No hay mucha información en sus biografías públicas. ¿Esto tiene que ver con su origen taiwanés? ¿Con sus padres? ¿Con su entorno en la época de la universidad?
–Sin duda haber nacido en Taiwán ha tenido un impacto en mí. Taiwán, a principios de los noventa, pasó de ser un Estado policial a la democracia más vibrante de Asia. Haber presenciado esa transición y cómo las vidas de las personas se iban liberalizando fue muy revelador, así como la gran diferencia con China. Pero otro factor importante ha sido mi vida como científico, pues hoy internet es el principal campo de batalla para la defensa de la democracia.
Las matemáticas como un escudo
El servicio de correo encriptado que creó en 2014 nació al calor del escándalo de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad estadunidense, que reveló que la vigilancia masiva es posible y que se hace a diario, se le comenta a Andy Yen.
Sin embargo, él detalla que en realidad ese escándalo confirmó algo que ya tenían identificado. Explica que, cuando salió a la luz el caso gracias a las revelaciones de Edward Snowden, no había nada que realmente no supieran. “Sólo me confirmó que debemos continuar por el camino tomado (la creación de ProtonMail).
–Entiendo que ustedes sólo responden a peticiones judiciales presentadas por la justicia suiza, con una larga trayectoria en protección de datos, y no, por ejemplo, a solicitudes de acceso a la información de los usuarios procedentes de Estados Unidos u otros países.
–Este es un requerimiento de la ley suiza. La razón por la que estamos afincados en Suiza es que, salvo que quieras construir tu empresa en un barco en medio del océano, debes tener tu residencia en un país, y el beneficio de Suiza es que tiene una larga trayectoria de protección de la privacidad y la seguridad de los usuarios. No es perfecto, pero es el lugar donde pensamos que las solicitudes de acceso a datos pueden ser mejor recibidas.
–Se dice que sus bases de datos están bajo tierra.
–Tenemos un número de bases de datos en lugares de alta seguridad en Suiza, pero fundamentalmente la forma en la que protegemos los datos de nuestros usuarios es mediante las matemáticas, la encriptación. Y lo bueno de esto es que las leyes pueden cambiar, pero hay una ley que no cambia: la ley de la matemática.
–La mayoría de las grandes multinacionales de internet son chinas y estadunidenses. ¿Esto no es un problema para el resto de los países?
–Es muy malo que todas tus empresas y sociedades dependan de una compañía extranjera; estas firmas no tienen el interés de los ciudadanos como su prioridad. Tiene duras consecuencias económicas, pues el futuro de nuestras economías y la evolución de internet es lo digital. El resultado es que todos los que no son chinos o estadunidenses no están teniendo ni beneficios económicos ni sociales de esta revolución.
–¿Falta interés?
–No. Si miras a México, el resto de Latinoamérica o Europa hay muchos jóvenes empresarios que quieren empezar nuevos negocios y trabajar en la industria tecnológica. El problema es que Facebook, Google y Apple son técnicamente monopolios. Por eso no hay manera de que un startup de otro país pueda competir con ellos.
“Hoy, si quieres promover una app en el sistema de Apple, ellos se llevan 30% de tus ingresos. ¿Cómo puedes competir con Apple, si es tu competidor y le tienes que dar 30%?
“Hablábamos antes de los chinos. La única razón por la que los chinos hoy son competidores es porque han prohibido el uso de las tecnologías estadunidenses… No digo que esto sea correcto, porque vivimos en democracias, pero en esto los gobiernos deben intervenir y actuar.
–Me imagino que usted ha perdido el miedo a enfrentarse a estos gigantes.
–No es verdad. Sí que les tenemos mucho miedo. Pero al igual que los manifestantes en Bielorrusia o en Hong Kong: no es que estemos en la calle porque no tenemos miedo, estamos en la calle porque hemos decidido tomar partido.
–Alguno podría argumentar que el sistema que ha desarrollado protege también a los criminales. Lo dicen funcionarios de la policía y fiscales.
–Bueno, en verdad, también nuestro sistema los protege a ellos. Los hay que usan nuestros servicios.
–¿Quién financia ProtonMail?
–La comunidad de usuarios, algunos de los cuales también son donantes; 90% proviene de ahí. Es el modelo más justo posible.