En el corazón de Cancún, entre lujosos resorts y playas turquesa, se escondió durante más de 15 años una red de esclavitud sexual dirigida por el exagente de inteligencia argentino Raúl Luis Martins Coggiola. Bajo la fachada de empresario hotelero respetable, Martins construyó un imperio criminal mientras aparentaba una vida de lujo y legalidad.
De la inteligencia argentina al paraíso mexicano
Martins Coggiola fue miembro de la Secretaría de Inteligencia del Estado Argentino entre 1974 y 1987, participando en la llamada “desperonización” del país. En 2002, se mudó a México, donde inició una nueva vida y, amparado en su experiencia y conexiones, logró camuflar actividades ilícitas detrás de centros nocturnos como The One, The Open y Divas Mix Sky.
El operativo y la caída
A los 70 años, Martins fue arrestado en octubre de 2019 por agentes de la Policía Federal y funcionarios de migración. El operativo fue discreto, pero marcó el fin de una farsa que había durado más de una década. Su detención evidenció la sofisticación de su disfraz: vestimenta sobria, accesorios discretos y una imagen de empresario exitoso.
Una empresa hecha para el crimen
La clave de su éxito fue la constitución de la empresa Turística Swing, S.A. de C.V., registrada con actividades legales como compra-venta de fraccionamientos y administración de restaurantes y hoteles. Sin embargo, detrás de esa fachada, operaba una red de prostitución y trata de personas. The One, en el bulevar Kukulcán, funcionaba como centro de captación y explotación de mujeres, muchas de ellas engañadas con falsas promesas de empleo.
La estructura empresarial estaba diseñada para proteger a los involucrados y dificultar el rastreo de las autoridades. Martins era el administrador único, con poder absoluto sobre las operaciones, mientras que sus socios y apoderados legales tenían funciones limitadas o desconocían los detalles más delicados del negocio.
El papel de la familia y la denuncia clave
El caso dio un giro cuando su hija, Lorena Martins, rompió el silencio en 2019 y denunció públicamente las actividades criminales de su padre, aportando pruebas concretas y testimonios de víctimas. Su valentía permitió abrir una causa judicial que escaló hasta la Corte Suprema de Argentina y ayudó a desmantelar parte de la red. También involucró a su hermano, Mariano Julio, acusado de lavado de dinero y sometido a un proceso de extradición desde España.
“Se acercó una chica que estaba borracha y me comentó que no podía trabajar sobria debido a las condiciones […]. Otra chica se lanzó por la ventana para no sostener relaciones sexuales con un integrante de los Zetas”, relató Lorena Martins sobre los testimonios recabados.
Impunidad y silencios institucionales
A pesar de la gravedad del caso, la Fiscalía General de la República en México no ha dado explicaciones claras sobre cómo Martins pudo operar durante años en una de las zonas más vigiladas del país. El caso expone las debilidades estructurales de las instituciones mexicanas, que permitieron que un criminal con conocimientos de inteligencia y recursos económicos disfrazara el delito con éxito empresarial.
Hoy, Martins enfrenta un proceso de extradición mientras permanece en prisión domiciliaria por decisión de un juez mexicano, bajo el argumento de violaciones a sus derechos humanos. Su historia es un ejemplo de cómo la trata de personas puede prosperar en la sombra de la legalidad y el turismo, y de cómo la denuncia de una hija fue crucial para derribar un imperio criminal.
Con informacion: MILENIO/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: