El saldo del mas reciente enfrentamiento ocurrido ayer en las primeras horas del miércoles en Nuevo Laredo,es un claro vaticinio de la violencia exacerbada que se avecina,producto de una recurrente y fallida estrategia militar ,que mas que resolver la violencia, la provoca aun mas, dejando a la población atrapada entre las patas y entre las balas, enfrentándolos a perdidas económicas,con daños y perjuicios e incluso la perdida de vidas inocentes, pues a la hora de disparar,el ejercito no distingue pecadores de penitentes, llegan a "somatar en vez de someter al imperio de la ley a los infractores, como lo mandatan las leyes" sin anteponer las capturas por encima de la vida e integridad de las personas, en vez de ponerlas en riego.
La Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas informó oficialmente,que siete militares resultaron lesionados por proyectil de arma de fuego, uno muerto y 7 presuntos delincuentes fueron abatidos, un ensangrentadero total, que inicialmente fue ocultado.
Desde el 11 de diciembre de 2006 cuando Felipe calderon decidió que el Ejército y la Armada salieran a confrontar a la delincuencia organizada, prácticamente no hay día en que no hayan protagonizado algún episodio de violencia y donde han realizado operativos y despliegues se ha incrementado la tasa de homicidios, y la propia Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se ha involucrado en innumerables masacres, antes,durante y despues,tal y como lo documento el CIDE,68 en total y tan solo en el pedido 2007-2011.
Un no tan reciente estudio, realizado en Estados Unidos, demuestra que los operativos militares en la llamada “guerra a las drogas” lanzada por Calderón tuvieron como consecuencia el aumento aumentaran las tasas de homicidios en las zonas donde se aplicaron, tal y como aun acontece.
La Sedena indico entonces, que entre el sexenio de Calderón y los primeros dos años de Peña Nieto hubo 3 mil 536 “agresiones” al Ejército, prácticamente una por día. Con excepción de Tlaxcala y Yucatán, todo el país ha sido escenario de confrontaciones con la participación de militares.
La mayor parte de esa violencia ocurrio en el noreste (Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila), pero también fue repetida en el norte (Chihuahua y Durango), el noroeste (Baja California y Sinaloa), el centro (Michoacán, Guanajuato y Zacatecas), el suroccidente (Guerrero) y el este (Veracruz).
La intervención de los militares está asociada al aumento de muertes violentas. Esa es una consideración que debio tomarse en cuenta en México para decidir la presencia de los militares en las calles, asegura Valeria Espinosa, analista cuantitativa de Google, una de las autoras del estudio ¿Las intervenciones militares en la guerra mexicana a las drogas incrementaron la violencia?,publicado por la Asociación de Estadística de Estados Unidos (American Statistical Association, ASA), la principal y más antigua organización de su tipo en ese país, cuyos integrantes trabajan en más de 90 naciones.
Doctorada el año pasado en el Departamento de Estadística de la Universidad de Harvard, Espinosa elaboró el estudio junto con Donald B. Rubin, profesor de esa universidad.
Apoyados en las cifras oficiales de México –del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de la Presidencia en el gobierno de Calderón y del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC)–, Espinosa y Rubin elaboraron diversos modelos estadísticos y concluyeron que la decisión del gobierno de México de involucrar a los militares en su guerra a las drogas “incrementó en promedio la tasa de asesinatos en las regiones donde hubo intervenciones militares” y la conclusión fue contundente: a mayor presencia militar, más violencia y tasas de homicidio más altas. Para demostrarlo, compararon las tasas de homicidio en cada región donde hubo operativos del Ejército con las tasas esperadas de no haber existido intervención castrense.
Con informacion de:Proceso/Valeria Espinosa/Donald B.Rubin/
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