A pesar de estar sumidos en una feroz competencia por el control de diversas economías criminales, los carteles más poderosos de México al parecer recurren a los mismos proveedores para abastecerse de químicos precursores para la producción de fentanilo.
Un informe del Centro Nacional de Inteligencia (CIN) identificó a tres empresas mexicanas que suministran químicos para la producción de fentanilo al Cartel de Sinaloa y al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), según un reportaje de Milenio.
Las firmas Corporativo y Enlace Ram, Corporativo Escomexa y Grupo Pochteca al parecer importaron sustancias claves como 4-Anilino-N-fenetil-4-piperidina (ANPP), cloruro de propionilo y anilina de India y otros países asiáticos. Estos por lo general arriban a puertos importantes de México, como Lázaro Cárdenas en Michoacán y Manzanillo en Colima.
Después de su importación, no es claro cómo se acordaban las ventas con ambos grupos criminales. Se dice que la Fiscalía General abrió investigaciones sobre cada una de las firmas por la venta de estos químicos mientras operaban bajo la fachada de distribuidores de software y fabricantes de bebidas, entre otros, como informó Milenio.
La producción de drogas sintéticas, como el fentanilo, suele ocurrir en laboratorios clandestinos en estados como Michoacán y Sinaloa antes de la etapa final de procesamiento, que puede darse en bodegas y residencias particulares en grandes ciudades.
A mediados de octubre, efectivos de la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional de México habían desmantelado más de 1.000 laboratorios clandestinos de droga en todo el país desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el poder a finales de 2018. Gran parte de ellos se descubrieron en el estado de Sinaloa.
Análisis de InSight Crime
El hecho de que el CJNG y el Cartel de Sinaloa se abastezcan de químicos precursores con las mismas empresas sugiere un par de conclusiones.
La primera es que esta dinámica muestra que el mercado de fentanilo ilícito en Estados Unidos —principal destino de la producción mexicana— ha crecido al punto de que genera ganancias suficientes para ambos grupos sin necesidad de hacerse al monopolio de los proveedores químicos necesarios para la producción.
De hecho, el fentanilo ha llegado a ser de lejos el principal factor de la actual crisis de opioides en Estados Unidos. En algunas regiones del país, el fenómeno dejó de originarse en la oferta para activarse desde la demanda.
En 2020, las sobredosis de drogas que incluían opioides sintéticos potentes como el fentanilo cobraron las vidas de unas 72.000 personas, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. De igual manera, los decomisos de la sustancia en la frontera entre México y Estados Unidos han superado el triple en los dos últimos años fiscales.
En segundo lugar, el reportaje muestra que las organizaciones criminales mexicanas explotan los puntos débiles en las iniciativas de regulación de las autoridades en industrias legales para facilitar la producción de sustancias ilícitas. Es una tarea compleja, pues los proveedores de químicos en países productores, como India y China, con mucha frecuencia son firmas legítimas que producen legalmente dichas sustancias.
De hecho, los gobiernos nacionales muchas veces están atentos en lo que respecta a la prohibición de la producción y la importación de ciertos químicos identificados como materia prima en la producción de drogas sintéticas. Cuando una sustancia es declarada ilegal y objeto de control internacional, sus componentes químicos pueden modificarse con facilidad para crear nuevos análogos y precursores no regulados que cumplan la misma función.
Es fácil que empresas de papel como las descubiertas en México importen las pequeñas cantidades que los grupos criminales necesitan para la producción, mezclándolas con productos legales o simplemente cambiando las etiquetas.
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