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domingo, 18 de julio de 2021

EL "MONOXIDO los MATO": CRONICA del MISTERIO ACLARADO de la MUERTE de "DOS MASCULINOS y DOS FEMINAS" en la HABITACION 48 de MOTEL de TLAQUEPAQUE"...asi ocurrio y sigue ocurriendo.



Una voz rasposa e intermitente en la frecuencia de la radio policiaca difundió esa tarde del lunes 13 de julio de 2009, el hallazgo de cuatro cadáveres. El cabinero del Centro Integral de Comunicaciones pidió en clave, “servicio completo”, lo que implicaba que el Ministerio Público del Semefo, los peritos en criminalística y el grupo en turno de la Policía Investigadora de Homicidios –los judiciales, pues- acudieran a indagar el asunto.

“Palomar a la J 21, 11-64 y grupo de 31… Por favor tomen nota… Nos confirma Base 17, la policía del municipio, cuatro veintinueves… Cuatro veintinueves de los que se ignoran causas… El 08 es Avenida Revolución 212, al cruce con calle Tonalá, en Tlaquepaque… Reportan que los veintinueves se ubican al interior de lo que es el Motel Caprice... Son dos masculinos y dos femeninas”…

Todavía en esa época el asesinato de cuatro personas no era un suceso muy recurrente. De tres muertitos pa’ arriba, ya era considerado aquello una masacre. Estábamos lejos aún de los homicidios multitudinarios o de las fosas con decenas y hasta cientos de cadáveres.

Tomé la decisión de acudir personalmente al “08”. De esa manera no tendría que esperar a que los del Semefo regresaran para pedirles la información a detalle. Levanté el teléfono de mi oficina y llamé al responsable de video y fotografía.

-Qué onda, Chino; la cabina del Palomar está reportando cuatro veintinueves ¿Ámos, no?

-¿Aaah, neta, pinchi Lino? ¿Cuatro veintinueves, ahorita?

-Sí, pinchi Chino, ahorita mero; todavía no tengo el don de la clarividencia para predecir los muertos que va a haber mañana o pasado, ámosle. Están adentro de… ¿Dónde crees? Del “Capricho”; ¿Sí lo conoces?, es un motel en Tlaquepaque…

-Este… Sí, un amigo me contaba que a veces iba ahí…

-Ey, a mí también otro amigo me contó…

(II)

Cuando llegamos ya estaban en el lugar una nube de periodistas, que estacionaron sus vehículos en el pasillo principal del motel, entre ellos un Chevy azul eléctrico de Televisa; otro vehículo compacto, en color blanco con logos de TV Azteca; un Tsuru de Notisistema y otro carro de Canal Ocho. Los reporteros se hallaban parados afuera de la habitación 48, con cámaras, micrófonos, libretas, plumas y grabadoras en mano.

Aunque íbamos en un carro con placas de circulación oficiales, el Chino Ismael y yo lo dejamos estacionado a una cuadra. Que el jefe de Comunicación Social de la Procuraduría de Justicia del Estado –hoy Fiscalía- acudiera a una escena del crimen no era algo muy común, así que en cuanto me vieron, varios reporteros pidieron información a gritos.

-¡Lino, pásanos datos!.. ¿Va a haber entrevista?.. ¿Podemos entrar al cuarto?..

Sin detener el paso apresurado, contesté que iba a hablar con el “MP” del Semefo y que en un ratito les pasaríamos pormenores, pero eso sí, “reservando los datos que entorpezcan la investigación”.

La habitación número 48 tenía totalmente abierta la cortina corrediza tipo California, que -según me ha platicado un amigo- caracteriza a los cuartos de motel, así es que el Audi A3, modelo 2001, color azul marino, estacionado de reversa en la cochera, quedó con su parte frontal expuesta, de modo que el Chino y los demás camarógrafos y fotógrafos se dieron vuelo sacándole imágenes con las cintas amarillas de “PROHIBIDO EL PASO – ESCENA DEL CRIMEN”, en primer plano.

El automóvil tenía los cristales de las ventanas abajo y el quemacocos abierto. No portaba la placa delantera; las llaves, puestas en el switch en posición de encendido.

Las cuatro víctimas se registraron en la víspera, a eso de las 19:30 horas. Y a las 14:00 horas de ese lunes, una de las camareras hizo el “trágico hallazgo”.

(III)

La habitación era de las más chicas del motel; estaba impregnada con olor a humo de los vehículos de motor. Pese a que los agentes y peritos ventilaron el sitio abriendo la puerta del cuarto y la única ventana –de diminutas dimensiones-, el tufo picaba en la nariz y hacía arder los ojos.

En los asuntos como el de ese día, en los que hay más de un cadáver, el Semefo les asigna a cada uno de los fallecidos un número en el acta ministerial, mientras son reclamados por sus deudos y dejan el anonimato para contar con nombre y apellido.

El cuerpo número uno se hallaba en la salita. Era un muchacho de 26 años bocaabajo y sin camisa. En la espalda tenía tatuada una cruz, esa que ya no llevaría nunca más a cuestas.

Afuera del baño quedó “el occiso número 2” –así fue literalmente identificado por el forense- sentado en un pequeño taburete, como haciendo antesala para entrar. Se trataba de un joven de 21 años, con las piernas estiradas, las manos sobre la cintura y con la cabeza recargada en la pared. Sus ojos, semiabiertos, al igual que la boca. Vestía una playera “tipo Polo”, en color blanco con rayas horizontales. La única evidencia sobre la causa de su fallecimiento fue una mancha amorfa de vómito amarillo en el pecho.

Las mujeres fueron encontradas dentro del WC. Una de ellas -el cadáver tres- fue localizada sentada en el lavamanos, que estaba compuesto por una losa de mármol. Quedó inclinada sobre su costado derecho, con la cara en la llave del agua. Tenía un short blanco y una blusa morada, de tirantitos.

La otra chica o el “cadáver cuatro” yacía en el piso. En la mano derecha, cerca de la cabeza, apretaba, con la rigidez que ya se iba generalizando en su cuerpo, un cepillo para el cabello. Como prendas de vestir traía un pantalón corto de color rosa, igual que su blusa.

Contaban con 19 y 21 años de edad. Eran delgadas. Usaban tintes de pelo castaños y maquillajes en tonos pasteles, un tanto exagerados; sin embargo, en sus rostros comenzaba a asomar la lividez que invade a los organismos por los que ya no circula la vida.

Los investigadores encontraron dieciocho latas de cerveza, colillas de cigarro y algunas “bachas” y semillas de mariguana, mas ningún arma o sustancia venenosa.

Las evidencias permitieron adelantar una hipótesis que terminó por confirmarse horas más tarde en las planchas de la morgue: las dos parejas llegaron “enfiestadas” al motel, estacionaron en reversa el coche y dejaron el estéreo a alto volumen pero con el motor encendido a efecto de que la batería no se descargara. El escape del Audi apuntaba justo a la entrada de la habitación, diminuta y carente de flujo del aire. El monóxido de carbono y otras sustancias letales que despidió la máquina, se mezclaron furtivamente con la música de banda, desplazaron al oxígeno y asfixiaron a los cuatro jóvenes.

El motor permaneció encendido hasta que la gasolina se acabó. Las notas musicales dejaron de sonar cuando el acumulador terminó por descargarse.

Recuerdo doce años después lo impresionante de verlos como si estuvieran dormidos. No tuvieron tiempo de reaccionar, y eso que eran fuertes y jóvenes. Las posturas de las chicas mostraban que una estaba frente a la otra, platicando sin la mínima sospecha, cuando la mezcla de gases emanados del carro, como un ángel exterminador invisible, de un solo golpe de espada les segó la vida.

(IV)

El Chino y yo salimos para atender a la prensa. Ante la insistencia de “posibles huellas de violencia”, reiteré que no las había, que todo apuntaba a un lamentable y fortuito hecho, pero que habríamos de esperar el resultado de “la necropsia” y la opinión del doctor Mario Rivas Souza, decano de los médicos forenses en Jalisco.

Los periodistas se retiraron poco a poco y cuando ya no quedaba ni uno solo, le sugerí al Chino que saliéramos separados del motel.

-Aaah, pinchi Lino, qué prejuicioso eres, me cae; vente, ámonos juntos, no pasa nada…

-Zas, pues…

Justo al ir saliendo del “Capricho”, se paró, debido al alto del semáforo en Avenida Revolución, un coche rojo con dos o tres muchachos a bordo –de la vergüenza no recuerdo cuántos eran exactamente- quienes al ver a un par de hombres cuarentones dejando atrás y sin ningún pudor un motel, nos echaron carilla durante el tiempo que tardó en llegar la luz verde:

-Eeeeeh, los novios; eeh eeh eeeeeeh…

De regreso a la “Procu”, el Chino se mostraba admirado por lo inusitado de las muertes que acabábamos de conocer:

-Oye, Lino, este caso sí está bien extraordinario ¿Verdad? Casi no se dan situaciones así ¿No?..

-No te creas. A mí me parecen muertes cíclicas. Ya ha habido casos de parejas que terminan casi igualito que éstas.

(En octubre del 2002, un hombre y una mujer murieron por dejar el coche con el motor encendido en un motel de la Avenida R. Michel. Y casi nueve años después de los cuatro cadáveres del Caprice, una pareja perdió la vida en similares circunstancias, el 25 de mayo del 2018, en un hotel de paso de la calle Emilio Castelar al cruce con Avenida Vallarta).

-¿Tons no es un hecho tan inusitado?–insistía el Chino

-También es inusitado que me vean saliendo del motel bien contentote, codo a codo con un cabrón…

fuente.-

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