Los cazas de la OTAN que vigilan el espacio aéreo de las repúblicas bálticas se enseñan con frecuencia los dientes con sus homólogos rusos. Incluso entre aliados, pero no amigos, la conflictiva frontera entre Turquía y Grecia ha sido escenario de más de un incidente militar. Pero nunca un barco de guerra de la OTAN había apuntado su armamento contra otro buque de la Alianza Atlántica. Eso es lo que sucedió el pasado 10 de junio en aguas del Mediterráneo, según el informe que Francia ha distribuido a los demás miembros de la organización.
El 9 de junio, la fragata francesa Courbet, integrada en la Operación Sea Guardian, de seguridad marítima en el Mediterráneo, bajo control operativo del Mando Naval de la OTAN en Northwood (Reino Unido), recibió orden de controlar al Cirkin, un Ro-Ro (buque con rampa para cargar vehículos) con bandera de Tanzania, que podía estar implicado en el contrabando de armas a Libia, contraviniendo el embargo decretado por Naciones Unidas.
Había motivos para la sospecha. Entre enero y mayo de este año, el buque había operado en el mar Negro, entre los puertos rusos de Tuapse y Novorossiysk y el turco de Samsun. Antes de entrar en Misrata (Libia), el 28 de mayo, había cambiado de nombre, anteponiendo el prefijo Cir al original Kin; y, entre el 2 y el 7 de junio, hizo escala en Haydarpasa, enfrente de Estambul, donde previsiblemente borró la matrícula que la Organización Marítima Internacional (OMI) adjudica a todos los buques. Cuando salió a navegar, desconectó el sistema de identificación automática (AIS), que permite seguir su singladura.
Al mediodía del 10 de junio, la fragata italiana Carabinieri, que también formaba parte de la flota de la OTAN, entró en contacto con el Cirkin y recibió orden de permanecer junto al buque, lo que sirvió a la Courbet, al mando del operativo, para aproximarse a la zona. Interrogado por el comandante de la fragata francesa, el capitán del barco aseguró que los 54 contenedores que llevaba en la cubierta principal (avistados por un avión espía estadounidense que sobrevoló la zona) contenían material sanitario. La explicación resultaba poco convincente, por lo que la Courbet se preparó para una “inspección no cooperativa”, es decir, un abordaje.
Contrabando de armas
Antes de que pudiera acercarse, dos fragatas turcas que escoltaban el convoy, la Oruçreis y la Gakova (esta última, una FFG estadounidense remozada) se interpusieron en su camino. Por tres veces, en un intervalo de solo 10 minutos, los radares de la Oruçreis iluminaron a la fragata francesa, lo que equivale a señalarla como objetivo de sus misiles; mientras que los tiradores turcos destaparon las ametralladoras de calibre 12.70 y se colocaron los chalecos antibalas. Un helicóptero SH-70 despegó del buque turco y se mantuvo en posición estacionaria sobre la cubierta sin llegar a alejarse.
El Ministerio de Defensa francés denunció la “conducta extremadamente agresiva y hostil” de Turquía contra “un buque de la OTAN, bajo mando de la OTAN, en misión de la OTAN”. Según se ha sabido luego, el Cirkin ya había sido interrogado por el buque griego Spetsai, integrado en la misión Irini de la UE, cuyo objetivo es precisamente vigilar el contrabando de armas hacia Libia. Sin embargo este hecho era desconocido por el Mando Marítimo de la OTAN, ya que, a mediados de mayo, a petición de Turquía, se había prescindido del oficial de enlace de la UE en el cuartel aliado de Northwood y no había intercambio de información entre ambas organizaciones.
El incidente entre las fragatas francesa y turca se trató en la reunión telemática que los ministros de Defensa de la OTAN mantuvieron el 18 de junio. Deseoso de evitar un choque abierto entre dos aliados, el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, optó por dar una patada hacia adelante y anunciar la apertura de una investigación. Lo último que quiere Stoltenberg, reconocen las fuentes consultadas, es indisponerse con cualquiera de los dos países, lo que apunta a un cierre en falso de sus indagaciones.
París ha distribuido fotografías de la fragata turca, tomadas durante el incidente, que parecen avalar su versión, a juicio de los expertos. Además, reclama mayor coordinación entre las misiones de la OTAN y la UE en el Mediterráneo, un mecanismo de resolución de controversias en el seno de la Alianza y el compromiso firme de todos los aliados —es decir, de Turquía— de que respetarán el embargo de armas a Libia.
Las autoridades turcas, por su parte, aseguran haber demostrado documentalmente a la OTAN la falsedad de las acusaciones de París y le exigen que presente disculpas públicas.
De momento, la principal víctima es la solidez de la propia Alianza. El miércoles, el Ministerio de Defensa francés anunciaba que retira “temporalmente” todos sus medios de la operación Sea Guardian de la OTAN.
LA ALIANZA ATLÁNTICA, UNA ORQUESTA QUE DESAFINA
Al secretario general, Jens Stoltenberg, cada vez le cuesta más mantener la armonía en la OTAN. El primero que va a su aire es el teórico director de la orquesta, Donald Trump, quien anunció la retirada de las tropas estadounidenses de Siria sin avisar a sus aliados. Pero el principal verso suelto es el turco Recep Tayyip Erdogan, que decidió unilateralmente invadir el norte de Siria, controlado por los kurdos, y trasladar a Libia sus milicias yihadistas. El presidente francés, Emmanuel Macron, atribuye a Erdogan una “responsabilidad criminal” en el conflicto libio, mientras que Ankara le acusa de favorecer a Moscú por su cercanía al general Hafter.
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