“Dejamos que los pacientes se inyecten ellos mismos, porque ellos saben mejor que nadie qué vena ya está lastimada, dónde duele menos. Los doctores o enfermeras están presentes para asegurarse que nadie se lleve la heroína a la calle para venderla. Luego que el paciente se inyecta su dosis, debe entregar la jeringa”, explica a Apro el doctor Christian Haasen, médico psiquiatra especialista en adicciones a drogas duras.
Haasen fue el corazón y motor del exitoso proyecto en Alemania de clínicas de sustitución de opioides, donde en casos extremos se brinda heroína gratuita a personas a quienes los tratamientos tradicionales no les funcionaron.
El doctor tiene 28 años de experiencia en el tratamiento de adicciones. Fue director del Centro de Estudios Sobre Drogadicción.
“En los años ochenta en Alemania, comenzaron los primeros proyectos de sustitución de heroína por metadona y casi todas las investigaciones que se han hecho desde entonces mostraron que la mayoría de los pacientes pueden reducir o incluso abandonar la heroína. También notamos la reducción de la criminalidad. Los adictos ya no tienen que delinquir para comprar su heroína; sólo necesitan ir al médico para que les dé una receta y en la farmacia les dan su metadona”, afirma.
Aclara que la metadona es un opioide y fue la primera sustancia de sustitución de la heroína. “Poco a poco vimos que hay personas a quien les funciona bien, pero a otras no. La metadona, en la mayoría de los casos, evita los terribles síntomas del síndrome de abstinencia de la heroína, pero tiene severos efectos secundarios. Hay grupos de adictos que prefieren seguir inyectándose heroína que usar los opioides de sustitución. Si al paciente le sientan bien las pastillas o el jarabe de metadona, no hay motivo para cambiar a la inyección. Los fármacos para atender a los adictos han sido otros opioides: en primer lugar, la metadona, luego la codeína y finalmente llegó la buprenorfina”.
Cada país “tiene sus heroinómanos
En Alemania, las clínicas de sustitución de opioides están en edificios que anteriormente fueron bancos. La seguridad es extrema para evitar robos o ataques. Los pacientes llegan desde temprano. Parece un laboratorio de análisis clínicos; hay jóvenes, amas de casa, estudiantes, obreros, hombres de negocios, artistas, de todo.
Haasen dice que cada país “tiene sus heroinómanos; en Alemania son como 150 mil” de una población de 80 millones. Para él, el verdadero problema es el alcoholismo: un millón. De 200 mil adictos a opioides, la mitad, cien mil, están en un programa de sustitución. “Se puede decir que, si un país tiene el 50% de todos sus adictos a opioides en un programa de substitución, significa que su sistema de salud funciona bien. En Italia apenas cubren al 25 %, en otros países no pasa del 10%; España y Portugal están entre el 30% y el 40%. Los países, mientras más al este de Europa, baja la proporción”, comenta.
–¿Y qué pasa con la mitad que no toma tratamiento en Alemania?
–Puede ser que ya no estén tomando droga o sustitutos, puede que estén tomando nuevas drogas de la calle o prefieren quedarse como están.
–¿Dónde consiguen la heroína las clínicas?
–Hay compañías privadas que producen exclusivamente heroína para las clínicas de atención a adictos y lo hacen sin fines de lucro.
Alemania la compra de dos laboratorios, un suizo y un inglés. No son las grandes multinacionales, pues ellas no quieren que su nombre esté asociado a la heroína. Esos pequeños laboratorios fabrican heroína exclusivamente para el campo médico y es la seguridad social quien paga el fármaco.
“La metadona es muy barata. Un tratamiento de sustitución por un mes de metadona cuesta 100 euros (unos mil 200 pesos); lo caro en el tratamiento no es la heroína inyectable, sino la clínica, el equipo, los salarios del personal que trabaja todos los días del año. La ventaja de la metadona es que sólo se necesita una pastilla al día. En cambio, los heroinómanos necesitan dos o tres inyecciones al día.
Son como los diabéticos que se inyectan insulina antes de comer para poder llevar una vida normal. La metadona se presenta en pastillas o líquida. Si como médico sospechas que el paciente va a vender la metadona, puedes escribir en la receta que le den un vasito en la farmacia y que se beba ahí mismo delante de todos. Sólo las personas que tienen acceso a la seguridad social pueden recibir el tratamiento”.
Heroína inyectable
“El primer país que empezó a darle heroína pura (diasetil morfina) a sus adictos fue Suiza. Los pacientes se estabilizaron social y económicamente”, subraya Haasen.
Y sostiene con orgullo: “Con estas clínicas cayeron los índices de criminalidad. Ya nadie necesita robar o prostituirse para comprar droga, pues la recibe gratuitamente, además, limpia y de buena calidad. Los casos de hepatitis, SIDA e infecciones disminuyeron, pues se usa material nuevo y esterilizado”.
El especialista afirma que los resultados en Suiza fueron tan buenos que los médicos pensaron en replicar la estrategia en otros países como Holanda, donde además se observaron y documentaron las reacciones de los pacientes. Alemania fue el tercer país en abrir las clínicas de sustitución y heroína inyectable.
“Hicimos un estudio en 2001, muy extenso con mil adictos: a la mitad les inyectamos heroína y a la otra mitad les dimos metadona para ver cuál era la diferencia. Esta investigación demostró que es mucho mejor dar a los pacientes heroína inyectable. Este es el estudio de mayor envergadura que se ha hecho en el campo de las adicciones en la historia, y cuando finalizó los congresistas alemanes tuvieron que cambiar las leyes, ya que el uso de heroína estaba prohibido. El proyecto lo presentamos médicos, científicos y contamos con el respaldo de la policía cuyas estadísticas constataron que desde que dimos heroína gratuita a los adictos, los índices de criminalidad cayeron a la mitad”.
Haasen rememora que al llegar Angela Merkel y la Democracia Cristiana al poder, fue más difícil convencer a los congresistas de despenalizar el uso de la heroína. Sin embargo, ofrecieron argumentos médicos de mucho peso y contaron con el apoyo de la comunidad científica y de la policía.
“Lo logramos. Ahora en Alemania es legal dar heroína como medicina en clínicas para adictos. La Universidad de Hamburgo tuvo el liderazgo de la investigación en el que participaron muchas universidades. A la novedosa terapia se unieron Dinamarca y luego Canadá. En el Reino Unido siempre fue legal dar a los pacientes heroína como medicina, pero pocos médicos lo hacían. Después de las investigaciones en Suiza, Holanda y Alemania, los ingleses empezaron sus propias pesquisas y la heroína inyectable se volvió un tratamiento normal. Ya somos seis países que usan esta nueva estrategia”.
En su artículo titulado “Sin Anestesia”, publicado 6 de febrero pasado en Contexto.mx, el doctor Octavio Calvillo afirma que se han podido obtener cerca de 20 fármacos a partir de la goma de opio. “Los opiáceos más antiguos son la heroína y la morfina; entre los sintéticos resalta el fentanilo, que es 100 veces más potente que la morfina”.
En contraste con Alemania, en Estados Unidos el crimen organizado mezcla fentanilo con heroína de mala calidad. Las consecuencias son fatales: hay muchas muertes por sobredosis. Los adictos no saben qué se están inyectando.
El “científico loco”
“El doctor Leopoldo Salazar Viniegra fue un médico muy distinguido en México en los años treinta; él descubrió que la adicción es una enfermedad psiquiátrica y fundó clínicas de metadona donde los adictos la recibían gratuitamente junto con un programa de rehabilitación. Ahora la metadona puede ser sustituida por la buprenorfina, otro opiáceo con menor toxicidad. Al doctor Salazar lo llamaban “el Científico Loco”. Fue director de la clínica psiquiátrica conocida como La Castañeda y después fue ministro de Salud durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río”, señala a Apro el doctor Octavio Calvillo, investigador mexicano radicado en Estados Unidos y experto en el combate de dolores crónicos.
Las clínicas para adictos del doctor Salazar fueron cerradas por la presión de Estados Unidos. Mientras en México se hacían estudios científicos y serios sobre las adicciones, en la Unión Americana surgió una supuesta guerra contra las drogas, fomentada por un burócrata perverso: Harry Anslinger.
Este agente federal manipuló el miedo y la ignorancia de los estadunidenses para hacer parecer a los adictos como los peores criminales. En la década de los treinta, al tiempo que Ansliger montaba su exitosa campaña para criminalizar fármacos, usuarios y doctores, garantizó que todas las drogas estuvieran exclusivamente en manos de la Mafia, para así imponer los altísimos precios. Ansliger inventó el enemigo ideal y con ello consiguió poder, armas y mucho presupuesto para la Oficina Federal de Estupefacientes.
Las adicciones, un tema de salud pública, fue inflado y convertido en asunto de seguridad nacional. Anslinger llegó al extremo de enviar a prisión a los médicos que atendían a los adictos.
“El supuesto combate a las drogas se convirtió en el pretexto perfecto para hacer negocios con el crimen organizado”. Esta es la principal tesis de la extensa investigación del periodista británico Johann Hari, en Chassing the scream, publicada en castellano bajo el título, “Tras el Grito”.
–¿Cuáles son los criterios para decidir si un paciente es candidato a inyección de heroína o a tabletas de metadona?, pregunta la reportera al doctor Haasen.
–Cuando el paciente me dice que se inyecta heroína, entonces es candidato a la inyección siempre y cuando demuestre que ya tuvo un tratamiento de metadona que no funcionó. Casi todos los heroinómanos tienen entre 40 y 50 años y muchos de ellos ya han tenido algún tratamiento en el pasado”.
El psiquiatra alemán afirma que en Canadá y en Estados Unidos el problema no es la heroína, sino otros opioides, como el oxicodón, que se receta contra dolores intensos, pero en dosis tan altas o prolongadas que los pacientes se vuelven adictos sin quererlo ni saberlo. Esos pacientes son candidatos a terapias de sustitución con metadona, codeína o buprenorfina.
“Hay quien obtiene el oxicodón de las pastillas o los parches. Lo vuelve líquido y se lo inyecta. Ellos serían candidatos a heroína inyectable. Para los dolores extremos como los de cáncer, se combate con pastillas de morfina; ésta tiene exactamente el mismo efecto que la heroína, de hecho, son lo mismo, la diferencia es que una se inyecta y la otra no”.
Aclara: “Con la inyección de heroína, la sensación de estar high la tienes solo por los primeros cinco minutos y después te relajas. Con las pastillas de morfina sólo hay relajamiento”.
El discurso moral no cura
“La drogadicción es una enfermedad como cualquier otra. Para combatirla usamos diversos tratamientos con diversos fármacos. Nosotros no vemos la adicción desde un punto moral sino médico. Para la hipertensión arterial, hay entre cinco y siete medicinas para controlarla; en algunos pacientes un medicamento funciona mejor que otro. Así debemos ver la adicción a las drogas. Metadona le puede funcionar muy bien a algunas personas y a otras no, y para ellos debemos tener otras opciones: morfina, codeína y la heroína inyectable”, sostiene el experto germano.
Añade: “Cuando tenemos un paciente que nunca ha tenido tratamiento, empezamos con metadona o alguna sustancia de sustitución oral, porque es lo más fácil; si no funciona con una pastilla, buscamos otra solución. Esto es una enfermedad. Si el paciente recibe metadona, pero sigue yendo a la calle buscando heroína, no es que sea una mala persona, sino que su tratamiento no funciona. Nosotros los médicos somos quienes tenemos que cambiar el tratamiento”
–¿Hay esperanza de que un paciente puede liberarse de la heroína?
–Claro que hay, pero es decisión del paciente. Hay quien no quiere dejar la heroína y quiere vivir con ella el resto de su vida. Eso no es nada malo. Cada adicto puede llevar una vida normal como tú y yo. El alcohol es más tóxico que los opioides, pero es legal y mejor visto que la heroína, aunque médicamente es el revés. Todo el planteamiento sobre las drogas está en un discurso moral. El discurso es moral, no es objetivo.
“Los opioides no son tóxicos, pero te vuelven adicto. Y el problema no son los opiodes, sino el entorno del adicto.”
El testimonio de un joven adicto que lucha por reconstruir su vida, le da razón al doctor Christian Haasen. A condición de no revelar su nombre, expone:
“Yo me volví adicto por las malas compañías. Me junté con amigos que un día me ofrecieron probar el crack, la piedra, la cocaína, y me volví adicto. Vengo de una familia rota. Mi mamá nos abandonó, mi papá nunca nos quiso; lo peor es que él era muy violento. Ya murió. En las drogas encontré un consuelo muy caro porque para pagarlas tenía que robar y me metí en muchos problemas con la ley. Tengo una inestabilidad emocional muy fuerte. Dejé la escuela, no tengo trabajo. Con los opioides de sustitución estoy tratando de salir adelante, pero mi problema no es sólo la adicción, sino mi situación personal y emocional”.
El doctor Haasen sostiene que la adicción a las drogas se encuentra en todas las clases sociales, y observa que en los países donde el Estado no toma cartas en el asunto, sólo los ricos pueden pagar las drogas o los tratamientos. En contraste, los pobres tienen que robar o prostituirse para pagar su dosis de cada día; ellos son los que terminan viviendo en la calle y comiendo de la basura.
Además, según el experto, los vendedores de droga se vuelven los dueños de la vida de los adictos. Si el Estado atiende a los fármaco-dependientes, además de ayudarlos a salir adelante, impedirá que florezca el negocio de los traficantes.
–¿Cuál es el origen de las adicciones?
–Es una constelación de muchos factores. Hay pacientes que tuvieron una vida muy dura, pero también uno puede encontrar personas con una vida terrible que no tienen adicciones. La diferencia entre estos dos grupos puede ser de orden genético. En algunos pacientes ves clarísimo que su adicción tiene que ver con algo terrible que les pasó y en otros no hay nada grave ni antecedentes familiares.
“Hay una nueva hipótesis en la comunidad científica: los adictos a opioides no producen de manera natural suficientes endorfinas en su cerebro; es decir que sufren una falta genética de opioides naturales.
“Si tomas una dosis adecuada de heroína no te pasa nada. Si tienes heroína limpia y gratuita para toda tu vida, no hay problema. El dejar las drogas es una decisión de los adictos. Los drogadictos no son malas personas. Solo les falta algo”, concluye.
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