Ted Bundy, John Wayne Gacy, y Jeffrey Dahmer. Fotos vía Wikimedia commons. |
Hace poco menos de 39 años, en un sórdido motel del estado de Nueva York, Peter Vronsky tuvo un encontronazo con un hombre conocido como el carnicero de Times Square. El encuentro fue breve, pero cambió la vida de Vronsky.
Tras cruzarse con aquel asesino, célebre por dejar atrás únicamente los torsos de sus víctimas desmembradas, Vronsky no ha dejado de estudiar a otros hombres como él.
Desde entonces, Vronsky, hoy investigador histórico y profesor de la Universidad de Ryerson, en Toronto, ha escrito varios libros sobre el tema, entre los que destaca especialmente Serial Killers: The Method and Madness of Monsters. En su última obra, Sons of Cain, Vronsky aborda la génesis de los asesinos en serie, analizando qué factores propician su aparición, qué similitudes guardan estos individuos con el resto de la sociedad y cuánto tiempo llevan entre nosotros.
El libro es el fruto de años de investigación y al menos cuatro de escritura. En sus páginas, Vronsky asegura que los conflictos en Oriente Medio y la crisis económica de 2008 pueden provocar un repunte de asesinos en serie dentro de dos décadas. Aun más inquietante resulta su afirmación de que en lo más profundo de nuestro ser —allí donde almacenamos todo lo malo que nos ocurre—, todos llevamos un asesino en serie.
Llamamos al doctor Peter Vronsky para hablar del auge de asesinos en serie que pronostica, de las similitudes entre estos y la obesidad, y del asesino que llevamos dentro.
VICE: ¿Por qué decidiste pasarte la vida investigando a asesinos en serie?
Vronsky: En 1979 estuve trabajando como ayudante de producción y viajaba mucho por Nueva York. En uno de esos viajes, me quedé varado y tuve que buscar un sitio barato para dormir, así que reservé una habitación en un hotel muy sórdido, conocido por ser frecuentado por prostitutas. Mientras me daban la habitación, en el piso de arriba un tipo había asesinado a dos mujeres, les había cortado la cabeza, prendido fuego a sus torsos y se disponía a huir.
En la recepción, yo estaba molesto porque quería subir a mi habitación y el hombre estaba reteniendo el ascensor en el piso de arriba, supongo que a la espera de que el fuego se avivara. Cuando finalmente bajó, le dediqué una mirada fulminante al tipo, que no era otro que Richard Cottingham, el carnicero de Times Square. El hombre llevaba una bolsa con las cabezas de sus víctimas y pasó junto a mí. Fue un encuentro de diez segundos. Parecía una persona como cualquier otra y solo después me enteré de lo que había hecho. Desde aquel momento, he sentido un gran interés por saber cómo se crean estos monstruos.
Hablas mucho de la “época dorada” de los asesinos en serie. ¿A qué te refieres exactamente?
El término “asesino en serie” surgió entre 1970 y 1999. Fue la época en la que Ted Bunty, John Wayne Gacy o Jeffrey Dahmer fueron personajes prominentes en la sociedad y sus asesinatos quedaron grabados en la cultura popular. Estadísticamente, fue un periodo en que apareció el 82 por ciento de los asesinos en serie estadounidenses del siglo XX. Esa es la razón por la que yo y otros autores nos referimos a este período como la época dorada de los asesinatos en serie.
Todo ocurrió en ese período ¿Qué lo provocó?
Ese era el misterio que intentaba resolver. Muchas veces la explicación la encontramos en cómo era la sociedad en el momento en que se produjeron esos asesinatos. Según las estadísticas, los asesinos en serie matan por primera vez, en promedio, a los 28 años, pero sus fantasías empiezan a desarrollarse desde una edad tan temprana como los 5 años. Suele oscilar entre los 5 y los 14. Por eso pensé que lo de Ted Bundy, John Wayne Gacy y todos ellos tenía que venir de su infancia.
Empecé a ver que los asesinos de esa época dorada habían crecido en las décadas de 1940 y 1950, principalmente. Hay que ver qué ocurría entonces, en qué tipo de cultura estaban siendo educados y quiénes eran sus padres. En ese aspecto vemos que hubo dos acontecimientos principales: la Gran Depresión, que diezmó a una generación de hombres que eran los que debían ganar el sustento para sus hogares, y la Segunda Guerra Mundial, que debió de haber traumatizado a muchos padres y destrozado a muchas familias. Se tiende a pensar en este conflicto como la “guerra buena”, pero no tuvo nada de buena. Fue un infierno e hizo añicos las vidas de muchos hombres. También se estaba produciendo un cambio cultural con todas esas revistas en las que se ensalzaba lo que las feministas denominan, con toda la razón, la cultura de la violación.
Hubo otros períodos en los que se dieron factores similares, como los homicidios en serie de finales del siglo XIX (la era de Jack el Destripador y un poco antes).
¿Cómo ves el futuro?
Últimamente parece que ha descendido el número de homicidios y de asesinatos en serie, pero luego está la guerra contra el terrorismo, en la que ya no solo los padres luchan, sino también las madres. También está la crisis económica de 2008, que afectó gravemente a millones de familias de todo el mundo. Hubo gente que perdió su casa, hay toda una generación de niños que se ha criado, básicamente, en habitaciones de moteles, aquí en Estados Unidos. Toda esa generación de personas ha perdido el orgullo y la capacidad de proveer sustento para su familia.
Lo que me preocupa es que estamos ante una generación de niños que, dentro de unos 20 o 15 años, cumplirán 28 y tal vez vivamos un aumento de los asesinatos en serie junto con otros problemas sociales. Uno no se convierte en asesino en serie de forma automática. Se sabe que estos problemas de conducta en los adultos suelen ser el resultado de traumas infantiles. Ya sean asesinos en serie, ladrones o drogadictos, las familias sin estructura generan niños sin estructura, y estos a su vez, al crecer, se convierten en adultos sin estructura.
¿Hay alguna forma de combatir eso?
Es una pregunta utópica, ¿no? Tal vez si viviéramos en una sociedad que cuidara de sus hijos. Obviamente, la forma de evitar que haya más asesinos en serie es empezar por reducir los casos de niños traumatizados y desposeídos.
Otra idea que lanzas en el libro es que estamos programados para ser asesinos en serie y que realmente desaprendemos ese rasgo gracias a nuestra educación. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
A partir de mi propia experiencia de cuando era niño, imagino. Por alguna razón, tengo recuerdos de mis primeros años de infancia. Recuerdo que los otros niños eran muy salvajes, y te mordían, te metían el dedo en el ojo, te arañaban, etc. Los niños son muy animales, y esto me llevó a pensar que, como especie, el Homo sapiens tiene más de 300.000 años de existencia y que hemos pasado gran parte de ese tiempo viviendo como animales, sobreviviendo mediante la caza y la recolección.
Antes nuestra especie sobrevivía huyendo, luchando, alimentándose y procreando. Hace aproximadamente 15.000 años empezamos a desarrollar la agricultura, a vivir en grupos o en asentamientos, etc. Ahora tenemos que convivir unos con otros, por lo que estamos obligados a inhibir nuestros instintos violentos. Lo que yo creo que les ocurre a los asesinos en serie es que no tienen las habilidades sociales adecuadas y, por tanto, sus instintos están desarrollados en extremo o no están lo suficientemente inhibidos.
Básicamente, mi argumento es que, desde pequeños, tenemos el instinto animal primitivo que nos lleva a querer las cosas de inmediato, y gracias a una correcta educación parental, una infancia feliz y un entorno estable, esos instintos se van atenuando y aprendemos a inhibirlos. Los individuos a los que la sociedad da la espalda terminan dando rienda suelta a su lado violento. No tienen por qué convertirse necesariamente en asesinos en serie, pero sí que ejercen la violencia más allá de la necesidad de garantizar su propia seguridad.
¿Cuál crees que es la lección que se puede extraer de tu libro?
Que debemos tener en cuenta que todos somos asesinos en serie, que el enemigo somos nosotros mismos. Que estos individuos proceden de nuestra sociedad, de nuestro mundo. Son nuestros vecinos, nuestros profesores, nuestros maridos, nuestras esposas. Siempre han estado entre nosotros, en parte porque nuestra especie ha tenido que matar para sobrevivir.
Yo comparo los asesinatos en serie con la obesidad. La obesidad es el resultado de nuestra capacidad de supervivencia, ya que es la forma que tenemos de almacenar grasa cuando el alimento escasea. Hoy día, en el mundo occidental, esa capacidad de almacenar grasa se ha convertido en algo destructivo. Pienso que los asesinatos en serie funcionan igual. Fue algo necesario en su día, pero que resulta destructivo en la sociedad moderna.
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