La vida de José Manuel cambió cuando probó el CBD desde un vaporizador. Tras siete años de controlar sus crisis epilépticas con pastillas que le causaban fatiga, náusea, vómito, dolor de cabeza y visión borrosa, en 2013 viajó a Colorado —el primer estado en EU en permitir el uso de marihuana recreacional— para probar diferentes tratamientos con cannabis. Fue en una de estas crisis, mientras su respiración se aceleraba, su visión se ensombrecía y buscaba un lugar adecuado para amortiguar el impacto de la caída, que tomó la pluma vaporizadora de CBD que se encontraba en su bolsillo, la llevó a su boca y aspiró con fuerza. Entonces notó que su visión aclaraba, su respiración se armonizaba y poco a poco volvía a la normalidad. Acababa de encontrar un medicamento de emergencia para sus convulsiones, uno que ningún médico en México pudo recetarle.
Desde abril de 2017 los diputados aprobaron el uso medicinal de la marihuanaen medicamentos que contengan menos de 1 por ciento de THC. Sin embargo, más de un año después, la Cofepris sigue sin publicar el reglamento para el uso medicinal del cannabis que regularía el comercio local, exportación e importación de los productos, así como la manera en que será permisible el cultivo con fines médicos y científicos. Hasta que no se publique este reglamento, aquellas personas que necesiten un tratamiento basado en cannabis deben obtener un permiso de importación para adquirir medicamentos extranjeros. Al menos eso dice la ley.
José Manuel García-Vallejo es un joven alto, delgado y amable. En el área de fumar de una cafetería de la Ciudad de México, José Manuel da caladas a un vaporizador y recuerda cómo entró en contacto con la marihuana y sus usos medicinales, cómo se involucró en la legalización y cómo fundó Autocultivo Medicinal en México, un colectivo de pacientes que pelea por el acceso a medicamentos con cannabis a través del autocultivo, haciendo talleres de introducción a la marihuana medicinal y repartiendo manuales para extraer distintos componentes de la planta de manera casera.
“Mis crisis epilépticas se detonaron cuando estudiaba la carrera de diseño. Entonces acudí con diferentes médicos que me recetaron varios medicamentos para tratar de controlar mis crisis”, recuerda José Manuel. “Finalmente un médico me recetó Trileptal y Epival, dos medicamentos con los que mis crisis estaban controladas, pero que me hacían sentir sedado”.
Así vivió seis años y cuando notó una mejoría interrumpió su tratamiento por tres años. Después, a los 32 años, tuvo una severa crisis que lo dejó en cama durante una semana.
“Como conocía el efecto de los medicamentos antiepilépticos, busqué todas las alternativas para no volver a mis antiguas rutinas, desde Reiki hasta terapias de electromagnetismo”, cuenta. Tras varios intentos fallidos y cuando se resignaba a regresar a su antiguo modo de vida, José Manuel se cruzó con un documental sobre Charlotte Figi, una niña que redujo significativamente sus ataques epilépticos usando un tratamiento derivado del cannabis. A partir de entonces José Manuel se clavó en la marihuana medicinal, hasta que en 2013 decidió ir a Colorado y probar las diferentes alternativas que ofrecía la planta. Así fue como se cruzó con un aceite de CBD que podía fumar desde un vaporizador.
José Manuel encontró un medicamento de emergencia para controlar sus crisis, con un efecto inmediato y que además no tenía efectos secundarios devastadores. Pero el cannabis seguía siendo ilegal en México, así que cargado de información y con un par de cartuchos de CBD, regresó al país para impulsar la liberación de una planta que podría cambiar la vida de otras personas como él.
Profesionalizar la industria cannábica
Un par de años después de entrar en contacto con el cannabis medicinal, las aspiraciones de José Manuel se encontraron con el caso de una niña mexicana que cambiaría la historia de la marihuana en el país. En 2015, Grace Elizalde, de ocho años, se convirtió en la primera mexicana a quien se le permitió legalmente usar un tratamiento derivado del cannabis, que podría conseguir a través de un permiso de importación, para tratar el síndrome de Lennox-Gastaut, una condición que le ocasionaba más de 400 convulsiones diarias.
A tres años de haber iniciado el tratamiento derivado del cannabis, Grace puede pasar días enteros sin presentar ninguna crisis, y caso se convirtió en un paradigma de la lucha por el cannabis medicinal en México.
Pero a pesar de haberse logrado un avance en cuanto a las legislaciones para importar el medicamento, todavía falta una verdadera profesionalización en torno a esta planta en el país. Así lo asegura Raúl Elizalde, el padre de Grace, que desde 2013 se ha convertido en un actor central en la regulación de la marihuana en México.
“Necesitamos productos de calidad, productos con cantidades conocidas de cannabinoides", dice. "Nos han dicho tantas veces que la cannabis es mala que no nos damos ni siquiera el tiempo para analizar si nos puede hacer bien”.
Después de empujar la regulación de la marihuana medicinal, Raúl ahora ayuda a las personas que necesiten medicamentos derivados del cannabis como presidente en Latinoamérica de HempMeds, una empresa californiana que comercializa productos de cannabis, la primera en hacerlo en México. Además se dedican a la investigación y desarrollo de productos, y ayudan a los pacientes a tramitar su permiso de importación, así como a adquirir los medicamentos.
De acuerdo con Raúl, obtener el permiso de importación es bastante rápido. Solo se necesita una receta médica y llenar un formato, y el trámite no tarda más de una semana. Aunque por el momento todos los productos que maneja HempMeds son importados, Raúl asegura que en el futuro les gustaría maquinarlos en el país con materia prima mexicana.
Raúl Elizalde me dice que siempre ha sido un empresario. No fue hasta que tuvo que luchar por los derechos de su hija que se convirtió también en activista. Y aunque está enfocado en conseguir medicamentos comprobados con estándares internacionales, Raúl considera que el autocultivo es necesario para una verdadera regulación integral. Mientras algunos buscan poder hacer medicamentos por sus propios medios, me dice, hay personas que buscan medicamentos certificados, y él se encarga de traerlos a México.
Desde Hempmeds, Raúl busca lograr en otros países de Latinoamérica lo que logró en México: “Estos medicamentos no son un peligro para la salud”, concluye. “Hay que romper ese estigma y verlo desde un punto vista que pueda beneficiar a todos".
Legislación a medias
Missael llegó al aeropuerto de la Ciudad de México con varios gramos de marihuana escondidos en una lata envuelta en una bolsa con café que a su vez estaba enrollada en un calcetín. Según él, es la mejor manera de transportarla porque el café oculta el olor de las flores. También traía un frasco lleno con aceite de CBD. Ese es su kit de viaje, los medicamentos que consume diario para tratar un dolor crónico intratable con el que vive desde hace tres años.
Cuando tenía 21 años de edad, Missael sufrió un accidente que le rompió la espalda. Durante la cirugía reconstructiva, los médicos perforaron accidentalmente sus nervios, provocando dolor crónico intratable en sus piernas. Al notar que el dolor no disminuía, comenzaron a probar con todo tipo de medicamentos, desde Ketorolaco hasta Nubaim y Morfina, pero ninguno era suficiente para que pudiera seguir con su vida como era antes del accidente.
Un día, gracias a un video que subió a redes sociales para recaudar fondos para una cirugía, Missael entró en contacto con Emily te da una esperanza, una asociación de Torreón dedicada a ayudar a pacientes que pueden beneficiarse de un tratamiento con derivado del cannabis, asesorando y consiguiendo medicamentos a través de laboratorios como Hempmeds.
“Con eso sentía como si me echaran agua y se apagara un fuego en mis piernas. Pude caminar sin dolor, sin sentir todas las molestias”.
“Me hablaron del CBD y de los beneficios que podría tener. Me dijeron que yo podía ser un candidato para estos tratamientos, para aliviar mi dolor” cuenta Missael. “Hice la prueba por dos semanas y funcionó. Con eso sentía como si me echaran agua y se apagara un fuego en mis piernas”.
Después de probar el tratamiento con CBD, Missael siguió investigando y encontró que el THC lo ayudaba con las contracturas que sufría en su espalda a causa de la cirugía. Actualmente Missael combina el aceite de CBD con marihuana fumada para tratar el dolor en sus piernas y espalda.
Sin embargo, en la actualidad no hay una manera legal de conseguir las flores de la marihuana en México. Por eso, Missael cultiva sus propias plantas de marihuana de manera clandestina. De esta forma, me dice, no gastar ni recurre al mercado negro.
Missael me muestra la marihuana que trajo volando desde Torreón y me presume que él mismo la cultivo. Mientras forja un cigarrillo reflexiona: “Lamentablemente no hay cura para lo que tengo, pero tengo una mejor calidad de vida con el CBD. Lo complemento con THC, y con esa combinación puedo llevar mi vida”.
Hazlo tú mismo
“Idealmente tienes que quitar ramas más grandes y todo lo que sea hoja choncha. No tan fino como para un gallo, pero sí algo triturado para que le entre bien el alcohol por todos lados”.
José Manuel me muestra un manual sobre cómo extraer CBD desde la planta de la marihuana con instrumentos caseros.
“Si tienes semillas, de una vez puedes juntarlas para que puedas replicar el proceso después”.
Aunque en México ya es posible conseguir medicamentos de CBD producidos en el extranjero, la falta de información combinada con los altos costos de los productos hacen que pocos consideren el cannabis medicinal dentro de sus opciones de tratamiento. Esto es lo que busca cambiar José Manuel García-Vallejo, quien me asegura que es a través del autocultivo y la extracción que el cannabis medicinal será realmente accesible para quienes lo necesiten.
A pesar de haber trabajado junto con Raúl Elizalde para empujar la legalización del cannabis medicinal hace un par de años, José Manuel decidió seguir empujando la agenda cannábica desde otra perspectiva: “Yo seguí presionando para que se pudiera hacer el cultivo doméstico para que haya una producción nacional completa”, me dice, mientras me muestra diapositivas del proceso de extracción, tomadas por él mismo.
Mientras muestra las fotos de los talleres mensuales que imparte Autocultivo Medicinal en México, José Manuel me explica el principal motivo que lo llevo a fundar el colectivo: “Somos un grupo de pacientes que peleamos por los derechos de los pacientes. Y entre los pacientes nos echamos la mano. Ya entendimos que ni el gobierno ni las iniciativas privadas nos van a ayudar. Sí vamos a hacer que esto sea legal, pero para todos”.
Fuente.-
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