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A los dos les aplicaron la misma dosis. El PRI perdió siete gobiernos estatales —la mayor derrota en su historia—, mientras el seleccionado mexicano de futbol perdió por siete tantos, goleada de historia.
Sin embargo —y a pesar del cabalístico y siete—, es notable la diferencia entre la tolerancia y la cultura democrática mostradas en la política, frente al autoritarismo, intolerancia y valemadrismo del futbol.
Contra todo pronóstico, en las elecciones del 5 de junio, el PRI perdió siete gobiernos estatales. La derrota fue de escándalo y a nadie sorprendió la severa crítica social al jefe del partido, Manlio Fabio Beltrones, quien en una habilidosa estratagema renunció al cargo y dejó abiertas sus cartas a 2018.
Y es que en democracia la crítica y la renuncia por pudor y vergüenza ya son una saludable cultura, no así en espectáculos como el futbol (el más importante entretenimiento en México), donde a los "dueños del balón" les vale madre lo que diga y/o piense el ciudadano, quien hace posible el negocio de las patadas.
Y es que desde los dueños del balón, pasando por directivos, técnicos y futbolistas, son intocables e intolerables a la crítica. Ahí está el caso del patán motejando como Piojo —endiosado hasta la náusea—, quien mienta madre a los críticos del mediocre futbol mexicano. Y no se diga si los comentaristas piden la cabeza del perdedor, porque casi acusan de traidor a la patria.
Contra lo ocurrido en el PRI —donde Beltrones renunció al cargo por vergüenza—, en "El Tri" sigue como técnico el inútil Osorio, mientras que dueños y directivos no rinden cuentas a nadie por la tragedia.
Pero también es cierto que la cultura democrática y la renuncia por vergüenza y pudor, en política, son relativamente nuevas.
En 1997, por ejemplo, el líder del PRI era Humberto Roque. Como recuerdan, en ese año el tricolor vivió su primera gran derrota: la mayoría en el Congreso. Aún así, Roque no renunció pero, semanas después, el presidente Zedillo lo
nombró director de Aseguradora Hidalgo.
Durante la gestión de Dulce María Sauri (1999-2002), el PRI perdió la Presidencia en 2000, perdió el DF y en las elecciones estatales de ese año solo ganó una de seis en disputa: Tabasco.
Un año después hubo elecciones en tres estados; el PRI no ganó una sola. A pesar de los fracasos, Sauri Riancho no renunció.
Otro ciclo perdedor para el PRI fue entre 2005 y 2007, cuando Mariano Palacios fue derrotado en las presidenciales de 2006, con Roberto Madrazo como candidato. El PRI también perdió el DF y de seis gobiernos estatales en juego solo volvió a ganar Tabasco. En ese año, además, el PRI cayó a la tercera fuerza política a escala nacional. Palacios no renunció.
Para 2012 el partido era dirigido Pedro Joaquín Coldwell, quien recuperó la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto. Aún así, de siete estados en disputa solo consiguió tres y no recuperó la mayoría en el Congreso y menos el DF. Después de la jornada electoral, Coldwell fue nombrado secretario de Energía, es decir, que tampoco renunció al cargo.
En 2015, César Camacho era el dirigente del PRI y la derrota fue evidente. Si bien recuperó la mayoría en el Congreso, perdió cinco de nueve estados en juego. Camacho no renunció.
Como ya se dijo, en 2016 el PRI tropezó y perdió siete de 12 estados en juego.
Pero Beltrones no fue el primero y tampoco el último en renunciar. En el PAN, Germán Martínez inauguró la renuncia por pudor y vergüenza, después de una derrota contundente en 2009; de seis estados en disputa, el PAN solo se llevó uno. Recientemente, Agustín Basaverenunció al PRD, por pudor y vergüenza.
¿La vergüenza y el pudor en el futbol?
Al tiempo.
Fuente.-Ricardo Alemán/
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