“Incluso un payaso puede representar la violencia, todo depende del rostro detrás de la pintura”.
A este país se lo está cargando el payaso, así de fácil.
A ver, solamente en la última semana hemos sido testigos de horrendas tragedias en el norte, centro y sur del país. Parece que la constante es el estado fallido y la nula aplicación de la ley.
Por ejemplo, hace apenas unos días la nota que cubría el mayor infortunio de la prensa era la historia en la Central de Abastos de la Toluca, concretamente en la Nave H. Todo sucedió cuando, la madrugada del lunes, hombres armados mataron a nueve personas, entre ellas tres menores de edad, a las que después prendieron fuego.
Rosa Icela Rodríguez, vocera oficial de los otros datos, intenta calmarnos alegando que no es un asunto de cárteles sino de ¡extorsión!, como si el hecho de que un Chapo o un Mencho no estuviesen detrás de la tragedia, entonces ¡no hay problema!… A mí me preocupa, más bien, que ya todo en este país se resuelve a balazos y calcinando personas.
Hace una semana, hablábamos de los restos humanos colgados en un puente de Paseo Tollocan y esparcidos en la colonia Lomas Altas de Toluca. Sí, ahí mismo, donde pronto despachará Delfina Gómez, que no podrá evadir más estos temas a partir de septiembre.
Otra, en Colima, que gobierna la morenista Indira Vizcaíno, los jueces de plano decidieron irse a trabajar en home office porque tienen miedo de terminar baleados en el estacionamiento y no exageran: apenas el domingo ejecutaron a dos personas en el Tribunal; el lunes rafaguearon una patrulla y el martes asesinaron a un abogado.
Y en Chilpancingo, donde la alcaldesa Norma Otilia Hernández se desahoga en francachela con el líder de Los Ardillos, Celso Ortega, para despotricar contra su enemiga, la gobernadora Evelyn Salgado, ambas de Morena, se desató una masacre de taxistas.
Mientras en las calles ardían los automóviles y dos cuerpos de choferes, la alcaldesa negaba todo en las redes sociales. “No se la crean”, decía a sus seguidores.
Y para colmo, ahí mismo, en el indómito Guerrero, otro polvorín que incluyó el robo de un vehículo oficial blindado para estrellarlo contra el Congreso del Estado, cuando el pueblo bueno y sabio bloqueó el lunes y el martes la autopista del Sol para exigir ¿programas sociales?, ¿drenaje y alcantarillado?, ¿su propio tren “cohuixca”?... ¡Nah!, más bien querían ¡la liberación del líder de Los Ardillos!, El Topo, Jesús Echeverría Peñafiel, el verdadero mandamás de esas tierras. Queda el dato anecdótico de que, para meter presión, terminaron secuestrando a 5 guardias nacionales, 5 policías estatales, 1 funcionario de la Segob y 2 más del gobierno estatal, que están vivos de puro milagro.
Y para cerrar, el atentado contra la fiscalía jalisciense, usando una “mina terrestre”, esas que usan en la guerra, esas que pisas y terminas en mil pedazos. Sí, una mina terrestre que cerró la emboscada contra los agentes que acudían a Tlajomulco en un operativo para buscar restos humanos sin saber que terminarían con la misma suerte de lo que buscaban.
Cuidado con eso último: quien mató a los 7 elementos de la fiscalía no buscaba un objetivo específico, quería matar a quien fuera, quería hacer un desgarriate, mandar un mensaje de terror… ¿El siguiente es contra civiles?
Pero que nadie moleste al presidente con esa lata de la realidad, el hombre anda muy ocupado entre risa y risa mañanera. Al final, este será su legado: el del sexenio payaso (el que gobierna y el que ya nos cargó).
Y todavía faltan 446 días para que se acabe el sexenio.
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