¿La violencia de la semana pasada es buena señal? ¿Es muestra de debilidad o desesperación de las bandas criminales?
Según varios altos funcionarios federales, la respuesta a esas interrogantes es un sí categórico.
En la conferencia de prensa que ofreció el gabinete de seguridad el lunes pasado, el general Luis Cresencio Sandoval, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, señaló que los eventos de alto impacto de la semana pasada en varios estados habría sido una suerte de propaganda engañosa por parte de los grupos delictivos: “Quieren sentirse aún fuertes y generan situaciones de violencia donde, a manera de publicidad, puedan estar mandando sus mensajes, que aún son fuertes, cuando en realidad poco a poco se ha ido avanzando y minando esta estructura delincuencial.”
Por su parte, Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario de Seguridad Pública en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, señaló que se ha “reducido la capacidad logística y financiera de los grupos delictivos” y que “como reacción a estas acciones y para buscar generar un impacto social, los grupos delictivos han realizado estas acciones con un propósito de propaganda criminal para buscar generar sicosis social ante su disminuida capacidad delictiva.”
Esta teoría de la violencia como indicador de progreso no es nueva. Fue formulada en términos muy similares por varios altos funcionarios de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, así como por una legión de gobernantes estatales e incluso municipales.
Van algunos ejemplos:
1. En un comunicado de prensa de diciembre de 2010, el gobierno federal (presidido en ese entonces por Felipe Calderón) afirmó que “estamos enfrentando la reacción violenta del grupo criminal conocido como La Familia Michoacana, que cada vez está más debilitado.”
2. En junio de 2018, el entonces secretario de seguridad pública de San Luis Potosí, Jaime Pineda Arteaga, señaló que “continúa registrándose la comisión de homicidios dolosos… se dan golpes a la estructura criminal y su reacción es generar más violencia.”
3. En marzo de 2019, el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, apuntó que “los hechos violentos ocurridos recientemente en la entidad son reacciones desesperadas de los grupos delictivos, por las detenciones y aseguramientos que ha realizado la Secretaría de Seguridad Pública estatal.”
Esta teoría de los delincuentes desesperados es casi respuesta de manual de comunicación ante eventos de alto impacto. Y me parece que no es enteramente falsa: es posible y hasta probable que una banda criminal reaccione de manera violenta ante decomisos o detenciones u otras acciones de la autoridad.
Lo que parece risible es interpretar ese hecho como señal de debilidad. Unos grupos criminales que se sien ten autorizados para salir a las calles, bloquear vialidades, incendiar vehículos, quemar negocios e incluso asesinar a mansalva no parecen tener mucho temor de las autoridades. Claramente, la amplia presencia federal y los (supuestos) golpes a estructuras criminales no parecen haber tenido mayor efecto disuasivo.
Parece obvio, pero por lo visto no lo es: los grupos criminales están debilitados cuando no se atreven a retar frontalmente a las instituciones, no cuando son capaces de poner en jaque a regiones enteras con unos cuantos pistoleros.
Creo que ya sería hora de abandonar la peregrina idea de concebir hechos atroces como señales de progreso.
fuente.-alejandrohope@outlook.com (imagen/twitter)
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