Este agroquímico ha sido cuestionado por ecologistas, científicos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2015 y México lo prohibió desde diciembre último.
Los datos, obtenidos por transparencia, indican que la Sedena efectuó cuatro compras por 248 litros de glifosato por 29 mil 814 pesos, adquiridos a tres personas físicas y a la empresa RECSA Ambiental, S.A. de C.V.
El vivero que más aplicó el agrotóxico fue el de Cárdenas, Tabasco, con 150 litros; el de Copalar, Chiapas, 48; para la instalación de Balancán, en Tabasco, 38; y el de Esperanza, Sonora, 12 litros. Los cuatro semilleros entregaron plántulas al programa social, ejecutado por la Secretaría del Bienestar, en 2019.
En 2020 aumentó el uso del agroquímico y la cantidad de viveros, pues efectuó 10 obtenciones de 390 litros, valuados en 74 mil 668 pesos, a seis personas físicas, a RECSA y a la compañía Agroinsumos Forestales de México, S.A. de C.V.
El semillero que más consumió fue el de Ameca, Jalisco, con 97 litros, seguido por el de Copalar, 71, y el de Temamatla, Estado de México, con 50. La instalación de Cruz Grande, Guerrero, recibió 48 litros; la de Jamay, Jalisco, 31; la de Esperanza, 30; la de Sarabia, Guanajuato, 20; el vivero de Cárdenas, 18; el de Saltillo, Coahuila, 10, y el de Balancán, cinco litros.
Todos abastecieron en ese año a Sembrando Vida, que recibe plántulas de 31 viveros forestales militares. En 2021, la Sedena no ha comprado glifosato, en cumplimiento del decreto presidencial de prohibición de uso e importación de la sustancia.
Los beneficiarios no parecen enterados de las prácticas de esa secretaría. Además, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró durante su conferencia matutina del 12 de agosto de 2020 que “en Sembrando Vida no se usa, no se va a usar [ese agroquímico]”.
En ese momento ya existía el precedente de la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat) de rechazar la importación de mil toneladas de glifosato en noviembre de 2019, bajo el principio precautorio para la prevención de riesgos.
Aunado a esto, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió la recomendación 82/2018 en enero de 2019, dirigida a Semarnat, a la Secretaría de Agricultura, a la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios y al Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, a fin de restringir el uso de plaguicidas.
Rolando Sánchez, participante en el programa desde mayo de 2019, afirma desde Frontera Corozal, Chiapas, que no les avisaron del uso de glifosato.
“No entendemos por qué nos dieron plantas y por qué lo usaron. Los técnicos nos dijeron que el gobierno lo ordena así y las tenemos que recibir. Recibimos pocas plantas. Los productores tienen sus propios viveros, donde reproducen sus semillas nativas de la región”, relata el productor a EL UNIVERSAL.
Sánchez, quien tiene un hijo y una hija, siembra un terreno de 2.5 hectáreas. En sitios como Frontera Corozal, los 900 beneficiarios recibieron plantas como caobilla, cacao, cedro y pimienta. Si bien crearon unos 20 viveros comunitarios, aún no hay producción de insumos.
Tanto los lineamientos de referencia como las reglas de operación 2021 del programa estipulan que se establecerán biofábricas de insumos en localidades seleccionadas, el programa podrá dotar parte o la totalidad de los materiales necesarios para elaborar fermentos, preparados y otras sustancias que promuevan la agricultura orgánica. En Frontera Corozal aún no funciona ninguna, según Sánchez.
Dos estudios recientes hallaron una proporción de uso de dos litros de glifosato por hectárea, con un máximo de tres litros, en ciclos de producción para cultivos genéticamente modificados, y de uno a tres litros por hectárea, con una frecuencia máxima de tres aplicaciones.
María Luisa Albores, actual secretaria de Medio Ambiente y entonces titular de Bienestar cuando montaron los viveros, así como la Secretaría del Bienestar no respondieron a la consulta de este diario.
Bajo riesgo
El peligro de transferencia de contaminación de los semilleros a las parcelas elegidas para Sembrando Vida es bajo, dijeron los especialistas consultados.
Omar Arellano-Aguilar, investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especializado en el estudio del uso e impacto de los agrotóxicos, explica que depende de las características del vivero.
“Si es sólo para reforestación, el impacto podría ser local, según como lo apliquen. Por arrastre, puede haber impacto sobre los cuerpos de agua. Pero al transportar la planta no hay riesgo de contaminación ni en el sembrado. Cuando crezcan, lo más probable es que ya no tengan residuos”, explica.
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Fernando Bejarano, coordinador de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM), expone que la contaminación depende del uso y el volumen utilizado.
“Un vivero es un microsistema y hay que ver sus condiciones. En parcela, la contaminación podría ser residual”, comenta.
La aplicación de glifosato exhibe las incongruencias en programas como Sembrando Vida, que se nutre de viveros militares, comunitarios y privados. Sánchez señala que las plantas entregadas por el programa no se adaptan al nuevo suelo.
“Como las trabajan los viveros de allá, porque usan fertilizantes. Aunque acá la sequía no fue muy fuerte, se murieron bastantes desde 2020. Hay plantas nativas que se adaptan bien, sin fertilizantes. Nuestra tierra es fértil todavía, no necesita ningún químico”, destaca.
Arellano-Aguilar señala la incongruencia de las dependencias donde hay funcionarios que no han entendido del todo el plan gubernamental para suprimir esos químicos sintéticos.
El experto dice que el uso de agroquímicos es “resultado de esta tradición que se ha venido arrastrando, sin ninguna actualización, ningún conocimiento respecto a los convenios internacionales, a las nuevas políticas públicas sobre el manejo de sustancias químicas peligrosas. Es un patrón cultural”.
Conformación de viveros
Para iniciar Sembrando Vida en 2019, la Sedena puso en operación al menos nueve viveros, entre ellos los de Cárdenas, Balancán y Copalar, para producir más de 133 millones de plantas. En 2018, la Comisión Nacional Forestal certificó 11 semilleros militares en nueve estados. Entre 2019 y 2020, la meta era la generación de especies para sembrar un millón de árboles frutales y maderables, como lo indicó el 1 de febrero de 2019 el titular de Defensa, Luis Cresencio Sandoval.
En esa misma fecha, el presidente López Obrador supervisó la construcción del vivero de Cárdenas, proyectado para generar 266 millones de árboles frutales y maderables en dos años.
Bejarano cuestiona el desembolso en glifosato, pues “suena a gasto inútil” y “pueden controlar malezas a mano y no con el herbicida”. En mayo de 2019, la Sedena aseguró que “los viveros forestales contribuyen al desarrollo sustentable del medio ambiente, revirtiendo el deterioro del ecosistema y mejorando la calidad de vida de la población nacional”.
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En 2019 se cultivaron 500 mil hectáreas de árboles frutales y maderables, especialmente en el sureste de México, de acuerdo con datos de Presidencia.
Tabasco es el estado con mayor cobertura del programa (112%), lo que sugiere, según el reporte de la Cuenta Pública 2019 elaborado por la Auditoría Superior de la Federación, que se otorgaron recursos a sujetos agrarios que no formaban parte de la población objetivo, sin que Bienestar explicara las causas.
El vivero de Balancán, de 20 hectáreas de extensión, aporta 14 millones de árboles de 10 especies, desde allí camiones trasladan las plantas a municipios como Frontera Corozal y la Selva Lacandona. Sembrando Vida, que opera en 20 estados, recibió este año un presupuesto de 28 mil 929 millones de pesos, para un aumento de 11% respecto a 2020.
Para 2024, la meta es un millón de hectáreas sembradas de árboles maderables, frutales y de especias. Desde 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS consideró al glisofato, el biocida más vendido globalmente, “probable cancerígeno en humanos”.
En junio de 2019 arrancó el programa Sembrando Vida en El Salvador, con apoyo mexicano, mientras en Honduras se prepara su arranque con respaldo de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos y bajo el nombre de Sembrando Esperanza. El uso de glifosato en viveros de la Sedena deja lecciones a esos gobiernos para evitar la repetición de esos errores.
Aun con el decreto prohibicionista, la Comisión Federal de Electricidad compró en mayo pasado 36 litros de glifosato, por 3 mil 60 pesos, para combatir especies herbáceas en subestaciones eléctricas. Entre 2018 y 2020, Diconsa realizó 65 adquisiciones del herbicida para aplicarlo en sus bodegas.
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