En este análisis de las similitudes entre grupos terroristas islámicos y carteles mexicanos, David Martínez-Amador, explora cómo la estrategia para confrontar a los primeros ha influenciado al enfrentamiento de los últimos.
Durante el sexenio del expresidente Felipe Calderón, las agencias de inteligencia mexicanas vivieron un proceso de apalancamiento sin precedentes en la relación bilateral México-Estados Unidos. La esperanza (que en eso quedó) era construir por fin un ambiente de compartimentación de datos sin el recelo como regla. Al final, sucedió, pero bajo las formas propuestas por Estados Unidos. Aunque no fue de por sí frustrante, produjo una homogenización de la estrategia del combate al narcotráfico. Y esto sí fue grave.
¿Qué quiero decir?
En términos concretos, me refiero a que Estados Unidos aplicó sobre el territorio mexicano las formas, procedimientos y tácticas de abordar el Oriente Medio: la estrategia denominada “Supresión de Objetivos de Alto Valor”. Así como la presencia militar en Estados Unidos buscaba “anular” a las cabezas de las organizaciones terroristas, en lo relacionado a México diseñó una estrategia para decapitar los liderazgos de los carteles. El saldo de dicha estrategia al final del sexenio calderonista fue de 25 de 37 criminales “sacados de circulación” (9 abatidos y 16 detenidos). A esa estrategia diseñada originalmente para la volátil situación en el Oriente Medio debemos agradecer, dicho sea de paso, la mutación de los grandes carteles en estructuras micro de gran volatilidad.
En el diseño de la estrategia de supresión de objetivos de alto valor se trató de encuadrar el fenómeno de inseguridad mexicano dentro de parámetros preexistentes que no le correspondían. Una de estas referencias fue la dinámica utilizada sobre el grupo Al Qaeda. Como se esperaba, al utilizar estas referencias de forma rígida y literal, se pasaron por alto diferencias que provocaron efectos devastadores.
El modelo original
La operación militar estadounidense en Afganistán denominada “Operación Libertad Duradera” suponía que al eliminar las “cabezas visibles” de las organizaciones yihadistas se generaría tal nivel de estrés sistémico en los grupos que les sería prácticamente imposible continuar operando tanto dentro como fuera de Afganistán.
Algo de lo anterior fue trasladado a la agenda acuerpada en la Iniciativa Mérida sin notar —como hemos apuntado— que el entorno en el que operaba Al Qaeda era sustancialmente diferente al medio criminal de mexicano.
Hasta ese momento, 2005, el mosaico criminal mexicano era estable y multipolar: liderazgos claros, rutas respetadas, y autonomía territorial. Mientras que el mosaico de las organizaciones yihadistas había siempre sostenido un entorno estructuralmente hípercompetitivo1. Las organizaciones criminales mexicanas jamás habían convivido en un contexto de híper-competitivad de la violencia pero, gracias a la fragmentación, las formas de violencia del narco entraron en una espiral no sólo de competencia sino de “renovación permanente”. Páginas de internet como el afamado Blog del Narco fueron un reflejo de cómo incluso el debate del narcotráfico en México llegó a discutir el género narco-snuff.
En esencia, todo lo anterior fue un producto directo de los marcos intelectuales que suponían que los conflictos de nueva generación —caracterizados por la asimetría entre las partes— requerían por fuerza el uso del vector militar. Quienquiera que haya asistido a los seminarios de capacitación impulsados por el Comando Sur de Estados Unidos o por El Comando Norte de Estados Unidos —en los que México participa como miembro igualitario— lo puede notar. A más de una década de los atentados del 11 de septiembre es claro que el terrorismo yihadista y el narcotráfico no tenían características homogéneas.
El escenario se modifica
Los atentados de París y San Bernandino obligó a que el término terrorismo aparezca de nueva cuenta en la discusión pública. Lo que aparentemente no es nuevo son las soluciones que se sugieren. La Administración de Obama ha sido cuidadosa en no articular la expresión “Islam radical” así como en evitar una invasión estadounidense en Siria. Sobrarán las razones para lo anterior pero quizá sea Jeffrey Sachs quien mejor lo ha explicado bajo el concepto de BlowBack Terrorism: “Terrorismo de efecto bumerán, un espantoso resultado no deseado de las repetidas acciones militares, encubiertas o manifiestas, europeas y de los EE.UU. en todo Oriente Medio, el norte de África, el Cuerno de África y Asia Central encaminadas a derrocar a gobiernos e instalar regímenes dóciles para los intereses occidentales.”
“Si los ´Fee–BeeIs´ (FBI) y el resto de agencias de seguridad creen que no llegaría a enfrentar un enemigo imposible de infiltrar y manipular, me parece que ese día ha llegado.
Por lo tanto, mientras las operaciones militares —frontales, encubiertas o en uso de drones— continúen, Occidente debe estar listo para atender esas respuestas de efecto bumerán.
Nuevos modelos
Aquí es donde el contra–terrorismo actual puede aprender de algunas lecciones de la experiencia relacionada al combate de los cárteles porque hay que reconocer que lo sucedido en San Bernandino es un fallo brutal de las agencias de inteligencia estadounidense. Aunque el clamor popular conservador en Estados Unidos apunta al cierre de fronteras con México y Canadá, la realidad es que el atentado terrorista fue producto de sujetos que fácilmente deberían haber aparecido en el radar.
Si los ´Fee–BeeIs´, la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), y el resto de agencias de seguridad creen que no llegaría a enfrentar un enemigo imposible de infiltrar y manipular, me parece que ese día ha llegado.
Basta un simple ejemplo. Desde el año 2001 la sección de inteligencia del departamento de policía de Nueva York publicó el documento titulado Radicalization In The West: The Homegrown Threat. En él se pretende sentar las fases características propias del proceso de radicalización en los sujetos de práctica musulmana en Estados Unidos suponiendo que estos son procesos homogéneos y que necesariamente requieren de un centro de culto religioso. Aquí es donde hay un error —de tantos— en la estrategia. Una práctica religiosa de mayor ortodoxia no por fuerza significa una radicalización (ej: actos como dejarse crecer la barba o cambiar la vestimenta). Todo lo contrario, en uso del principio islámico de la taqiyya, células completas de yihadistashan pasado desapercibidas en Occidente puesto que beben alcohol, comen cerdo, visten de forma occidental y frecuentan mujeres no musulmanas. Algo de esto hubo en los secuestradores saudíes del 9–112.
Valga decir que también la misma práctica religiosa puede modificarse. Uno de los autores de la masacre en San Bernandino, Syed Farook, si bien se radicalizó en su práctica religiosa parece haber dejado de asistir a la mezquita por casi dos años.
Lo anterior no tendría sentido de no saberse que la prédica y culto de formas radicales del Islam —como el tarfirismo y el wahabismo— puede realizarse en casas particulares y no por fuerza en una mezquita. La experiencia del radicalismo de los jóvenes parisinos musulmanes que habitan en la banlieue, los barrios marginales del extrarradio de las grandes ciudades de Francia, nos ha enseñado lo anterior.
El comportamiento de estos nuevos grupos radicales yihadistas comienza a semejar entonces la dinámica de las nuevas células del crimen organizado: no hay jerarquías, no hay liderazgos tan claros y hablamos de células pequeñas sin membresía directa con las grandes organizaciones de marca conocida. Hay más de 32 minicartelitos que operan enMéxico sin estar vinculados directamente con los remanentes de los grandes carteles, aunque eso no quiere decir que no interactúen. Syed Farook y su esposa (los responsables del atentado en San Bernandino) no habían sido reclutados directamente por ISIS, no habían viajado a Siria para unirse al esfuerzo del Estado Islámico pero simpatizaban con sus acciones. ISIS, en efecto, no desechó la publicidad ni el producto de terror. En ambos casos, la clave es la tercerización de los actores.
Mapear estas células puede resultar increíblemente brutal para cualquier agencia de inteligencia. Al menos, en lo que respecta al caso de las pandillas y los minicarteles no es necesario un seguimiento individual porque algún remanente de liderazgo organizacional queda. Pero este nuevo perfil del yihadista (en casos como el francés supera un listado de once mil personas) resulta no solamente imposible de controlar sino que obligará constantemente a la construcción de perfiles con base a prejuicios raciales3. Habrá quienes piensen que estas estructuras pueden infiltrarse de la misma forma como las agencias de seguridad han infiltrado a las pandillas y carteles pero a diferencia de los anteriores, en estos grupos del Islam radical existe la ideología política y la convicción religiosa: Penetrarlas no es tan fácil. Si a ello sumamos el hecho de que el nuevo perfil de terrorista es el denominado lobo solitario, hay poco en realidad que pueda hacerse.
Celerino Castillo fue un agente de la DEA que se infiltró en diferentes grupos criminales en Perú, Guatemala y México. Su conclusión fue: ´El narcotráfico jamás podrá detenerse´. Me parece que lo mismo debemos decir con respecto al escenario que tocamos con respecto al mal llamado terrorismo islámico.
Una salida provocadora
Estamos entonces ante una espiral de violencia muy compleja. Si en algún momento se planteó la posibilidad de que los estados nacionales negocien con los cárteles, es quizá legítimo suponer que en algún momento de esta desgastante y estúpida guerra contra el terrorismo sea necesario negociar con el Estado Islámico. La propuesta puede parecer descabellada pero Jonathan Powell, anterior jefe de staff del gobierno de Tony Blair, ex miembro del equipo negociador en el proceso de Paz con el Ejército Republicano Irlandés y actual enviado especial del gobierno británico en Libia la articula de forma muy interesante en el texto "Terrorists at the Table: Why Negotiating Is the Only Way to Peace".
La actual estrategia es inútil si de verdad suponemos que puede ganarse militarmente sin abrir canales de comunicación. Una guerra prolongada produce de nuevo el escenario de la ocupación. Si fuera posible humillar militarmente a ISIS, se abriría posteriormente la posibilidad de diálogo. ¿O no?
Estados Unidos lo ha hecho con los carteles colombianos, mexicanos, con la mafia italiana, con la mexican mafia en las prisiones californianas; negoció con las tribus sunníes que inicialmente apoyaron la insurgencia de Abu Musab Zarqawi (logrando la expulsión de este del territorio iraquí). De más está recordar que los mismos israelíes han negociado con la OLP, Fatah y Hamás mismo. No se trata de ganar; sí, de contener.
¿Descabellado? Puede ser. Pero si como lo apunta el extraño Plan Yinón4, ISIS es una creación artificial por parte de Estados Unidos para mantener un Oriente Medio incendiado, fragmentado, y dividido, quizá también Estados Unidos pueda decidir que es tiempo de negociar con sus propias criaturas.
Notas al pie
[1] Algunos académicos estudiosos del Islam cómo John Esposito autor del libro "Unholy War: Terror in the Name of Islam" [Guerra no Santa: Terror en el nombre del Islam] consideran que el carácter híper-competitivo de las organizaciones yihadistas es en realidad un producto de la intervención constante y recurrente de la política exterior Occidental, la cual es capaz de derribar la diferencias ideológicas entre todas ellas proyectando una meta común. En dicha meta, la mayor cantidad de terror que pueda generarse es bienvenida aunque provenga de grupos doctrinariamente distintos.
[2] Por cuestiones de honestidad intelectual, es importante hacer notar que el principio de la taqiyya es originalmente un elemento doctrinario no dirigido hacia el acto de terrorismo. Históricamente los musulmanes chiitas se encuentran enmarcados entre una mayoría de sunníes (casi 90% del universo musulmán) y para evitar ser perseguidos, aprendieron a esconder algunas de su prácticas religiosas específicas. Por ello es que, la taqiyya se comprende como ´un engaño´ para salvar la vida. El uso que los miembros de los grupos yihadistas le otorgan es ilegítimo del todo, de la misma en que el principio original de la Yijad también se ha visto desvirtuado. Para una mejor comprensión de los principios islámicos en su sentido original vale la pena leer a John Esposito, "Islam: The Straight Path" [Islam: El Camino Recto]. Esposito es un estudioso islamista, profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Islámicos en la Universidad de Georgetown.
[3] En respuesta al texto elaborado por la sección de inteligencia de la policía de Nueva York para realizar un seguimiento y mapeo de las comunidades musulmanas, la asociación de musulmanes estadounidenses por las libertades civiles (Muslim American Civil Liberties Coalition, por sus siglas MACLC) elaboró un documento para hacer evidentes los excesos y errores cometidos por las autoridades.
[4] Existe una enorme controversia con respecto al denominado Plan Yinon. Sin embargo, internacionalistas serios como Alfredo Jalife–Rahme lo han traído a la mesa de discusión. Es un documento largo, complejo y que no parece ser creación de "progres" con demasiado tiempo libre. Si le interesa leerlo, puede consultarlo aquí.
Fuente.-
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