La policía australiana encontró el equivalente a 7 millones de dólares en metanfetamina —o ice, como algunos la llaman— el domingo pasado dentro de tres estatuas en forma de pez que provenían de China. Los investigadores interceptaron las estatuas, reemplazaron su contenido con relleno y entregaron los paquetes a su destinatario en Canberra. Un ciudadano nigeriano fue arrestado después de que se quitó el contenido.
Todo esto ocurrió porque el ice es malo, ¿cierto? Pues sí y no. Como cualquier otra sustancia ilegal en el planeta, el ice nació en la industria farmacéutica legal y desarrolló su estigma en años recientes. Y para que quede claro, vamos a analizar cómo ocurrió.
Muchos conocen esta droga como metanfetamina. El Speed también es metanfetamina pero en polvo. Cabe destacar que el crack es una versión adulterada de la cocaína y no tiene nada que ver con la metanfetamina. Para ser consistentes, en todo este artículo vamos a llama ice a la metanfetamina.
Todo empezó en una universidad Humboldt de Berlín. En 1871, el gobierno japonés envió a su primer farmacéutico, Nagai Nagayoshi, de 25 años de edad, a estudiar a Berlín. En esta época, la química se estaba sacudiendo los últimos rastros de alquimia y los investigadores estaban haciendo descubrimientos que se convertirían en plásticos, fertilizantes, fármacos, explosivos y otros miles de producto caseros. Nagayoshi fue enviado a estudiar bajo la tutela de un maestro llamado August Wilhelm von Hofmann, quien era mundialmente reconocido por dar clases a sus alumnos en un laboratorio en funcionamiento y por su entusiasmo inusual por los componentes de las plantas. Bajo la instrucción de Hofmann, la Universidad Humboldt nos proporcionó los tintes modernos, la destilación petroquímica y la metanfetamina.
Nagai Nagayoshi quería identificar los elementos de las hierbas asiáticas y terminó aislando el estimulante conocido como efedrina de una planta china, la Ephedra sínica. Se cree que Nagayoshi estaba tratando de crear una droga similar a la cocaína, impulsada por Sigmund Freud en su libroÜber Coca en 1884. Sin embargo, cuando se aisló la efedrina en 1885, era un descubrimiento totalmente nuevo y por eso mismo no tenía un uso práctico. Nagayoshi esperaba que la efedrina se utilizara para ayudar a los pacientes con asma pero la farmacéutica alemana E. Merck rechazó el fármaco diciendo que no ofrecía mejora con respecto a la adrenalina. Esto pudo haber provocado que Nagayoshi reforzara sus efectos y así fue como terminó usando la efedrina para sinterizar la metanfetamina en 1893. Pero como otra vez no pudo encontrar una aplicación práctica, la metanfetamina quedó en el olvido.
En 1919, otro químico japonés que estudiaba en Berlín llamado Akira Ogata, descubrió una forma más simple y más rápida para sintetizar la metanfetamina. Adaptó la receta de Nagayoshi para la efedrina y le agregó fósforo y yodo, lo cual produjo el mismo resultado pero en una forma cristalina. Ofreció la receta a la empresa británica Burroughs Wellcome & Co, que fue la primera en sacarla al mercado europeo como tratamiento siquiátrico.
La metanfetamina pasó de ser una novedad esotérica a una droga disciplinaria en la Segunda Guerra Mundial. En 1934, la farmacéutica alemana Temmler empezó a explorar el potencial del fármaco en el mercado de los consumidores. Tras llenar una patente llamada Proceso para la preparación de las aminas, una tableta de metanfetamina llamada Pervitin salió a la venta en 1939. El Pervitin se vendía en un frasco que contenía 30 píldoras digestibles y se vendía al público en general como una forma de incrementar la concentración, como si fuera un Red Bull extremo. Poco después encontró su mercado con los soldados alemanes y con los pilotos de la Luftwaffe. Con el tiempo se le llegó a conocer como la "píldora Hermann Göring".
En Japón pasó algo muy similar. Pero a diferencia de los alemanes que adoptaron la metanfetamina informalmente, los japoneses la recibieron con el mismo fervor con el que se construye un imperio. La llamaron Philopon, que se traduce como "amor por el trabajo" y la enviaron al ejército y a las fabricas del gobierno. A los pilotos kamikaze les daban dosis muy altas antes de cada misión, por razones bastante obvias. La incidencia de la sicosis provocada por estimulante aumentó pero igual que en Alemania, se le restó importancia a estos casos a petición de las farmacéuticas.
En EU, la década de los 50 fue la época dorada de las píldoras dietéticas a base de metanfetaminas. Muchas empresas patentaron las metanfetaminas para consumo bajo varios nombres, entre estos,Obetrol. Según el Vademécum estadounidense de 1972, cada tableta de 10 miligramos de Obertol contenía 2.3 miligramos de sacarato de metanfetamina. Si has visto Réquiem por un sueño, ya conoces los efectos. Este tipo de productos se fueron eliminando gradualmente en la década de los 60 y fueron prohibidos en 1970 por la Ley de sustancias controladas en EU.
Sin embargo, Japón prohibió la metanfetamina mucho antes. A finales de los cuarentas, los estimulantes militares que sobraron recibieron una nueva imagen y el nombre de Hiropon. Este producto se vendió a la población hambrienta y miserable de la posguerra. La adicción que se desarrolló en los ex militares se convirtió en una epidemia y por eso se implementó la Ley de control de sustancias estimulantes en 1951, la cual prohibía todos los usos de la metanfetamina y su producción. Para 1954, se calcula que todavía había 550 mil consumidores crónicos y otros 2 millones de rehabilitados, cerca del 2.8 por ciento de la población.
Después de Japón y EU, Australia también tomó medidas en contra de la metanfetamina. Los australianos siempre tuvieron una actitud pragmática ante las drogas y nunca permitieron la entrada a tantas farmacéuticas como en EU. La mayoría de las detenciones por drogas en Australia antes de la década de los 60 se enfocaban en los vencedores internacionales y no fue hasta la Guerra de Vietnam que se empezó a conocer el concepto de "drogas con usos recreativos" gracias a los soldados que regresaban a su país. Sin embargo, en la década de los 70, EU empezó su campaña contra las drogas por medio de la ONU y Australia prefirió adoptar el enfoque de reducción de daños que tenía Reino Unido en vez del sistema de justicia penal al estilo estadunidense.
Después, una por una, todas estas leyes se adaptaron para incluir a las personas que trafican activamente la sustancia. También fueron creciendo las sentencias por posesión y los medios de comunicación se sumaron a la campaña contra las drogas. En esa época, los medios de comunicación empezaron a clasificar las drogas en una dicotomía moralista. Las drogas como la aspirina eran buenas y las drogas como la metanfetamina eran malas, a pesar de que las dos son solo químicos incapaces de inclinarse a un lado o al otro. Eso demuestra que la cultura dictamina la vibra de las drogas. A pesar de lo que crean los consumidores, la aspirina no es más natural que la metanfetamina.
Esto nos lleva a la actualidad, donde es imposible hablar sobre drogas sin mencionar la metanfetamina. El aumento del consumo en Australia hizo que el primer ministro Tony Abbott anunciara la creación de un cuerpo especial para enfrentar el problema. También se menciona mucho la palabra "epidemia", lo cual representa un problema porque el consumo en realidad se ha reducido. En 1998, 3.9 por ciento de la población de 14 años o mayor admitió que consumía la droga, mientras que en 2013 el número se redujo a 2.1 por ciento. La diferencia es que ahora la mayoría de la gente fuma el cristal en vez de inhalar el polvo. Por otro lado, en México, entre 2009 y 2012, el consumo de metanfetaminas aumentó de 0.7 a 1.3 en la población adolescente.
El decomiso del lunes pasado en Australia dejó claro que la gente le tiene miedo a la metanfetamina y no la quiere en las calles. Es razonable pero sembrar miedo favorece la desinformación. La metanfetamina es un químico como cualquier otro. Su efecto en la sociedad dice mucho sobre esa sociedad, al igual que la droga.
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