Visitanos tambien en:

jueves, 2 de julio de 2015

JACOBO ZABLUDOVSKY...te recuerdo o te la RECUERDO ?...es el dilema de un sepulcro que ahora encierra dos corazones en el mismo ataúd.


Tengo presentes las noches en casa de mi abuela, donde después de la novela nocturna del Canal 2, veía religiosamente 24 Horas, noticiario conducido por el periodista Jacobo Zabludovsky, que durante mucho tiempo parecía ser el que tenía la voz cantante sobre lo que sucedía en México. 
El día de hoy, lo primero que escuché al levantarme y prender el radio, fue que murió a causa de un derrame cerebral. Tan polémico él, tan querido por sus crónicas sobre el México de ayer, tan odiado porque representó por muchos años la voz oficial del gobierno y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), fuera esto cierto o no.
Siempre aparecía bien peinado, con saco y corbata, las gafas grandes con cristales —que a mí me parecían de fondo de botella— y esos enormes audífonos para recibir indicaciones de su productor. Daba las noticas que se debían dar, era prácticamente un noticiario "oficial". Jacobo no mentía; hacia algo peor: callaba. Tengo presente también aquella canción de Molotov en los 90, en la que se resume ese sentimiento sobre Zabludovsky que imperaba en buena parte de los adolescentes de entonces: "...olvidas noticias sobre la guerrilla, a todos los fraudes les cambias las cifras (...) maldito Jacobo chismoso, traidor, le guardas secretos a nuestra nación...".
Sin embargo, desde hace un par de años este señor amenizaba mis tardes con su programa de radio. Me gustaba escucharlo no porque diera noticias, sino porque contaba la Ciudad de México, ésa que le tocó vivir en sus días de niño en la calle de Jesús María, en el Centro Histórico. Hablaba de las quesadillas de La Merced, de los personajes del barrio. Despertaba en mí la imaginación y viajaba al pasado con él como guía.
Ahora me encuentro confundido, ¿a qué Jacobo hay que recordar?
Tal vez al que se dice que abrió su noticiario el 2 de octubre de 1968 anunciando que hubo un día soleado, cuando el nubarrón de la represión cubrió el cielo chilango y de todo el país luego de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Hoy, después de casi 48 años, no se sabe con exactitud cuántos fueron los muertos y desaparecidos aquella noche.
O quizá hay que recordar al periodista que usaba corbata negra —algo que le reclamó el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, que interpretó la prenda como un símbolo de duelo— porque decía que mientras no hubiera noticias buenas, siempre estaría de luto.
A lo mejor hay que tener presente a ese entrevistador aparentemente ingenuo que a pocos días del triunfo de la Revolución Cubana inició la plática con el Che Guevara preguntándole si no tenía tiempo de cortarse los pelos y las barbas. El guerrillero no entendió este cuestionamiento superficial, pero entre una respuesta y otra, el Che terminó exponiendo el plan de trabajo que Fidel Castro tenía para la isla.
O al tipo que con sus malas preguntas y su ignorancia sobre el nombre completo del ADN en 20 minutos saco de quicio a Salvador Dalí, y no conforme con eso, tomó un libro de la biblioteca del artista, se lo dio para que lo firmara y se lo trajo a México, a su casa.
Habrá quien recuerde al periodista soberbio, que al circular en su auto por la avenida Reforma luego del terremoto del 19 de septiembre de 1985, lo primero que dijo fue que en la ciudad no había pasado nada. Sin embargo, muchos otros tendrán en la memoria la extraordinaria crónica radiofónica que inició minutos después, en la que narraba, en cada paso que daba, la destrucción del Centro Histórico, la antigua Ciudad de México. Un documento sonoro que se suma otros tantos que cuentan la historia de esta urbe.
Es posible que sea recordado como un amigo de Gabriel García Márquez, a quién, como si fuera un hechicero, le vaticinó que después de Vicente Aleixandre, él sería en próximo escritor en español en ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Y no se equivocó. Otros tendrán en la memoria que Julio Scherer, maestro del periodismo mexicano independiente, rechazó una invitación del presidente Carlos Salinas de Gortari a casa del escritor colombiano, porque el "Güero" Zabludovsky estaría ahí con su "salivosa y permanente adulación al poder", como opinaba el creador de la revista Proceso. El propio Scherer reconocía que Zabludovsky le hacía falta como punto de referencia: "vive la vida que desprecio", decía.
Por supuesto, una buena parte de los periodistas de hoy no olvidarán que Jacobo contribuyó a la campaña contra Scherer y su grupo en el periódico Excélsior en 1976, que acabaría con su expulsión. Vicente Leñero lo acusaría: "Auxiliándose en 24 Horas se enderezó la campaña contra el Excélsior de Julio Scherer desde la presidencia de un Echeverría enfurecido e implacable. Entre muchas otras tretas, Jacobo dio voz a su amigo Roberto Blanco Moheno que manoteaba y escupía desde la pantalla contra ese 'periódico comunistoide', y envió a su reportero estrella, Ricardo Rocha, a dizque investigar la prefabricada invasión de fingidos ejidatarios a un fraccionamiento de la cooperativa Excélsior".
Sin embargo, los colaboradores cercanos y reporteros que conocieron al Zabludovsky de la radio, el que conducía su espacio desde hace 12 años, de una a tres de la tarde, lo recuerdan como un sujeto apasionado del periodismo, educado y culto, que agradecía al aire las atenciones recibidas, que trataba a los colegas con camaradería, que disparaba el vino tinto y el concierto de Nacha Guevara y que decía que para ser un buen periodista, había que ser buen ser humano.
¿Cómo hay que recordar a un tipo con tantos contrastes, que la sola mención de su nombre levanta pasiones, que es odiado y querido al mismo tiempo? Y si no, sólo hay que darse una vuelta a Facebook y Twitter y ver la cantidad de comentarios a favor y en contra con el hashtag #JacoboZabludovsky.
Entonces, ¿te recuerdo o te la recuerdo? Dime, Jacobo, dime.
Fuente.-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tu Comentario es VALIOSO: