El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, está derrotado. No puede enfrentar a la delincuencia organizada y al Cártel Jalisco Nueva Generación, la segunda organización criminal más poderosa de la actualidad, que le declaró la guerra desde la segunda quincena de marzo. Sandoval se defiende. Asegura que la reacción del cártel es resultado de las acciones emprendidas en su contra, pero su palabra no deja de ser un lamento resignado.
En noviembre, el presidente Enrique Peña Nieto colocó a Jalisco como uno de los cuatro focos rojos por el crimen –fue el primero en llamar la atención sobre esa entidad–, y desde entonces, las cosas han empeorado.
Hace tres domingos en Tlaquepaque -a ocho minutos de la capital Guadalajara-, los criminales asesinaron de un tiro en la cabeza al regidor priista Feliciano García Fierros. En ese mismo municipio, pero en septiembre de 2014, secuestraron al diputado federal priista Gabriel Gómez Michel, cuyo cadáver fue encontrado días después en Zacatecas. No se sabe porqué asesinaron al regidor, pero al diputado federal lo ejecutaron en venganza por haber pedido ayuda al Ejército para recuperar de manos criminales el rancho de su familia en esa región.
Decenas de funcionarios estatales, municipales y federales han sido asesinados por los cárteles durante los dos años de administración de Sandoval, que asumió la gubernatura el 1 de marzo de 2013. Este rosario de asesinatos comenzó una semana después de haber iniciado su gestión, al ser asesinado su secretario de Turismo, José de Jesús Gallegos. Sandoval se ha defendido con el argumento de que Gallegos, era un empresario muy entusiasta del turismo a quien no conocía realmente, pero que por recomendación de otros empresarios escuchó su proyecto para el sector, por lo que lo nombró en el cargo. El gobernador dice en privado que su asesinato obedeció a un problema con empresarios de Puerto Vallarta, por pago incumplido de propiedades, no a una ejecución del Cártel Jalisco Nueva Generación, como declaró ministerialmente uno de los asesinos.
La situación en Jalisco, en todo caso, entró en el último mes en un estado de clara inestabilidad, después de que el 23 de marzo, durante un operativo de la Fuerza Única de Jalisco, abatieron a cuatro miembros del cártel en el municipio de Zacoalco de Torres. Entre los muertos estaba Heriberto Acevedo Cárdenas, apodado “El Gringo”, uno de los jefes sicarios de la organización en esa región. La reacción fue casi inmediata. El 30 de ese mes en Zapopan, municipio conurbado de Guadalajara, un comando del cártel intentó asesinar al comisionado general de Seguridad Pública del estado, Alejandro Solorio.
El 6 de abril en el municipio San Sebastián del Oeste, cercano a Puerto Vallarta, un convoy de policías de la Fuerza Única fue emboscado en una curva cerrada al reducir considerablemente la velocidad, al que atacaron durante varias horas con fusiles de asalto y lanzagranadas. Quince policías resultaron muertos, contra ninguno de sus atacantes. Ese evento marcó definitivamente la guerra con el Cártel Jalisco Nueva Generación, a decir de los expertos, que de acuerdo con informes de inteligencia del gobierno federal, tenían penetrada a la policía estatal desde hace varios años. Atacar a una corporación en la cual tenían aliados, dijeron, sólo se explica si el acuerdo de protección que se tenía previamente, estaba roto. Opacado por la magnitud de ese ataque, pero no menos importante en el contexto, es que horas después del asesinato de los estatales, Miguel Ángel Caicedo, director de la Policía Municipal de Zacoalco de Torres –el municipio donde cayó “El Gringo”–, también fue asesinado.
La creciente ofensiva del Cártel Jalisco Nueva Generación fue confrontada por el gobernador Sandoval, quien esta semana convocó a una marcha por la paz en las calles de Guadalajara. Es la claudicación del poder estatal ante el poder criminal. Sandoval quiere que la gente marche para que moralmente se doblegue a líderes de una organización que, en los hechos, tiene sometido a su gobierno. Pretende también que salga la sociedad, convocada y organizada por él como si fuera para su blindaje, para enfrentar un grupo criminal que ha evolucionado como ninguno otro en la historia de México.
El Cártel Jalisco Nueva Generación, como lo demostró con la emboscada de hace 10 días, está utilizando tácticas guerrilleras y una instrucción militar que no se le había visto antes. La combinación de narcotráfico con tácticas de movimientos armados e instrucción de desertores del Ejército Mexicano, es inédita en el país. Algunos cárteles, como La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, incorporaron tácticas guerrilleras, mientras que Los Zetas y el Cártel del Pacífico, reclutaron soldados y marinos como sicarios. Todo junto, nunca antes.
El gobernador tendría que ser más cuidadoso en lo que promueve y escuchar con mayor responsabilidad al fiscal general de Jalisco, Luis Carlos Nájera, quien estableció este modus operandi criminal inédito a través de las investigaciones. Las variables que enfrenta en Jalisco están por encima de las posibilidades del estado. La intervención federal en Jalisco para frenar el deterioro acelerado frente a la capacidad de fuego del cártel, no debe ser una consideración sino una decisión a tomarse en forma urgente. No se puede dejar la suerte de los jaliscienses en manos de un amateur.
Fuente.-Raymundo Rivapalacio/Debate
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