El pasado 3 de julio, militares en Nuevo Laredo tuvieron un enfrentamiento con presuntos delincuentes, en el que se encontraban también tres civiles que estaban secuestrados por integrantes del crimen organizado.
Eran tres jóvenes: uno, migrante de Chiapas; otro, un estudiante universitario, y del tercero no se tiene información. Estas tres personas fueron incluidas entre los 12 presuntos delincuentes que efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) aseguran haber abatido ese día en el bulevar Aeropuerto, en la colonia Los Fresnos, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, sin registrar ninguna baja oficial.
AYER COMO HOY:
LA ESTRATEGIA IGUAL DE ASESINA:
Una investigación de EL UNIVERSAL revela que al menos tres de esas 12 personas que resultaron muertas en el enfrentamiento se encontraban secuestradas, con las manos y pies amarrados.
ESTRATEGIA FALLIDA:
Dos de ellos recibieron un impacto de bala en el tórax, de arriba hacia abajo, y el tercero murió de uno balazo en el cráneo, disparado de uno a tres metros de distancia.
La madrugada de ese viernes, elementos de la Sedena, según la versión oficial, fueron agredidos por personas armadas que iban en tres camionetas. Dos de ellas huyeron. La autoridad reportó que el personal militar se encontraba cumpliendo sus labores de disuasión y prevención del delito cuando cerca de las 2:00 horas un convoy con gente armada los sorprendió a balazos, lo que derivó en un enfrentamiento.
Los presuntos delincuentes estaban vestidos con uniformes tipo militar. Se les decomisaron 12 armas, entre ellas dos rifles Barrett. Ninguno de los secuestrados estaba vestido de la misma forma.
Sobre el bulevar Aeropuerto, en la colonia Fresnos, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, hubo un enfrentamiento entre integrantes del crimen organizado y militares. En donde quedó una camioneta con balazos y con los cuerpos de tres secuestrados, fueron colocadas unas cruces.
Fotografías en poder de este diario revelan cómo los cuerpos presentan las marcas de las ataduras en manos; además, en una de las imágenes se observa cómo uno estaba atado de los pies. Otra diferencia en los restos de los sujetos es que algunos tienen una gran cantidad de impactos de bala. En algunos se nota el desprendimiento de piel, a diferencia de disparos a una corta distancia, según el certificado de defunción a la que EL UNIVERSAL tuvo acceso.
La Fiscalía General de la República (FGR) ya abrió una carpeta de investigación por homicidio y abuso de autoridad desde el 11 de julio, por la muerte de Damián Genovez, desaparecido el 24 de junio.
Afuera de la oficina de la FGR, en Nuevo Laredo, está la camioneta Cheyenne Chevrolet en la que viajaba Damián con los otros dos secuestrados y los presuntos delincuentes. El vehículo tiene al menos 250 impactos de bala, la mayoría del lado del piloto, además de un golpe en el frente.
Venián por prosperidad
Un mes antes del enfrentamiento con el Ejército, que acabó con una bala en la cabeza de Damián, él buscó ser parte de las fuerzas del orden. En mayo llevó sus papeles a Monterrey, Nuevo León, para ingresar en la Guardia Nacional, pero no fue aceptado porque le faltaba la carta de antecedentes no penales, cuenta su padre, Raúl Tercero.
En noviembre de 2019, Raúl llegó a Nuevo Laredo desde Chiapas para buscar un futuro prometedor. Dos meses después se trajo a su esposa y dos hijos, Damián y Alejandro, de 18 y 16 años, respectivamente.
Damián y Alejandro desaparecieron el 24 de junio en Nuevo Laredo. Ese día por la mañana Raúl los dejó en un cruce por el puente Mazatlán y él partiría a Monterrey, para trabajar en una obra. Desde que llegó a la zona fronteriza se desempeña como ayudante de albañil.
Raúl y Evelyn se abrazan luego de ver el cuerpo de su hijo Damián en la funeraria.
A la 13:00 horas, Damián llamó a su papá para contarle que ya tenía trabajo en un autolavado y que se iría caminando con su hermano para la casa, a unos 40 o 50 minutos de distancia. Después de eso no volvió a saber de ellos. Regresó de Monterrey y comenzó a buscarlos creyendo que se habían perdido en una ciudad tan grande.
El martes 7 de julio le golpeó la noticia mientras unos extraños comentaban sobre los cuerpos de los sicarios que aparecían en Facebook. Ahí, entre las fotos de los cuerpos amontonados en la caja de la camioneta y en la calle, identificó a Damián. Camisa negra, lunar debajo de la nariz y otro en la frente. De Alejandro no sabe nada.
“No están haciendo [el Ejército] el trabajo que les dijo [el presidente] Andrés Manuel [López Obrador], porque tiran a matar. Llegan y bum bum bum, a tirar a lo loco. No hay seguridad, ¿de quién se va a cuidar uno? Eso pasó con mi hijo, puede pasar con otro inocente también. Eso ha pasado todo el tiempo y el gobierno dice que no hará eso, pero sigue pasando”, dice con rabia.
DEL DICHO AL HECHO:
Cuando llegó a las oficinas de gobierno del estado lo mandaron a la FGR, ahí lo encaminaron a la funeraria privada que hace de servicio médico forense, ya que en Nuevo Laredo no tiene oficina propia. Identificó a su hijo por otras fotos.
El viernes 3 llegaron los cuerpos del enfrentamiento a las 10:00 horas y hasta las 14:00 horas arribó el médico legista y trabajó con los cadáveres entre cuatro y seis horas. En esa funeraria se almacenaron los cuerpos que no habían sido reconocidos.
Como Damián, Arturo estaba desaparecido desde finales de junio, y al igual que él acabó muerto tras la balacera. Tenía 19 años, era estudiante de ingeniería en la Universidad Tecnológica de Nuevo Laredo.
Evelyn sostiene la foto de su hijo Alejandro, quien está desaparecido desde el 24 de junio.
El sábado 27 de junio salió de casa de su novia a las 22:30 horas para volver a su hogar, un recorrido no mayor a 15 minutos, pero nunca llegó.
El 28 de junio se inició la carpeta de investigación por la no localización de Arturo. El 4 de julio comenzaron el proceso para ver si el ADN de familiares coincidía con alguno de los cuerpos que tenían del enfrentamiento que sostuvo la Sedena un día antes.
Tres días más tarde, la familia sería notificada de que Arturo había muerto de un tiro en el tórax y que se encontraba entre los 12 presuntos criminales abatidos por los militares, pero, como Damián, era un civil secuestrado por el crimen organizado.
Sobre la calle
En un video del enfrentamiento del 3 de julio que circuló en redes sociales, se ve cómo un militar dispara una ametralladora. La Sedena explicó que este tipo de arma puede disparar hasta 800 balas por minuto.
En paredes donde fue el enfrentamiento hay agujeros de balas. Donde la camioneta Chevrolet quedó detenida, un muro de cinco metros tiene en la parte superior varios impactos. En ese mismo espacio, sobre la banqueta, familiares de las personas que murieron ahí pusieron un par de cruces con veladoras, flores y casquillos de bala.
Para la Sedena es prácticamente imposible que el personal militar que está recibiendo balazos desde esos vehículos sepa quién es o no un delincuente.
Al ser cuestionados por EL UNIVERSAL, voceros de la dependencia contestaron que no sabían de secuestrados en el enfrentamiento y que los militares dieron aviso a las fiscalías estatal y federal. “En el momento en el que termina el evento, la agresión, si no hay personas que puedan recibir atención médica. Se informa a la FGR”, refirieron.
—¿Tenían conocimiento sobre los tres hombres que estaban amarrados de pies y manos en la camioneta?
—Eso que me dices, lo desconozco.
—¿Van a investigar?
—Nosotros no investigamos.
“Aquí lo importante es que debemos recordar que nosotros somos la contención. El personal militar o en funciones de Guardia Nacional es una parte de la contención, porque los grupos criminales han rebasado las capacidades de los cuerpos policiacos”, explicaron.
Salir de Nuevo Laredo
Días después de enterarse sobre la muerte de su hijo Damián, Raúl y Evelyn acuden de nuevo a la funeraria. Quieren ver el cuerpo de su hijo, no más fotos. Entre los planes que tienen para rendir homenaje al joven está llevarlo a Chiapas y darle un velorio con gente cercana. En este tiempo habían visto su cuerpo en redes sociales y escuchaban a extraños hablar sobre él. Cuando fueron a presentar la denuncia, también les mostraron imágenes, pero no a Damián.
Raúl toca la puerta y pasa con miedo a la oficina del encargado de la funeraria, le dice que si “por favor” puede ver a su hijo, pero él le contesta que han pasado muchos días, que seguro no olerá muy bien y que no está arreglado para que lo vean.
Raúl mira a su esposa y afirma que quiere verlo como esté.
Sobre el escritorio están los informes de los cadáveres que llegaron en la madrugada. Raúl pide verlos para checar si alguno de es Alejandro, toma las fotos y las gira con miedo. Ninguno es su hijo, tiene esperanza.
Van acompañados de su abogado, los tres ahora insisten en que les muestren el cuerpo y después de varios minutos el encargado les da el permiso. Les pide que esperen mientras preparan a Damián. Los padres se sientan en la sala. No dicen nada.
El cadáver fue acomodado en el centro de una capilla, lo cubre una sábana decorada con dibujos infantiles, con unos perros jugando. Sólo la cabeza es visible.
“¡Es él!”, gritan sus padres. “¿Cómo no voy a saber si es él?”, pregunta Raúl ya con la voz rota. Desconsolados, comienzan a enumerar los moretones que tiene en el cuerpo: “Está muy golpeado mi hijo”.
Damián llegó a su vida cuando el niño apenas tenía tres años de vida, sus padres murieron, la madre era hermana de Raúl y él lo adoptó. “Era bien portado, era bien educado”, repiten.
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