En un Estado podrido, la noche es más oscura y profunda; violencia, terror y muerte no piden permiso.
Tan solo en la última semana casos espeluznantes muestran que, pasan años, pasan leyes, pasan diagnósticos, pasan promesas, pasan discursos y no pasa nada… ni la ciruela pasa.
Veracruz es un cementerio, una enorme fosa clandestina, como en Guerrero —tres muertos de las últimas horas en Chilapa— o Morelos —fosas en Amacuzac o Puente de Ixtla—.
El puerto de Veracruz, Alvarado y otros rincones del estado vomitan restos de cadáveres; revelan la realidad que muchos conocían, olvidada por la vergüenza de los escándalos de una casta divina prófuga, aún impune.
Según el fiscal local, Jorge Winckler, la fosa clandestina de Colinas de Santa Fe —del tamaño de una alberca— sería una de las más grandes del mundo, con restos de casi 250 personas. La segunda, ubicada en la localidad del Arbolillo, en Alvarado, contiene 47 cráneos. Son trescientas historias de seres humanos ejecutados por el crimen organizado, sin que alguna autoridad secuestrada, maniatada y negligente se atreva a contarlas.
No debemos pasar por alto la violencia creciente en Chihuahua, donde ocho personas murieron este fin de semana en dos enfrentamientos… y los tres muertos de las últimas horas en Chilapa, Guerrero.
Historias de última hora, sin fin, confirman ausencia del gobierno e insuficiencia de los operativos federales para contener al México salvaje.
La inacción oficial revela que las corporaciones policiacas están involucradas en esos crímenes, a menos que demuestren lo contrario; aquí no priva el principio de inocencia, y menos el debido proceso, como tampoco en la entrega de ocho jóvenes a miembros del crimen organizado por dizque autoridades municipales, ocurrida la semana pasada en Culiacán, Sinaloa.
Precisamente en Culiacán, la fuga de cinco “duros” del Cártel de Sinaloa, todos de máxima peligrosidad confinados a una cárcel de mínima seguridad, prueba que la delincuencia es ciencia; manda, afuera y dentro de las prisiones; los malos entran por la misma puerta que salen, cuando les da la gana. El gran escape de la gente de El Chapo, El Mayo y El Azul viene a restregarnos la capacidad corruptora del dinero sucio. Quince funcionarios del penal de Aguaruto son investigados, incluido el director.
Sinaloa es un estado secuestrado y gobernado por los peores.
Otra historia de cizaña criminal ocurrió en el penal de Apodaca, donde las vejaciones contra almas perdidas, sin dueño ni sueño, de orgullo ultrajado, apenas vestidos con calzones de mujer, son usos y costumbres cotidianos.
En las cárceles, sembradas con semillas de maldad, germina el jardín florido de la corrupción, donde solo se respeta una ley, la ley de la riqueza garantizada para autoridades impunes, vendidas al mejor postor.
Vaya vergüenza insoportable…
Fuente.-Jose Cardenas/Imagen/Twitter
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