En uno de los momentos internos y externos más inciertos
y complejos que ha vivido un presidente mexicano en los tiempos modernos,
Enrique Peña Nieto se encuentra en el peor de los mundos por una razón: su
gabinete está roto.
No hay cohesión al interior de su equipo, sino
rivalidades. No hay colaboración real, sino empujones. No hay fluidez en las
relaciones, sino obstáculos. La comunicación no es fácil, sino forzada. La
unidad que ha pedido el presidente a los mexicanos es inexistente en su equipo.
Sin unidad interna, sin la homogeneidad que requiere para enfrentar los
desafíos que se presentan, Peña Nieto no tiene ninguna posibilidad de salir
adelante. El país lo hará, porque es mucho más grande que sus presidentes, pero
él no terminará bien si se mantiene por la misma ruta.
La división en el gabinete es pública y cada vez se
socializa más. La lucha se remonta a poco más de dos años, cuando chocaron los
secretarios en los cuales se apoyaba el presidente para gobernar, el de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el de Hacienda, Luis Videgaray.
Osorio Chong siempre envió mensajes de que eso no era real y que la relación
con Videgaray se encontraba en muy buenos términos.
En el campo contrario, tardaron poco tiempo en comenzar a
quejarse de las cosas que hacía el equipo de Osorio Chong, alarmados por los
crecientes negocios en los que se estaba involucrando el hermano del secretario
de Gobernación, Eduardo, sin que le pusiera un alto su familiar.
La salida de Videgaray del gabinete en septiembre
realineó el poder hacia el secretario de Gobernación. Varios miembros del
gabinete ya habían visto lo pesado de su mano.
El secretario de Educación, Aurelio Nuño, fue humillado
por Osorio Chong cuando se agudizó la crisis de los maestros disidentes y lo
eliminó completamente de la negociación.
El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, hombre del
secretario, estuvo a punto de agarrar a golpes a Nuño en una de esas reuniones
que convocan para festejar al presidente los gobernadores priistas, y sólo lo
evitó la intervención del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, y del
secretario de Salud, José Narro, quien rodó por el suelo en su intento por
evitar el pleito.
La molestia de Osorio Chong con Nuño ha sido muy
acentuada, aunque no se sabe si es algo personal entre ellos, o en él somatiza
las molestias con el sector técnico del gabinete.
Sin Videgaray en el escenario, el gabinete se
reacomodó.
La secretaria de Desarrollo Urbano, Rosario Robles, tomó
partido por Osorio Chong, quien hizo a su inexperta hija Mariana Moguel líder
del PRI en la Ciudad de México.
Robles, lastimada fuertemente por Videgaray y el equipo
hacendario por su mala gestión administrativa en Desarrollo Social, comenzó a
trabajar por el secretario de Gobernación hacia la sucesión presidencial.
Mientras tanto, cada vez que aparecía en las encuestas el crecimiento de un potencial
adversario de Osorio Chong como candidato del PRI, el secretario beneficiado en
la opinión pública encontraba en el secretario de Gobernación frialdad en el
trato.
Las divisiones se fueron dando en función de la sucesión
presidencial y llegaron a extremos, como al terminar el evento que sostuvo Peña
Nieto con burócratas el primero de diciembre, fue muy notorio que varios
secretarios de Estado ni siquiera se saludaron, y cuando terminaron las
actividades se fueron como llegaron, en grupos que no interactuaron en
absoluto.
Al terminar 2016 y arrancar 2017, la Secretaría de
Gobernación abandonó por completo a la Secretaría de Hacienda frente al impacto
social del gasolinazo. En el despacho del secretario José Antonio Meade se
instaló un 'cuarto de guerra' desde donde junto con los subsecretarios
Miguel Messmacher y Vanessa Rubio, así como el director de Pemex, José Antonio
González, hablaban con gobernadores y empresarios para explicar las razones de
la liberalización, mientras que las llamadas a Bucareli, de Hacienda o de los
estados, nunca fueron respondidas. Una semana dejó Osorio Chong que se hundiera
Meade en el descrédito popular –un aspirante menos en la carrera presidencial.
Los conflictos dentro del equipo peñista se perciben en
varios campos. La semana pasada se publicó en un periódico que responde a los
intereses de Osorio Chong, un informe de la Policía Cibernética donde se
referían las cuentas en redes sociales desde donde supuestamente se atizó la
inestabilidad por el gasolinazo, donde señalaban como principales autores a
Andrés Manuel López Obrador y a varios de sus principales gladiadores.
NOTA RELACIONADA:
El comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, de
quien depende la Policía Cibernética, dijo que él no conocía ese informe ni
había ordenado que se hiciera.
La veracidad del documento fue verificada por varios
periodistas que hablaron con los subalternos de Sales, quien no pertenece ni al
grupo de Gobernación ni al del eje Hacienda-Relaciones Exteriores.
El informe desvió la atención de que entre los verdaderos
instigadores de las protestas se encontraron organizaciones campesinas
vinculadas al PRI, así como Antorcha Campesina, también de origen tricolor.
El regreso de Videgaray al gabinete generará más tensión,
porque una vez más se reacomodarán los grupos dentro del gabinete en la única
lucha clara que tienen: la candidatura presidencial. Lo inverosímil de todo
esto es que el presidente Peña Nieto lo tolere y, con su omisión, lo
avale.
Pero así lo desea, sabrá que quien pague por todo será
él, no sus secretarios.
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