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Si el país grita, que
vocifere en las urnas. Si el Presidente Enrique Peña Nieto no los quiso oír
durante tres años y medio, menos ahora, que se ha pintado de guerra para ir por
todo contra todos.
El líder de la nación que a dos años y medio de dejar el
poder enfrenta retos y rebeliones más propias de fin de sexenio que de la mitad
de su gestión, desafió a todos dentro y fuera de su partido al imponer a
Enrique Ochoa, uno de los suyos, que representa todo por lo cual la mayoría de
los ciudadanos crecientemente lo rechazan en las urnas, como líder del PRI.
Quizás no se vea claramente ahora, pero conforme se acerque la campaña
presidencial, este ajuste le permitirá saber a Peña Nieto si su candidato tiene
posibilidades reales de ganar la elección en 2018, o mejor negocia la entrega
del poder.
Es imposible ver en este momento a Peña Nieto en una introspección o en
conversación con quienes sí tienen acceso, planear que Ochoa conduzca la
retirada del PRI de Los Pinos. Pero no es difícil imaginar que Peña Nieto
carezca de la capacidad analítica para estudiar objetivamente lo que ha
sucedido con el PRI y su gobierno. Como partido,–tendencia que no ha cambiado- entre 2010
y 2011, y desde las elecciones federales de 2015, por millones en las urnas.
El famoso voto
duro del PRI se colapsó en las elecciones para gobernador en junio pasado
porque claramente en algunos estados, el acarreo priista el día de la elección
sirvió para abultar la votación de otros. Sólo en Veracruz, 400 mil de los 600
mil priistas movilizados, votaron por candidatos de otros partidos, según
estudios internos en el PRI.
Es decir, si está mal, en la medida que se acerque la
conclusión de su gobierno y con lo del desgaste y debilitamiento en el cargo,
las cosas se pondrán peor. Pero podría ser, otorgándole el beneficio de la
duda, que sí observe sus rendimientos y llegue incluso a admitir en su interior
que un componente importante a la derrota de junio obedece a su mala imagen
como gobernante y a sus muy poco populares reformas. En este hipotético caso,
la estrategia que siguen es dispersar el voto de la oposición, aunque este
método probó su vulnerabilidad en las elecciones para gobernador en Veracruz y
Chihuahua –donde perdió el PRI-, o en Oaxaca –donde apenas ganó-. “La reflexión
sobre la entrega negociada del poder, tendría que ser considerada”, insistió el
priista.
¿Por qué negociar la entrega del poder? La reflexión
no es sobre el mecanismo institucional ya probado de la alternancia. En
términos procedimentales, las dos alternancias en la Presidencia (Ernesto
Zedillo a Vicente Fox, y Felipe Calderón a Peña Nieto) han sido tersas e
institucionales. La negociación es para salvaguardar el futuro de Peña Nieto.
Dos aspectos son centrales para esta reflexión: la rampante corrupción
registrada en términos de percepción, métricas y denuncias todavía a nivel
privado, y las pruebas documentales de haber utilizado bandas criminales para eliminar criminales –claramente en Michoacán-,
entre cuyas consecuencias se encuentra la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa, por lo que podrían perseguirlo con acusaciones de genocidio en
cortes internacionales.
Peña Nieto no es insensible a esto. La discusión sobre
su futuro jurídico después de la Presidencia, ha sido un tema en Los Pinos, así
como la consideración de contratar un abogado que empiece a preparar su vida al
dejar el gobierno. Pero su tranquilidad no será suficiente si no maneja dentro
de sus escenarios para 2018 una entrega negociada del poder, que significa la
utilización de los recursos de su Presidencia para respaldar al candidato o
candidata de oposición con quien arregle su post Presidencia. Su candidato o candidata no sería
priista, sino quien le garantice que su fama pública no terminará como la de
José López Portillo, que no se volverá un paria como Carlos Salinas, y que
cuando sea necesario, lo respaldarán como a Zedillo.
Esta sería una decisión muy difícil para Peña Nieto,
sobretodo, si como apunta la designación de Ochoa, está convencido que puede
lograr una victoria en 2018 con su candidato y consolidar su proyecto de
nación. Pero llegará el momento en que quiera o no, el escenario de la
negociación pactada para la entrega del poder, sea algo que deba poner a
discusión, a menos que crea en el milagro del resurgimiento del PRI a través de
un acto de fe.
Fuente:
twitter: @rivapa
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