Impensable esperar y menos exigir a autoridades se
plantaran ante la opinión pública el 1 de mayo por la noche para decir,
simplemente y en resumen, este round lo perdimos.
El saldo, en síntesis,
no obstante, se reduce al derribo de un sofisticado helicóptero de las fuerzas
armadas, siete militares de élite muertos, otros heridos graves. Ningún
objetivo militar o policiaco pertinentes conseguidos. Ese es el saldo.
La narrativa gubernamental una vez más resbala. Se
trataba, según declaraciones, solo de una operación de búsqueda y
reconocimiento. Hallazgo literario: un derribo fue un descenso y aterrizaje de
emergencia, como ya lo ha destacado Jorge Castañeda. Si uno observa las
imágenes del lugar del incidente transmitidas por MILENIO Televisión, podrá
darse cuenta del extraño concepto de aterrizaje de emergencia cuando los restos
del helicóptero se encuentran esparcidos en decenas de metros cuadrados. ¿Cómo
salvaron la vida algunos de los ocupantes del aparato? Silencio. La opinión
pública y la información son desechables. Desmentirían la versión oficial.
A todas luces intentaron una operación de película. De
última hora alguien metió mano en el guión con fatal desenlace. ¿Para qué la
prisa? En días previos, la DEA declaraba al cártel de Jalisco Nueva Generación,
como la organización criminal más poderosa del mundo. Es evidente que desde el
gobierno de Miguel de la Madrid, con altas y bajas, el gobierno de la República
sigue sin entender que los oportunistas tiempos de la DEA son tiempos distintos
a las prioridades y capacidades del Estado mexicano. Si es cierto lo que dice
la DEA, con más razón había que tomarse un periodo de recolección de datos, de
información, conocer la estructura y geolocalización de los liderazgos del
cártel, sus disponibilidades tácticas y su armamento, el número aproximado de
integrantes, sus santuarios, red de telecomunicaciones, su manual escrito y sus
reglas implícitas de operación. El 1 de mayo probó que el IQ de la inteligencia
civil y militar mexicanas está bien lejos de ser destacado.
Ahora, los mandos militares se han encargado de filtrar a
los medios que jefes policiacos advirtieron al enemigo. Eso le permitió no solo
disponerse y prepararse para el enfrentamiento armado, sino para desplegar
respuesta y provocación en 25 municipios del estado de Jalisco y en siete más
de tres estados contiguos a esa entidad.
Después de lo ocurrido, Nemesio Oseguera, El Mencho,
es hombre muerto. ¿Y? ¿Qué sigue? ¿Resuelto el problema? ¿Eso le va a destrabar
la mandíbula al general secretario que apareció visiblemente colérico y en el
fondo humillado en los discursos de Cuautla y el Campo Marte? ¿Qué costo
militar y social está dispuesto a pagar el gobierno de México por su presa y la
venganza? El cómo importa, los tiempos y, sobre todo, los objetivos. ¿Es
Oseguera, el cártel, la lucha contra las drogas, la perorata moral del
secretario de Defensa o, más racionalmente, la estabilidad política y la funcionalidad
social?
El episodio del 1 de mayo puede haber sido algo
cualitativamente diferente a lo conocido por el gobierno mexicano en su
combate, internacionalmente impuesto, contra el narco y los delitos
vinculados a ese fenómeno. En cualquier caso, un día de oprobio para las
fuerzas de seguridad por ineptitud en la planeación y por la inseparable dosis
de traición en este tipo de hechos.
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