La condición de Estado fallido consiste en que en una determinada jurisdicción el poder público pierde sus monopolios sobre la violencia y las exacciones ante una fuerza emergente de sujetos armados que de facto ejercen potestades estatales.
La debilidad relativa del Estado no redunda en bienestar de los individuos de bien dedicados a producir riqueza. Para ellos a la pesada carga que de por sí significa el Estado se les añade la carga de la fuerza emergente, que en el caso de México son los grupos criminales y ahora los grupos de autodefensa que a estas alturas o responden a la guerrilla o son bandas criminales sin mayores pretensiones.
De manera muy esquemática el proceso que conduce a la condición de Estado fallido tiene tres fases:
la primera cuando el Estado pierde el monopolio de la violencia ante milicias privadas; la segunda cuando el Estado pierde el monopolio de las exacciones (impuestos) y esas milicias las cobran regularmente; la tercera es cuando las dos condiciones anteriores se vuelven “normales”.
En cada vez más puntos del país estamos ante la “normalidad” de la absoluta ilegalidad.
Hace una semana una banda de “policías comunitarios” –enemigos de Los Rojos- tomó el municipio de Chilapa, Guerrero, lo retuvo por seis días y privó de la libertad a 30 personas. Ninguna fuerza municipal, estatal o federal se los impidió. El más puro Estado fallido.
El Comisionado Nacional Antisecuestro Renato Sales –quien se esfuerza en su labor- revela que hay 99 personas secuestradas en este momento ¡Eso se ha vuelto “normal”!
La tendencia es a empeorar, a que las islas del Estado fallido se multipliquen. Y el problema es la mentalidad de los gobernantes.
Si ellos se sinceraran nos dirían: dejen de estar fregando con sus exigencias de seguridad y estado de derecho; paguen sus impuestos y déjenos a nosotros hacer lo que queramos con su dinero; páguenle el derecho de piso a los señores de la maña y los rescates cuando les secuestren a sus allegados; ¡ah! y no se olviden de votar por nosotros y nuestros contlapaches en las próximas elecciones.
Eso es a lo que los ciudadanos de a pie nos enfrentamos en México hoy por hoy: a la convivencia entre la clase política y los hampones sin poder político formal.
Fuente.-(Texto)
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