El cada vez mayor conocimiento de la corrupción entre los
políticos está revelando una nueva generación de nacos. Son tan burdos que sus
excesos caen en la vulgaridad. Es, podríamos afirmar, una versión incrementada
de los personajes pirrurís del comediante Luis de Alba, quien ilustra con
agudeza no solo una serie de actitudes de superioridad manifiestas en toda la
escala social mexicana pero, que hasta ahora, no ha alcanzado a quienes le dan
vuelta a la ley, roban y derrochan el erario público.
Mexico,D.F 09/Ene/2015 Si, sociológicamente, el naco está construido con el barro de la
superioridad entonces tiene no sólo fines de diferencia social sino es
profundamente discriminatorio en el ejercicio del poder político. Y la
discriminación en un país tan desigual, solo exacerba los ánimos y las pasiones
con la consiguiente violencia física y simbólica.
Así, ocurre con el político que con su estética omnipotente, el
pagado de sí mismo con su traje y corbata de marca o su Ferrari a la puerta,
busca construirse unas formas de ser y de expresarse para estar en otro peldaño
de la escalera del poder. Al enigmático mundo de las complicidades, ambiciones
y los peores humores personales. Situarse de esa manera por encima de la media
colectiva. Ya lo decía certeramente Reyes Heroles padre, que en política la
forma es fondo y entonces la presencia, el discurso y los actos definen al
político de cuerpo entero.
No hay duda. El político es parte o busca ser de la minoría
opulenta, como bien lo sugiere Pepe Mújica desde su pulpito de la ética,
pero es una contradicción entre gobernantes y gobernados. Y es que por simple
lógica, el político debiera, por su responsabilidad estar cerca de los
gobernados. Sudar sus problemas y buscar soluciones. No ser distante o
anteponer sus ambiciones que le roban a los gobernados. Le limitan educación,
salud…
Y es que el mundo de nuestras singulares formas exige, más allá de
colores partidarios, posturas políticas e ideologías dar contenido al principio
corrupto hankiano: “Político pobre, pobre político”.
Existe la percepción mayoritaria de que a la función pública se
llega a servirse con la cuchara grande cuando no responde a otra máxima de
nuestras desviaciones colectivas: “No me pagues, ponme dónde hay”. Altos
salarios, lujos, moches, negocios, tráfico de influencias, complicidades, sexo,
cinismo.
Casa blanca
En ese sentido el momento político ha sido revelador del exceso y
llega hasta los más altos niveles de responsabilidad pública: la fuerte
sospecha sobre la Presidencia de la República. La Casa Blanca de Lomas de
Chapultepec, no sólo está más allá de la máxima juarista de la justa medianía
en todo funcionario público, sino es la expresión de la ostentación y la
diferencia en cada acto público y privado.
El ser y la vida del Presidente y su familia nada tiene que ver
con la forma en que viven la gran mayoría de los mexicanos. Compite en todo
caso con la de los potentados de este país y hasta la frivolidad de jeques y
reyes tercermundistas. Llena sus carencias con la desmesura y cuando eso
sucede, viene la distancia con los gobernados y linda en la absoluta vulgaridad.
Pero, además, si le agregamos que los bienes pudieran ser producto
del tráfico de influencias. Del dame una casa y te doy obra pública, no puede
ser otra cosa que corrupción, y cuando esta llega al nivel de la Presidencia,
abajo todo pareciera estar permitido y se actúa en consecuencia.
Sin embargo, algo no funciona, pues termina por saberse y los
expone a la luz pública con todas sus miserias.
Casos, hay
Vemos, entonces, la casa de Malinalco del Secretario de Hacienda
que también resulta ser del constructor favorito del Presidente y antes en el
gobierno del Estado de México, empresarios que se hacen más ricos gracias a los
favores o intercambios en el poder.
La absolución de Raúl Salinas de Gortari de todo delito, que se va
riendo a Europa, y dejando la sensación de impotencia ante la impunidad y el
servilismo en el Poder Judicial.
También están los relojes insolentes de César Camacho que
los justifica diciendo que lo “cautiva el tiempo”. ¿Cuál tiempo? El Tiempo
Nublado que atormentó tanto a Octavio Paz o el Tiempo Mexicano que describió
Carlos Fuentes con un sentimiento de asombro y frustración o el tiempo al
servicio del poder.
Más todavía, el regalo del Porsche Cayman amarillo que hace
Heliodoro Díaz, delegado del Infonavit en la zona sur y ex secretario de
gobierno del célebre gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz, satisface una fantasía
de su hijo que seguramente es aficionado a Rápido y Furioso . Hace realidad las
ansias que solo provoca la soledad del dinero. Hoy rumia en esa misma soledad
su renuncia y probablemente su separación de la función pública. Pero, ya
sabemos, nada es definitivo.
No menos grave es la golpiza verbal del panista Edgar Borja a una
mujer por habérsele ido un moche de una licitación en la asamblea legislativa
del DF. Su mayor preocupación de este asambleísta es: “No quiero que mi nombre
aparezca en la lista de los pendejos” aunque le duele es el dinero que se le
fue del bolsillo y ahora, estar en capilla de ser expulsado por corrupto de su
partido y tener que declarar ante la autoridad.
Por algún lado, se habrá de romper el hilo de la corrupción, son
necesarios los chivos expiatorios.
Gobernadores
Así están también, los gobernadores en plena jauja endeudadora
haciendo hospitales, carreteras, puentes, presas, con las mismas empresas que
tienen al Presidente en un callejón sin salida, como sucede en Sinaloa y Nuevo
León. Saben que para que se les juzgue a ellos habría que juzgar primero al
Presidente. Y eso dirán nunca va a suceder. Porque nunca ha sucedido.
Entonces, si las cosas son así hagamos de la naques una
institución pública que afirme de una vez por todas las diferencias. Afirmemos
la diferencia entre los políticos y la sociedad. Acentuemos la
discriminación que siempre ha habido, pero antes fue al menos algo discreta. O mejor
dicho sutil.
Pero, los nuevos nacos, en el pecado llevan la penitencia. Son
exhibidos en todo el descaro de sus fantasías. Sus casas, sus coches, sus
cuentas bancarias, sus viajes con cargo al erario público, o la ostentación de
hijos irresponsables que se comportan como patanes esgrimiendo ofensivamente
sus apellidos como patente de corso.
Y cuando eso sucede, cuando se llega a ese punto, el naco con
ínfulas de grandeza, se le cae la coraza de autosuficiencia, se irrita y
amenaza, despotrica, pierde la compostura de las formas suaves: “El Estado
tiene sus límites ante las manifestaciones”, la amenaza de la mano dura, las
tentaciones autoritarias. La represión selectiva y la manu militari.
Pero, hoy, existe la sensación de que eso ya no funciona y lo peor
para ellos es que no lo pueden hacer impunemente. Su imagen modernizadora se
resquebrajaría aún más. Alcanzaría quizá los niveles que alguna vez ostento el
“modernizador” Pinochet o los generales argentinos, en el ánimo de imponer
cueste lo cueste un modelo de país percibido como contrario a los intereses de
las mayorías.
Llegar a ese punto, no solo eso podría representar, sino también
la incapacidad para seguir administrando “su” proyecto de nación que hoy
deploran millones de mexicanos. Que están ya sintiendo los efectos de la
contracción económica por la baja de los precios de los precios del petróleo y
las subidas de los combustibles.
Así, si el 2014 fue el año de la crisis social este podría ser el
de la económica. O la mezcla de ambas. Es decir incrementada.
En definitiva, la república
de la naques es reveladora, y no se puede reconstruir sobre la base de lo
mismo. Los mismos. Seguir en la misma ruta terminaría complicando la situación.
Se necesita un antídoto capaz de reestablecer la separación de la política y la
sociedad. Esa que todavía, no sabemos cuál es. Que saque a los nuevos nacos de
la política.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: