La política de gestos tiene un peligro: convertirse en una comedia de enredo. Desde sus inicios como activista social, Andrés Manuel López Obrador ha ido afinando sus dotes dramáticas en la gestión de los asuntos públicos. Lejos quedan ya los años setenta, cuando llamaba por su nombre y apellidos a los miembros de la comunidad chontal de su estado, Tabasco. O sus entrevistas en televisión con la banda presidencial pese a haber caído derrotado en las elecciones en 2006. Los símbolos han seguido marcando el paso en su ascenso a la presidencia de México, pero de modo más afilado -eslóganes como “la mafia del poder”, “primero, los pobres”- o más rotundo: poner a la venta el avión presidencial.
Deshacerse de la aeronave, un Boeing 787-8 de lujo comprado por el expresidente Felipe Calderón y estrenado por Enrique Peña Nieto, fue de hecho una promesa electoral, anunciada con pompa como el preludio de un cambio de época. “No me voy a subir al avión presidencial, no voy a ofender al pueblo de México. Ese avión costó 7.500 millones de pesos (218 millones de dólares). No lo tiene in Ni Obama, ni Trump. Lo vamos a vender y el dinero va a ser para beneficio de nuestro pueblo”.
Tras la aplastante victoria electoral de Morena, en diciembre de 2018 el avión fue enviado a California en busca de un nuevo dueño. Pero casi dos años después, y sin comprador claro a la vista, la nave volvió esta semana a Mexico. Entre medias, casi 1.5 millones de dólares gastados en el mantenimiento y una cascada de episodios rocambolescos y contradictorios relacionados con los intentos de vender el aparato. El gesto del presidente se ha ido enmarañando. Hasta quedar, a día de hoy, mas cerca de una telenovela que del golpe de efecto político deseado.
El embrollo comenzó con el primer ofrecimiento de venta, del que públicamente no se conoció ni la oferta y ni el monto que el Gobierno mexicano preveía recuperar. Ante la falta de compradores, se anunció una rifa para sortear la nave. Después se añadió que se trataría de una lotería simbólica, y que se darían premios a los ganadores. Y por último, el presidente anunció que serían los empresarios los que en realidad iban a pagar la lotería comprando la mayoría de los boletos. Casi un centenar de los hombres de negocios más poderosos del país -Carlos Slim, Emilio Azcárraga, OIegario Vázquez, entre otros- fueron invitados en febrero a una cena en Palacio Nacional de la que salieron comprometidos a poner de su bolsillo 1.500 millones de pesos (80 millones de dólares) en boletos de la rifa. Una de las grandes incógnitas de la participación de los empresarios en esta aventura -descartada la desgravación fiscal- es cuál será la contrapartida del Gobierno. ¿A cambio de qué accedieron las grandes fortunas de México a colaborar en este supuesto altruismo?
México lleva asistiendo entre la hilaridad y la abierta crítica a esta especie de sainete por capítulos mientras en el país se siguen multiplicando los problemas. La violencia continúa rompiendo récords y y la economía mexicana, que ya cerró el año pasado en negativo por primera vez en una década, sufrirá uno de los peores goles regionales por la crisis de la Covid-19. El estallido de la pandemia ha sido una de las razones defendidas por el Gobierno para la vuelta de la aeronave. El objetivo, repetido en muchas de las conferencias matutinas, es dedicar el dinero obtenido no solo a sufragar los gastos del mantenimiento del avión hasta que sea posible su venta, sino también a financiar causas sociales, en particular, equipo médico.
López Obrador aun guarda esperanzas de sacar rédito de la aventura. “Hay una oferta de compra, a ver si se concreta la venta”, adelantó en mayo. Este miércoles añadió que “el compromiso de la compra sigue. No se ha caído, ya incluso hubo una aportación de un anticipo”, sin dar muchos más detalles. Ha sido el director general del Banco Nacional de Obras y Servicios Público (Banobras), Jorge Mendoza, quién concreto que la oferta es de 120 millones de dólares, a medias entre efectivo e inversión en equipo médico. López Obrador añadió este jueves que existe otra oferta sólo en efectivo.
En paralelo, el Gobierno ha confirmado la celebración del sorteo planeado para el 15 de septiembre. Desde la dirección de la Lotería Nacional reconocen que apenas se han vendido un cuarto de los boletos -algo más de 30 millones de dólares- pero que sin embargo se repartirán premios por valor de 90 millones de dólares. No parece que vaya a ser mucho lo que se recupere de los 218 millones de dólares que se pagaron por un Boeing de lujo hecho a medida: de los 242 pasajeros que admite ese modelo, dejaron espacio para 80 personas, cuenta con una habitación especial para el descanso del mandatario, así como con servicio de Internet, comunicación satelital y sistemas antiespionaje.
De momento, lo único seguro es que se concrete o no la venta, López Obrador seguirá desplazándose en sus viajes oficiales -pocos fuera de México- por medio de aviones comerciales, seguirá saludando a los pasajeros que se encuentre por los pasillos y seguirá subiendo fotos a sus redes sociales como uno de los pilares de su política de gestos.
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