Hubo un reporte el 27 de diciembre de 2019, en la colonia Valle de las Pirámides, en Tlalnepantla, Estado de México. Había dos hombres moribundos a bordo de una pipa de gas LP de la empresa Gas Tomza. Les habían disparado, según los testigos, “hombres y mujeres en motocicletas”. Los hombres presentaban impactos en el tórax. Cuando llegaron los paramédicos, ambos habían fallecido.
Hubo un segundo reporte el 25 de febrero de 2020. Un repartidor que conducía una pipa de Gasomático había sido acribillado, al lado de su esposa, en Cuautitlán. “Les dispararon en forma directa”, informó la policía.
Hubo un tercer reporte hace unos días, el 13 de julio de 2020. Dos trabajadores de Gas Cero se hallaban heridos en el interior de una unidad repartidora, en la Avenida Texcoco de los Reyes La Paz. Ellos también tenían impactos en el cuerpo. Cuando aparecieron los paramédicos, ninguno presentaba signos de vida.
El 25 de abril de 2019 habían matado a otro gasero en Santiago Tianguistenco. A él también lo encontraron a bordo de una unidad repartidora de gas LP. Los testigos afirmaron que le habían querido robar la unidad y que se resistió.
Esas muertes se convirtieron en notas a las que no se prestó mucha atención. Tampoco a la publicada el 7 de noviembre de 2019 en diarios de Puebla: una pipa de gas LP con capacidad de 5 mil litros, que transportaba “hidrocarburo de dudosa procedencia” explotó en la comunidad de San Bartolomé Hueyapan, en Tepeaca, Puebla. Los tripulantes habían logrado escapar antes del estallido.
Consigno tres hechos más: la fuga de gas ocurrida el 2 de agosto de 2019 en el municipio de Nextlalpan, Estado de México, que provocó que dos mil personas fueran evacuadas de dos fraccionamientos cercanos, y en la que la dispersión de la nube se prolongó a un kilómetro de la toma clandestina que la provocó. La fuga ocurrida en Amozoc, Puebla, que tardó siete horas en ser controlada y desató escenas de pánico entre las más de dos mil personas que aquel día tuvieron que ser evacuadas. Y en tercer lugar: la fuga de gas ocurrida en Tlahuelilpan el 13 de julio de 2019, año y medio después de la explosión que cobró la vida de 137 personas.
El 1º de junio de 2020, conductores de una empresa gasera sin registro ante las autoridades federales —Guval Gas—, agredieron a golpes a conductores de pipas que distribuían combustible en colonias residenciales del Estado de México, como Interlomas y Huixquilucan, así como en otras de la Ciudad de México: Bosques de la Lomas era una de estas. “El objetivo es que Guval Gas será la única que ofrezca el servicio a domicilio y negocios”, relataron los operadores, cuyas unidades habían sido destruidas —y una de ellas, quemada.
Hace dos semanas, en eventos ocurridos en distintos municipios de Puebla, el Ejército aseguró 20 mil litros de gas LP robado del ducto Cactus-Guadalajara, en San Salvador el Verde, Puebla.
La Asociación Mexicana de Gas Licuado y Empresas Conexas, Amexgas, reporta con base en cifras oficiales que el robo de gas se disparó a niveles exorbitantes en México. Durante el sexenio de Fox se detectaron 889 tomas clandestinas. Durante el de Calderón, el número subió a 4,486 tomas. En el Peña Nieto pasó a 44 mil tomas: un crecimiento explosivo de más de 900%.
Solo en 2018, a lo largo del ducto que va de Veracruz a Jalisco, se practicaron diariamente alrededor de 42 “picaduras”: 15 mil 330 a lo largo del año.
Según la Amexgas, el gobierno de AMLO ha dejado de transparentar esas cifras.
El año pasado, el robo a Pemex de gasolinas, diésel y gas LP ascendió a 70 mil millones de pesos. De esa cifra, 13 mil millones correspondieron a robo de gas LP.
Los “gashicoleros” se roban casi el 10% del gas LP que se produce a nivel nacional. El robo se concentra sobre todo en Puebla, donde el año pasado esta actividad creció 1,334.38%. Las otras entidades conflictivas son Veracruz, Hidalgo, Tlaxcala, Estado de México, Guanajuato, Jalisco y la Ciudad de México.
A diferencia de la gasolina, al gas LP los delincuentes no lo pueden almacenar. Necesitan moverlo con rapidez. Roban pipas para clonarlas con logos de otras empresas establecidas. Obligan a los comisionistas a adquirir el combustible robado, y empujan a los repartidores a salirse de las “zonas de reparto con dueño”. Crean sus propios canales, reclutando a exrepartidores. Realizan ellos mismos la distribución, con todo el riesgo que esto entraña para los ciudadanos.
En los últimos meses se ha desatado una ola de amenazas, secuestros y homicidios entre comisionistas y repartidores que se niegan a participar de la distribución ilícita, o que no se ajustan a las exigencias de los “gashicoleros”.
Justamente así comenzó en Guanajuato el imperio de El Marro.
A él también lo dejaron crecer, y ahora todos estamos padeciendo las consecuencias.
La bomba de tiempo está en marcha. Los criminales hacen una “picadura” para robar gas LP cada seis horas con 37 minutos. Si el gobierno no hace algo, inevitablemente vendrá otro Tlahuelilpan.
Fuente.-@hdemauleon
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