En la Secretaría de Marina (Semar), sólo 10 por ciento de los elementos navales que ingresan a las Fuerzas Especiales logra quedarse en el Grupo de Alto Impacto que tiene como misión realizar operaciones de búsqueda, captura, eliminación o localización de líderes de organizaciones criminales y narcotraficantes.
Su adiestramiento no es fácil y su vida tampoco, pues luchan permanentemente con la muerte. Los miembros de este grupo —que es lo más selecto de la élite naval— son hombres sin rostro, porque de lo contrario sus familias estarían en peligro.
Esta clase de marinos se capacita alrededor de 14 horas al día. Carecen de vida social y, apenas, cada tres o cuatro meses visitan a familiares. Permanentemente se encuentran concentrados en solo un objetivo: detener a quienes dañan a los ciudadanos.
Integrados en comandos, ese grupo de élite siempre opera en secreto. Ellos han sido los encargados de participar en el operativo, el 16 de diciembre de 2009, donde cayó muerto Arturo Beltrán Leyva El Barbas, extinto líder máximo de la organización criminal de los hermanos Beltrán Leyva.
También fueron los responsables de las acciones de la justicia del 5 de noviembre del año pasado donde fue abatido Ezequiel Cárdenas Guillén Tony Tormenta,entonces dirigente del cártel del Golfo.
Asimismo este grupo especial de marinos detuvo, el 12 de septiembre del año pasado, a Sergio Villarreal Barragán El Grande, jefe de sicarios y criminal de alta peligrosidad que trabajaba para los Beltrán Leyva cuando vivía El Barbas.
Según cifras de la Semar, durante 2010, 15 elementos del grupo de Fuerzas Especiales fallecieron en combate con la delincuencia organizada; sin embargo, las pérdidas de elementos de élite no ha inhibido a quienes desean participar en este grupo selecto, al contrario, los solicitantes ahora también son mujeres que desean participar en ese tipo de operaciones de gran responsabilidad.
Son todoterreno
Los elementos de infantería del Grupo de Alto Impacto son capaces de cumplir operaciones en agua, tierra y aire. Están adiestrados para rescatar a secuestrados, para perseguir y detener en situaciones difíciles, para hacer frente a comandos del crimen organizado o, incluso, realizar operaciones de vigilancia e inteligencia para ubicar a un objetivo.
En estos momentos operan en el norte del país, en zonas del centro, en el Altiplano y en el Golfo de México.
Su entrenamiento se lleva a cabo en el mar, en zonas boscosas y selváticas, en el desierto y en zonas urbanas y semiurbanas para responder a cualquier evento, y los especializan en el manejo de armas, comunicaciones y explosivos.
Entrevistados por Excélsior, tres elementos de este grupo especial aseguraron estar orgullosos de servir al país. Reconocen que su vida es difícil, y aunque saben que en el desempeño de su trabajo la muerte es una constante sombra, afirman que ver morir a un compañero, a un civil o a un delincuente provoca una herida mental y de conciencia difícil de sobrellevar.
Esas unidades de Fuerzas Especiales que operan en el territorio mexicano tienen la capacidad para realizar “guerra no convencional” por aire, mar y tierra. Utilizan todos los medios de infiltración disponibles para desarrollar acciones de recuperación de instalaciones terrestres o áreas que se encuentren en peligro o que estén en poder del enemigo, pues para ello tienen armamento y equipo especial no común en las fuerzas militares convencionales.
“Pedro”, uno de esos elementos que consiguió entrar al Grupo de Alto Impacto dice: “Todos tenemos sentimientos, porque tenemos familia a quien no le podemos decir lo que hacemos. Saben que trabajamos en la Marina, pero ignoran nuestras actividades. No hablamos de ello porque los ponemos en riesgo. Es mejor así, ni para ellos ni para nadie es fácil contar lo que ocurre cuando entramos en operativo.
“Nos adiestran y estamos capacitados, pero cuando entras en acción es como si los minutos se volvieran horas, escuchas los disparos, escuchas las órdenes del jefe, escuchas a los delincuentes decir cosas, tu corazón siempre late muy rápido, y lanzas la advertencia de que se entreguen, algunos lo entienden y sueltan las armas, hay otros que dicen que te van a llevar por delante, y comienza el tiroteo, donde la única salida es la rendición o la muerte.”
La vida cambia tras la muerte
Para los elementos de la Armada la eliminación de personas es el último recurso que se utiliza cuando se realiza un operativo especial. Antes de disparar se les pide a los delincuentes que se entreguen; hay quienes por respuesta lanzan ráfagas de balas.
“Aún así, luego de que nos disparan, tenemos que ver la forma de desarmarlos. Sólo cuando está de por medio la vida de un compañero, de un civil, o la propia, eliminamos el objetivo”, dice “Leobardo”, otro miembro élite.
Y es que para ellos, la vida nunca es la misma. “Me tocó una vez ver caer a los delincuentes, utilizaron hasta granadas. Nos querían acabar. Vi a uno de mis compañeros muerto, y vi que uno de ellos me quería matar para darle salida a su jefe, y murió en el enfrentamiento, pero esa escena se repite y se repite en mi mente. Eso es difícil, porque somos humanos, y nada vuelve a hacer lo mismo”, cuenta “Leobardo”.
Para ser parte del grupo de élite, los elementos tienen un adiestramiento de seis meses. En tanto no sean utilizados para los operativos de alto impacto, siguen su preparación entre diez y 14 horas diarias.
De acuerdo con los entrevistados, los elementos de este tipo de grupos permanecen entre tres y cuatro meses reclutados, para llevar a cabo cualquier tipo de operativo, y después les dan diez días de descanso.
Para “Carmelo”, pertener a este grupo especial es lo mejor que la Marina le puede conceder a un militar. “Estamos preparados para proteger la vida, los derechos de las personas, aun cuando sean delincuentes.
“Nunca estás listo para morir, pero estamos conscientes de que alguien tiene que hacer la tarea, y cuidar a los mexicanos. Esos somos nosotros”, asegura.
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