La superficie dedicada al cultivo de la hoja de coca en Colombia pasó de 48,000 hectáreas en el 2013 a 69,000 en el 2014, que supone un crecimiento de 44% de un año para el otro, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
A consecuencia de esto, según la misma fuente, la producción de cocaína aumentó de las 290 toneladas a las 442 toneladas en el mismo periodo, que supone una subida de 52% entre el 2013 y el 2014.
Las incautaciones no crecen y se mantienen en los mismos números que en el 2013, poco más de 166,000 kilos. Si la producción aumentó en 52% y los decomisos se mantienen en los mismos números es evidente que hubo una significativa reducción de los mismos.
Colombia regresa a los niveles del 2009 cuando se sembraron 73,000 hectáreas. Las actuales cifras están lejos de las 145,000 hectáreas sembradas en el 2002, pero se quiebra la tendencia a la disminución de los últimos cinco años cuando la superficie cultivada se mantuvo en las 48,000 hectáreas.
Las autoridades colombianas reconocen que el dato de la UNODC es cierto y que su política de contención de la producción de la hoja de coca y la cocaína no está funcionando. Asumen de manera clara y abierta que la actual estrategia debe ser replanteada.
Las explicaciones del aumento del cultivo son dos, según la UNODC: el aumento de los precios que se pagan por la hoja de coca y la falsa idea entre los campesinos colombianos de que entre más área tengan cultivada recibirán una mayor cantidad de dinero en el marco de los programas de sustitución de cultivos que impulsa el gobierno.
Porcentualmente, el mayor aumento de los cultivos se da en los departamentos del sur que hacen frontera con Ecuador, donde históricamente han tenido presencia las fuerzas guerrilleras de las FARC y los grupos paramilitares. En esta región los cultivos crecieron en 68%, pero la zona del Pacífico es la que tiene la mayor superficie cultivada, que pasa de 18,500 a 26,000 hectáreas, según la UNODC.
El aumento de la superficie cultivada de hoja de coca y el crecimiento de la producción de la cocaína responde, como cualquier mercancía, a condiciones del mercado. Se supone que habría que probarlo, que el aumento en los precios, que incentivan la producción, obedece a una mayor demanda del consumo de cocaína en el mundo.
Lo que ocurre en Colombia, después de miles de miles de millones de dólares gastados en el combate a la siembra y producción de la cocaína, es una prueba, dentro de otras muchas, de que la estrategia punitiva y prohibicionista contra las drogas ilegales, el tabaco y el alcohol son legales, ha fracasado y se requiere otra estrategia como lo plantean los ex presidentes de América Latina y ahora también presidentes, como el colombiano Juan Manuel Santos.
raguilar@eleconomista.com.mx
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