Están por todas partes. Omnipresentes. En los caminos y en las carreteras, en los puentes y en los pasos peatonales, en las torres y en los templetes. Las imágenes de Claudia Sheinbaum presumiendo su alianza con el Partido Verde.
En unos espectaculares carga al planeta entre las manos, en otros cuida a una planta, con lo que pretende demostrar su vocación ambientalista. Y esa imagen resume todo lo que el debate presidencial evidenció. Sheinbaum miente descaradamente. Sheinbaum miente sin vergüenza alguna.
La candidata que emula a Andrés Manuel López Obrador en todo, también copia uno de sus peores talentos políticos. Repetir falsedades sin rubor, inventar datos sin temor, evadir las preguntas legítimas de la ciudadanía o descalificarlas por su supuesto sesgo. Claudia es un facsimilar de la falacia.
Porque el Partido Verde cuya ayuda aplaude y cuya alianza buscó, representa lo peor de la política del país. El embuste ecologista, la compra de votos, los sobres amarillos, las maletas de dinero en efectivo, y la venta del apoyo a cualquier partido dispuesto a pagar por él.
Claudia Sheinbaum ataca a la coalición opositora argumentando que entrañaría el regreso de la corrupción, cuando ella abraza a quienes también la representan. El Niño Verde y Manuel Velasco, operadores políticos de la patraña, ahora se han convertido en apóstoles impolutos de la "transformación". Limpiados, rebautizados, y exaltados, junto con los ex priistas al frente de embajadas y movilizaciones electorales para Morena. "Hombres honestos" como diría AMLO, el autor de miles de mentiras mañaneras que sus adeptos justifican o simplemente ignoran. Así como Cristo multiplicó los panes y los peces para alimentar a la multitud, Claudia y Andrés transforman lo negro en verde, y las falsedades en "otros datos".
Y el debate la desnudó. Mintió al aseverar que el feminicidio había bajado en 40 por ciento en CDMX. Según El Sabueso de Animal Político, en 2018 se registraron 47 víctimas de feminicidio en CDMX y en 2023 fueron 61; un aumento del 29 por ciento según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Mintió al afirmar que había cero impunidad en feminicidios en la capital; el estudio "Hallazgos: evaluación de la justicia penal en la Ciudad de México" de México Evalúa concluyó que ningún feminicidio cometido en 2022 había sido resuelto con sentencia, por lo que el nivel de impunidad de ese año fue del 100 por ciento.
Engañó al presumir las cero observaciones de la ASF en 2022, porque aún no ha aclarado los 7 mil 771 millones de pesos señalados del 2019 al 2021; en 2019 la Auditoría incluso determinó un "probable daño al erario" por 31 millones de pesos dedicados a la ampliación de la Línea 12, por "trabajos que no se cumplieron con la calidad establecida".
Mintió al asegurar que el Tianguis Digital de su Gobierno es un tributo a la transparencia, cuando dista de serlo. Mintió al afirmar que las universidades públicas que creó han tenido excelentes resultados, cuando eso no es verificable porque aún no hay estudiantes egresados. Y las dos han recibido observaciones críticas de la ASF por carecer de "controles para supervisar las actividades susceptibles de corrupción".
Otros presidentes también han mentido o exagerado sus éxitos. Y no estoy argumentando que Xóchitl Gálvez sea un dechado de virtudes bíblicas. Ha cometido errores serios y su vinculación con partidos que cargan con el fardo del pasado la lleva a tropezar una y otra vez.
Pero Sheinbaum y López Obrador han traspasado los límites de las mentiras, normalizándolas y repitiéndolas aun sabiendo cuánto se alejan de la realidad. Como cuando Claudia declaró que no había faltado una sola cama de hospital en la ciudad durante la pandemia. O que el reparto de ivermectina sin el consentimiento de los pacientes había sido resultado de una decisión médica. O que no hay militarización en México a pesar de los cientos de actividades antes en manos de civiles, y ahora llevadas a cabo por militares.
Para Claudia Sheinbaum, como para López Obrador, mentir se vale si es en nombre del amor al pueblo. Para la candidata, como para quien la designó, la transformación justifica la falsificación. La popularidad sirve de tapadera a la inmoralidad. Y así como el pájaro que representa al Partido Verde, Lady Tucán tiene el pico muy grande y la lengua muy larga. Para mentir, necesita ambas.
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