El gran ganador en los procesos internos de Morena para elegir a sus candidatas y candidatos a las gubernaturas de 9 estados, fue sin duda el presidente López Obrador.
Primero porque en al menos cuatro entidades fue clarísimo que el Presidente colocó a sus favoritos y cercanos: Rocío Nahle en Veracruz, Javier May en Tabasco, Margarita González en Morelos y el caso más significativo, el de Clara Brugada en la Ciudad de México. Pero segundo, porque ante los riesgos de rupturas, amenazas y rompimientos en su movimiento, el mandatario optó salomónicamente por sacrificar el liderazgo que supuestamente le había entregado a Claudia Sheinbaum, vía bastón de mando que resultó un palo de escoba, porque el único liderazgo real y efectivo que sigue habiendo en Morena, es el suyo.
"48 LEYES DEL PODER: 1. NUNCA ECLIPSES A TU SUPERIOR"
De paso, López Obrador ya dejó muy en claro por qué siempre se inclinó por Sheinbaum como su candidata, porque la veía ingenua y dúctil para manejarla y a través de ella seguir siendo el amo y señor, el jefe político sempiterno de su movimiento político y mantener desde su expresidencia en el trópico, el control de la posible continuidad del proyecto político que aspira a convertir en un nuevo sistema político mexicano que se eternice en el poder. Para decirlo claro y con todas sus letras: Andrés Manuel está moviendo sus piezas y su ajedrez político para instaurar un nuevo Maximato, a partir de que deje la Presidencia, en donde a él se le sigan consultando las definiciones importantes y la consolidación de su autonombrada “Cuarta Transformación”.
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Y en su estrategia de control político transexenal, al Presidente no le ha importado cuidar la imagen de su candidata y pupila, la misma que ayer dice muy seguro que ganará la próxima elección presidencial “con más de 31 millones de votos”. Pero no lo dice porque crea que Claudia Sheinbaum se convertirá de la noche a la mañana en una candidata carismática y que mueva masas, algo de lo que por cierto adolece la abanderada morenista, sino porque él y sólo él, con su megalomanía y su aprobación, basada en las carretadas de dinero público que regala con sus programas sociales, será el único que pueda ganar esa elección y asegurarse no sólo la tan ansiada continuidad sexenal, sino también el máximo nivel de control sobre la que quiere como su sucesora.
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Tampoco le ha importado terminar de rematar, con sus decisiones sobre las candidaturas estatales, a su “hermano” y exoperador político, Adán Augusto López. Si bien la amistad, dicen, sigue intacta entre ellos, al impulsar y sacar la candidatura de Javier May para gobernador de Tabasco, López Obrador prácticamente le da la puntilla a su exsecretario de Gobernación, quien claramente perderá el control político de Tabasco con un candidato opuesto a su grupo y mandado expresamente por el Presidente. ¿Será que en el fondo quiere terminar de debilitar a Adán para que no se convierta en una sombra pesada para Sheinbaum, con quien el tabasqueño nunca pudo congeniar ni coincidir?
Por lo demás, el Presidente y Morena también priorizaron la estabilidad al modificar decisiones sobre género y candidaturas en algunos estados que amenazaban con rupturas que iban a resultar demasiado costosas y arriesgaban incluso perder algunas entidades. Es el caso de Chiapas, donde los amagos y amenazas del senador Eduardo Ramírez, de romper con Morena y postularse por otros partidos a las gubernaturas, al parecer surtieron efecto y obligaron a sacrificar a la senadora Sasil de León; pero también el caso de Puebla, donde Alejandro Armenta, con todo y no ser muy bien visto en Palacio nacional, terminó siendo el puntero indiscutible de la encuesta, provocando incluso la ira de su primo, Ignacio Mier, a quien vieron salir ayer de la reunión morenista en el Hotel Camino Real, muy enojado y hasta dando portazo por su segundo lugar.
El que saldrá totalmente lastimado y vilipendiado después de esta contienda es sin duda Omar García Harfuch. Al exsecretario de Seguridad capitalino no le alcanzó el respaldo y el madrinazgo de su mentora, ni tampoco su carisma y su charming de Batman o súper candidato atractivo para las clases medias chilangas, para lograr la candidatura con la que pensaba dar el gran salto hacia la política. A Harfuch lo golpearon hasta cansarse los puros de Morena, con la complacencia y autorización del Presidente, y el último mensaje para decirle que nunca permitirían su arribismo político y que, como se cansaron de repetirlo lo mismo en público que en privado: que un policía jamás debía gobernar a una ciudad de la que ellos se sienten dueños y señores.
El último mensaje para Omar García y la señal definitiva de que él y Claudia Sheinbaum habían perdido la encarnizada guerra por la capital, fue lo que ayer mismo le giraron al extitular de seguridad ciudadana: un citatorio de un juez para que comparezca a declarar en un juicio sobre el espionaje realizado en el sexenio de Enrique Peña Nieto con el software Pegasus, que fue adquirido por la extinta PGR, en la que Harfuch se desempeñó como jefe de la Agencia de Investigación Criminal. La orden judicial para que testifique en ese juicio, es para el próximo 18 de diciembre, y fue liberada justo en los momentos decisivos antes de que se anunciara anoche que Clara Brugada era la candidata a la CDMX por género, aun cuando hubiera sido superada en la encuesta por el exsecretario de seguridad.
Así que en largo, tironeado y cardíaco proceso interno de Morena para definir a sus candidatos a gobernadores y gobernadoras para las próximas elecciones estatales, dejará muchas heridas, fracturas y por su puesto ganadores, perdedores y oportunistas que se montaron en la ola de los aspirantes. Pero sin duda el gran ganador, el que una vez más movió los hilos detrás del teatro morenista de encuestas, reuniones y acuerdos de unidad, fue sin duda el jefe político del morenismo, el que entregó un bastón simbólico que resultó ser un palo pintado, mientras él mantiene para sí el único liderazgo real y efectivo que ha existido en este sexenio, y que ahora busca trascender al próximo sexenio de la mano de una presidenta incondicional y sin carisma político.
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