El 11 de junio de 1994 más de 300 personas se habían dado cita en el salón Camichín del lujoso hotel Camino Real en la zona metropolitana de Guadalajara, en Jalisco, para asistir a la fiesta de 15 años de Karime Fernández, hija del empresario sinaloense Luis Enrique “Kiki” Fernández Uriarte.
A la fiesta había sido invitado Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los cabecillas del cártel de Sinaloa. Eran tiempos en los que la rivalidad entre esta organización criminal y el cártel de los hermanos Arellano Félix estaba en su punto máximo.
Alrededor de las 02:00 horas, lo que era un festejo se convirtió en una escena dantesca en la que de repente se vio humo, fuego y pedazos de cuerpos en el piso y otros que volaron por los aires.
Un auto Grand Marquís, tinto, placas de circulación HUU-77 (sobrepuestas) había volado hecho trizas junto con sus dos ocupantes: Guillermo Gómez Chávez y Marcial González Muñiz, cuyos restos fueron recogidos en pequeños pedazos a muchos metros de distancia y en todas direcciones. Además de los autores materiales, murieron otras cinco personas y 10 resultaron heridas.
Los restos del auto que estalló afuera del salón de fiestas (Foto: captura de pantalla)
Testigos y vecinos de la zona dijeron que un automóvil estacionado frente a la entrada principal del hotel estalló, estremeció los edificios en un radio de 20 cuadras y produjo rotura de vidrios. Las primeras versiones señalaban que al parecer el vehículo estaba cargado con explosivos plásticos y quizá fue detonado por control remoto con una técnica que podía haber sido importada de España o Colombia, e incluso que los mismos vascos o alguno de los cárteles de la droga del segundo país pudieran estar actuando directamente o, al menos, haber brindado asesoría para realizar el acto narcoterrorista.
No obstante, el ex procurador general de Justicia de Jalisco, Leobardo Larios Guzmán, desmintió posteriormente que hubieran participado extranjeros, como los miembros de la Euzkadi Ta Azkatsuna (ETA), en esa acción.
El plan inicial era introducir al salón explosivos programados a la fiesta dentro de una caja decorada como regalo, pero estalló en el auto, afuera del salón.
De acuerdo con testimonios de la época, restos humanos quedaron esparcidos en un radio de 300 metros, fueron recolectados por la policía y unos 50 soldados del ejército. Varias paredes del hotel, frecuentado por acaudalados turistas, quedaron salpicadas de sangre.
La Zona Metropolitana de Guadalajara es centro de operaciones de varias bandas de traficantes de drogas, que desde hace años se enfrentan violentamente por el control de la zona, donde viven o han vivido varios cabecillas como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto” y Miguel Ángel Félix Gallardo, además de otros como Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
En el libro “El Traidor”, de la periodista Anabel Hernández, se recrea esta historia del narcotráfico en México que recoge partes del diario que Vicente Zambada Niebla “El Vicentillo”, escribió desde la cárcel.
Los interiores del salón después de la explosión (Foto: captura de pantalla)
Ahí, relata que después del atentado fallido, El Mayo, quien no asistió a la fiesta, redobló su seguridad y la de sus hijos, principalmente la de Vicentillo, ya que al ser el hijo mayor se había convertido en un blanco prioritario para los hermanos Arellano Félix.
“Matarme a mí era lastimar a mi padre”, señaló Zambada Niebla en sus escritos.
El Mayo Zambada se ha distinguido por tener 50 años dedicado al narcotráfico sin haber sido detenido por autoridad alguna. Su refugió en las montañas y su obsesión por mantenerse alejado de la vida pública le ha permitido ocultarse de sus enemigos y de las fuerzas del Estado.
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