La elección para la gubernatura del Estado de México fue mucho más que una competencia entre los candidatos punteros, Alfredo del Mazo, del PRI, y Delfina Gómez, de Morena.
Se planteó como un enfrentamiento entre el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y el líder nacional y próximo candidato presidencial morenista, Andrés Manuel López Obrador, en una especie de ronda previa a la elección presidencial de 2018.
Si López Obrador quiso convertir la contienda en un referéndum sobre Peña Nieto, el Presidente hizo lo mismo: lo quiso convertir en un referéndum sobre el tabasqueño.
El resultado fue cerrado, con una ligera ventaja para el PRI (al cierre de esta columna, según el conteo rápido oficial).
El Presidente gana. Poco, pero gana. Su partido seguirá controlando el presupuesto anual del gobierno mexiquense, cercano a los 280 mil millones de pesos.
Con un margen de entre uno y dos puntos porcentuales, y tras una operación electoral de dimensiones nunca antes registradas, es previsible que Morena, legítimamente, dé la pelea. Quién sabe si en las calles o en los tribunales. Deberá medir López Obrador qué le conviene.
La estrategia que siguió Peña Nieto para ganar fue mantener al PRI como el más alto de los chaparros. ¿Cómo? Con un trabajo constante para lograr la pulverización del voto opositor calculando que el PRI y su base de militantes lograría destacar por encima de los demás.
La estrategia puntual consistió en dinamitar una alianza PAN-PRD; despedazar a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, quien inició la contienda como la mejor colocada en las encuestas; ensalzar al candidato perredista Juan Zepeda para restarle votos a Delfina Gómez; y luego darle un poquito de oxígeno a Vázquez Mota apelando a que también restaría votos a Delfina.
Todo esto, acompañando la operación electoral récord, la maquinaria priísta. No hubo siquiera el intento de esconderla.
Del otro lado, la estrategia de López Obrador fue elegir a una candidata que lo representaba a él y sólo a él, sin posibilidad de una vida propia. Más de la tercera parte de los mítines de Delfina Gómez fueron encabezados por él y sólo él llevaba el discurso central.
En el camino, el líder nacional de Morena se peleó con el Ejército, con la Marina, discutió con el padre de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa, se enganchó en una pelea de callejón con el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, tropezó frente a los videos de la morenista Eva Cadena, insultó al candidato del PRD al que pedía declinar a favor de su candidata, aceptó una alianza bastante visible con los operadores políticos de Elba Esther Gordillo, y permitió el coqueteo con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Esta noche empieza la batalla poselectoral, pero también una nueva salida de los corredores para 2018.
Fuente.-Carlos Loret/
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