“No lo van a dejar llegar”, “si gana Delfina, lo van a matar”,
“antes lo matan que permitir que gane la presidencia”….
Estas y otras frases se escuchan últimamente en los pasillos
sobre Andrés Manuel López Obrador, presidente nacional del Movimiento
Regeneración Nacional (Morena) y sus posibilidades de llegar a Los Pinos.
No sería la primera vez que ocurre un magnicidio en México. El último no lo
olvidamos. Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, Tijuana, era asesinado el
miércoles 23 de marzo de 1994 a las 19:12 horas. Sus propios compañeros de
partido fueron involucrados en una trama para aniquilarlo. La mafia del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y en particular del gran operador del
sistema político, Carlos Salinas de Gortari, sigue estando en la memoria de
este terrible asesinato que terminó con la posibilidad de cambio para México.
No es el único. Seis meses después del asesinato de Colosio,
sería ejecutado José Francisco Ruiz Massieu el 28 de septiembre de 1994
saliendo de una reunión con diputados de su partido, el PRI. Como autor
intelectual fue procesado Raúl Salinas de Gortari y finalmente exonerado en 2005.
Ruiz Massieu, pretendía ser Presidente y obviamente tenía aspiraciones de
cambio para México.
Mucho antes, el 17 de julio de 1928, fue asesinado Álvaro
Obregón en el restaurante “La Bombilla”, en San Ángel. El cristero José de León
Toral, miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) se hizo
pasar por dibujante y al terminar su retrato, sacó la pistola y disparó. La
conspiración y la traición estuvieron también presentes en este magnicidio.
Después de 20 años, Excélsior publicó un reportaje con los resultados de la
autopsia ocultados al pueblo, sobre los orificios de bala de diferentes
calibres, incluso de armas de alto alcance, que había su cuerpo. Obviamente,
Obregón representaba el cambio.
Ocho años antes, el 21 de mayo de 1920, fue asesinado Venustiano
Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla. El General Rodolfo Herrero con su grupo
militar, lo traicionó y se encargó de disparar al jacal donde se encontraba
durmiendo. Fue el hombre que promulgó la nueva Constitución el 5 de febrero de
1917 que cumplía con los anhelos revolucionarios.
Era la secuela del magnicidio de Francisco I. Madero y José
María Pino Suárez, asesinados el 22 de febrero de 1913 en el Palacio de
Lecumberri. Los militares encabezados por el traidor Victoriano Huerta consumaron
la ejecución. El espíritu revolucionario de Madero no era bien visto por
Estados Unidos y en esta conspiración se incluye al vecino país por medio de su
embajador en ese entonces, Henry Lane Wilson, quien el autor intelectual del
asesinato que cambió el rumbo de México.
Como pueden ver, la historia de este país está plagada de balas,
traiciones y conspiraciones que terminan en magnicidios. Cada vez que México
intenta avanzar en el combate a la abismal desigualdad entre ricos y pobres,
cada vez, que este país tiene la oportunidad de generar cambios a favor de las
mayorías y contra los privilegios de unos cuántos, la tragedia aparece en forma
de magnicidio.
Así que no es de extrañar las recientes amenazas de muerte que
ha recibido López Obrador. ¿Quién quiere ver muerto a López Obrador? ¿Quienes
preferirían verlo muerto? ¿A qué grupo le interesa desaparecer de la faz de la
tierra al líder político que encabeza las encuestas de preferencias para el
2018?
Obviamente los mismos que asesinaron a nuestros anteriores
políticos reformistas. Son los mismos. La mafia del poder político mexicano
siempre ha estado detrás de los magnicidios. Representan los mismos intereses.
No les convienen los cambios que terminarían con sus privilegios. Pretenden
seguir acumulado riqueza en base a un sistema de explotación con salarios
miserables, minisalarios de hambre, para sostener su y acrecentar sus inmensas
riquezas.
“AMLO en el estado ya te cargo la verga”, le advirtieron al líder de Morena en
una manta que añadía: “Ni tu ni el puto de tu compadre Felipe el Ojos de tlauac
(sic) no entran a la verga: La Familia Unida”.
¿Y quien es La Familia Unida? Analicemos un poco este mensaje de
muerte dejado junto a una corona de flores cerca del ex convento de San Agustín
en Acolman, a corta distancia del lugar donde López Obrador ofrecería su mitin
con la maestra Delfina Gómez, candidata a la gubernatura del Estado de México.
¿Quiénes creen ustedes que son los componentes de esta “familia”
mafiosa? ¿Quiénes son capaces de convertirse en familia y defender unidos sus
intereses por encima de ideologías y colores partidistas?
Claro, la única “familia unida” que conocemos, es la familia
mafiosa del poder político en México, esa familia unida que es capaz de
presentar candidatos que aglutinen a los podridos partidos políticos del PRI,
PAN, PRD, PVEM, PANAL y todas sus derivaciones.
¿Cuántas veces se han unido estos partidos para aniquilar las
esperanzas de cambio de los mexicanos? Han sido capaces de elegir candidatos
delincuentes, sabotear las elecciones, cometer fraude, comprar millones de
votos, incurrir en todo tipo de crímenes, conspirar tramas de corrupción,
traicionar sus propios ideales de partido, destruir políticas sociales,
mantener los minisalarios, incrementar impuestos, estimular reformas nefastas
para los ciudadanos, formar parte del saqueo del erario, robar a manos llenas,
traicionar…. y tantas otras cosas más, con tal de mantener el poder y la
riqueza en sus bolsillos.
Andrés Manuel López Obrador no es un candidato perfecto, pero es
el candidato que lidera las preferencias electorales y eso efectivamente no
gusta a los que ostentan el poder en este momento. Pero amenazarlo con
asesinarlo no es aceptable en una democracia. No se vale. Ningún político debe
ser amedrentado en México. Nadie merece ser hostigado por su labor. Ni mucho
menos amenazado.
Pero todo indica que las elecciones del 2018 que podrían
significar un verdadero cambio para el futuro del país, serán las elecciones
del miedo. El estado mexicano no esta dispuesto a garantizar la seguridad para
los candidatos.
En los últimos 10 años, 82 alcaldes y ex alcaldes han sido
asesinados. Y en los últimos siete años, 30 candidatos fueron ejecutados. La
violencia sigue manchando de sangre la democracia. Y así no se puede.
Demostremos pues, como ciudadanos, como electores, que no
estamos dispuestos a dejarnos amedrentar. Demostremos que no tenemos miedo.
Demostremos con valor, nuestro rechazo a la mafia del poder, votando; acudiendo
masivamente a las urnas para por fin, cristalizar los anhelos reformistas y
revolucionarios que requiere México y así cambiar nuestro destino.
Fuente.-
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