El 18 de junio el Presidente de Estados Unidos hizo una declaración triste sobre el tiroteo que ocurrió en Charleston. Este tipo de discursos han sido usados recurrentemente por los presidentes del país vecino.
El mismo Obama menciona que ha tenido que dar ese tipo de declaraciones demasiadas veces, en respuesta a tragedias que, como ésta, ocurren con frecuencia.
Además de solidarizarnos con su tristeza, podemos reflexionar en cómo este tipo de violencia afecta también a México. Decenas de personas mueren víctimas de armas de fuego porque obtenerlas es relativamente sencillo. A pesar de que México es un país con políticas estrictas sobre el acceso a armas de fuego, el tráfico de armas hacia el país es tan grande, que más de la mitad de los asesinatos se cometen utilizando una.
¿Hasta cuándo se dará cuenta la sociedad estadounidense que un mayor número de armas no resulta en una sociedad más protegida contra la violencia? Al contrario, cada vez se ve con mayor frecuencia que personas inocentes mueren en tiroteos. La matanza de nueve afroamericanos el 17 de junio, en una iglesia metodista en Carolina del Sur, entristece pero no sorprende, ya que en lo que va del año, van más de 30 tiroteos que han provocado la muerte a múltiples ciudadanos en EE.UU.[1]
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En 1999, dos estudiantes de la preparatoria Columbine en Littleton, Colorado, asesinaron a 12 compañeros de la escuela y posteriormente se suicidaron.[2] Tres años más tarde en el 2002, un individuo aterrorizó la zona metropolitana de Washington D.C. al acondicionar su automóvil para poder disparar aleatoriamente mientras su cómplice conducía. En total fueron asesinadas 10 personas mientras que tres quedaron heridos.[3] Durante 2007, un estudiante de la universidad de Virginia Tech asesinó a 33 personas; siendo éste el tiroteo más mortal en la historia de este país. Posteriormente el asesino tomo su propia vida antes de ser aprehendido.[4] En la premiere de la película de Batman en la ciudad de Aurora, Colorado durante el 2012, un individuo irrumpió en la función de cine y asesinó a 12 personas.[5] Sin embargo, la tragedia que más quedo impregnada se vivió en diciembre del 2012 cuando un individuo, tras haber asesinado a su madre, se dirigió a una escuela primaria en Newtown, Connecticut para asesinar a 20 personas incluyendo niños de preescolar.
Lamentablemente, los tiroteos con múltiples víctimas no son más que una pequeña parte de la violencia relacionada con las armas de fuego en Estados Unidos. De acuerdo a un análisis de información del CDC (Center for Disease Control and Prevention), cada hora siete personas sufren de un disparo y tres mueren a causa de las armas. Tan solo en el 2013, más de 33,000 personas murieron por un arma de fuego. De éstas, el suicidio ocupa la primera posición, seguida por los homicidios y posteriormente los accidentes. De hecho, del 2007 al 2012, hubo más suicidios con arma de fuego en Estados Unidos que asesinatos en México, a pesar de que se vivía una crisis de violencia en este último país.
Por su parte, los asesinatos se ven con mayor frecuencia en los jóvenes de entre 15 y 24 años de edad. Inclusive, según estudios del Center for American Progress, si las tendencias se mantienen, las armas de fuego superarán a los accidentes viales como la primera causa de muerte para los jóvenes norteamericanos.[6] Más aún, si se compara con otros países en desarrollo, Estados Unidos supera, y por mucho, a los demás países en términos de asesinatos con armas.[7]
Sin embargo, a pesar de todas estas tragedias, el debate federal en torno a las armas de fuego en Estados Unidos parece estar neutralizado por esfuerzos políticos antagónicos. A nivel federal el gun lobby encabezado por Asociación Nacional del Rifle (NRA en Inglés) ha sido capaz de frenar los esfuerzos para implementar legislaciones más estrictas en torno a las armas. Por su parte, el presidente Obama, quien ha declarado que se necesita hacer algo para controlar la violencia derivada de las armas, ha intentado implementar órdenes ejecutivas que permitan un mayor control sobre la posesión de las mismas.
Como resultado, organizaciones en favor de un mayor control como el Center for American Progress o Everytown for Gun Safety han traslado el debate hacía los estados, ya que éstos tiene la facultad de decidir sus regulaciones en torno a las armas. Las regulaciones en los estados varían, desde estrictas como en el caso de California, a laxas como en el caso de Louisiana. Es en esta diversidad donde una vez más se muestra que en lugares donde las regulaciones en torno a las armas de fuego son más estrictas tienden a tener mucho menos violencia relativa a las armas.
Un análisis de los estados estadunidenses ha mostrado que de los diez estados con regulaciones más estrictas, ocho están dentro de la lista de los primeros 10 con menos asesinatos con arma de fuego. En contraste, dentro de los 10 estados con regulaciones más laxas, ocho aparecen dentro de los 10 estados con mayor número de asesinatos con armas de fuego.[8] Estas mismas tendencias se ven para suicidios, asesinatos de policías así como asesinatos de mujeres con arma por conflicto doméstico.
¿Qué puede aprender la sociedad mexicana de todo esto? Tras haber enfrentado una crisis de violencia en el país, es tiempo que se reconstruya la sociedad y es aquí donde es importante hacernos diversas preguntas. ¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Podemos creer realmente en el argumento de que más armas generan mayor seguridad? Si queremos ser un país desarrollado, ¿aspiramos a serlo con el tipo de violencia que se vive en Estados Unidos o preferimos aspirar a tener una sociedad más segura?
La seguridad que necesitamos como país, no proviene de poseer armas para protegernos del “otro”. No proviene de un mayor número de equipamientos militares, ni arsenales para las fuerzas de seguridad pública. Involucra un estado eficiente, que pueda hacer su parte para asegurar la convivencia pacífica, en dónde los ciudadanos podamos participar, y dónde el proceso de decisión y elaboración de las políticas públicas de seguridad involucre a todos los actores relevantes, ya que somos nosotros como ciudadanos quienes conocemos nuestros espacios públicos, nuestros hábitos y los factores de riesgo que nos rodean.
Fuente.-Eugenio Weigend es doctor en política publica por el Tecnológico de Monterrey y experto en tráfico de armas.Silvia Villarreal es maestra en política pública por el Tecnológico de Monterrey.
[2] Dan Morse, “Columbine Review Commission’s chilling report of what happened in Colo. 15 years ago,”, Washigton Post 2014.
[3] Josh White, “Lee Boyd Malvo, 10 years after D.C. area sniper shootings: I was a Monster” Washington Post, 2012.
[5] Dan Frosch y Kirk Johnson, “Gunman Kills 12 in Colorado, Reviving Gun Debate,” The New York Times, 2012.
[6] Chelsea Parsons y Anne Johnson, “Young Guns: How Gun Violence is Devastating the Millenial Generation,” Generation Progress y Center for American Progress, 2014.
[7] Max Fisher, “Chart: The U.S. has far more gun-related killings than any other developed country,” Washington Post, 2012.
[8] Arkadi Gerney, Chelsea Parsons y Charlse Posner, “America Under the Gun,” Center for American Progress.
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