Impunidad y cinismo. Si aplicamos la ley de Darwin, los mexicanos honestos seremos una especie en peligro de extinción, por nuestra incapacidad de adaptarnos a la mierda. Basta abrir todos los días los periódicos (ni siquiera todos), para documentar el horror de la epidemia: políticos y políticas, candidatos y candidatas de todos los partidos políticos, contagiados de la transa, el abuso, la carroñería, del más vil de los pecados que se puedan cometer en democracia (el sistema teóricamente que mejor lo castigaría): la corrupción y toda su avaricia.
Apenas la semana pasada comentábamos la sospechosísima conversación entre los candidatos panistas Francisco Domínguez y Carlos Mendoza Davis, a las gubernaturas de Querétaro y BCS, respectivamente. O las trampas de su contrincante priista, el sudcaliforniano Ricardo Barroso, que al igual que el otro Ricardo (Monreal) de Morena, y el mismo Francisco Domínguez, ponen casi todas sus propiedades a nombre de sus esposas. Total que, en dos días, el único reincidente en los escándalos es el panistaPancho Domínguez.
Y apenas ayer me alertan de su nueva “movida”: decidió que era buena idea llamar a los transportistas de Querétaro a paralizar la ciudad. Sí: así como lo lee. A paralizarla. En su discurso, dijo, literal, lo siguiente: “El problema de ustedes es que no han usado el verdadero poder que tienen, dicen que el poder para ejercerlo y disponer lo tiene el gobierno. ¿Qué pasa si ustedes se organizan y paran la zona conurbada, por poner un ejemplo, medio día? Ponen de patas para abajo al gobierno, lo ponen en un problema. Así como el gobierno no quiere jugar con los usuarios al no aumentar tarifas, tampoco quiere que le paren la ciudad los transportistas y dejar sin transporte público a los ciudadanos, podrán rentar camiones y sacarlos, pero si ustedes cierran las calles, ¿qué?, ¿va a aguantar la presión? Por lo menos tienen la absoluta promesa de Pancho Domínguez”. Hizo, sin ambigüedad alguna, un llamado a violentar la ley. El que quiere gobernar un estado de la República lleva un récord en campaña: dos clarísimas invitaciones a pasarse la ley por el arco del triunfo o, peor aún, a violarla descaradamente. Primero con los sobornos de “seis kilos” mensuales “donados” por El Kors (que sigue sin aclararnos quién demonios es y a qué demonios se dedica) y, segundo, haciendo un llamando a los transportistas a perjudicar al resto de los ciudadadanos de la capital del estado que quiere gobernar. Vaya candidato. Que desde antes de ganar una elección y asumir el cargo, la ley ya le vale absolutamente madres. Sinvergüenza.
Y él apenas es como una de las peores “probaditas” del cáncer que se ha instalado en el centro de la vida política de nuestro país. Apenas en estos días nos enteramos de los boletos de avión de 270 mil pesos que compraron varios de nuestros no muy ilustres senadores para viajar a Asia (seguramente el viaje redondo en primera clase incluía, además, sesión de masaje con final ultra feliz o algo por el estilo, a juzgar por el precio), o la mansión del gobernador saliente de Nuevo León, Rodrigo Medina, de 20 millones de pesos, o las dos mil 430 hectáreas que su papá y otros familiares del mandatario le compraron a precios ínfimos (que ni siquiera les pagaron completas) a los ejidatarios del estado (y, además, se me hace que abajo hay yacimientos de gas natural). O la mansión que se compró (y, por supuesto, no declaró) la candidata priista para la alcaldía de Cuernavaca, Marisela Velázquez, por medio de una empresa que ella y su hermano crearon. Y esos son apenas a los que ya les “sacaron sus trapitos”...
Como bien decía hace unas semanas Héctor Aguilar Camín: la corrupción ha hecho metástasis entre todos los partidos políticos. Por lo cual, no hay que ser médico internista para saber que tarde o temprano morirá el cuerpo invadido desde los pies hasta la cabeza. El voto será nuestra única quimioterapia viable...
Fuente.-Excelsior/Yuriria Sierra.
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