Los políticos en altos cargos de gobierno frecuentemente
dan muchas muestras de que tienen miedo antes, durante y después de la toma de
decisiones.
Muchos de ellos suelen tener guardias permanentes afuera de
sus casas, utilizan carros blindados, evitan mucha exposición pública, toman
precauciones cambiantes en sus traslados, hacen vacaciones fuera del país,
mandan a sus hijos a estudiar fuera de los estados donde gobiernan y son
cuidadosos en sus discursos.
No es casual que esto suceda, muchos de esta franja de
políticos, han sido víctimas de la violencia como una forma de someterlos,
disciplinarlos o recordar lealtades o cotos.
Ahí está el registro histórico que va desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial del PRI, la muerte de Francisco Ruiz Massieu, presidente del Consejo Directivo Nacional del PRI, la muerte sospechosa de los panistas Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, cuando se desempeñaban como Secretarios de Gobernación, la muerte de Rodolfo Torre Cantú, candidato priista al gobierno de Tamaulipas y la larga friolera de diputados y alcaldes en distintos estados de la República, como también la de funcionarios públicos y miembros de los cuerpos militares y policiales.
Ahí está el registro histórico que va desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial del PRI, la muerte de Francisco Ruiz Massieu, presidente del Consejo Directivo Nacional del PRI, la muerte sospechosa de los panistas Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, cuando se desempeñaban como Secretarios de Gobernación, la muerte de Rodolfo Torre Cantú, candidato priista al gobierno de Tamaulipas y la larga friolera de diputados y alcaldes en distintos estados de la República, como también la de funcionarios públicos y miembros de los cuerpos militares y policiales.
Todos estos crímenes que nunca se aclararon
satisfactoriamente han producido una atmósfera de intimidación y riesgo en la
función pública, que determina en buena medida la naturaleza de muchas de las
acciones de gobierno.
Entonces, resulta pertinente la pregunta que trataremos
de resolver: ¿Cuánto influye ese estado de miedo en las decisiones políticas?
No hay estudios que puedan medir sus efectos, sólo hay
trozos de una realidad temerosa, manejo de la información pública, titubeos,
guiños, decisiones erráticas que dejan entrever que el miedo está instalado en
el corazón del Estado que corre por los vasos comunicantes de la política con
sus amenazas abiertas o subrepticias que para el caso, da lo mismo.
El miedo es consustancial al ser humano y su máxima
expresión es el terror.
Todos y cada uno en algún momento hemos tenido la sensación de miedo. Miedo a la obscuridad, miedo a los padres, miedo a la muerte, miedo al ridículo y hasta miedo al miedo.
Todos y cada uno en algún momento hemos tenido la sensación de miedo. Miedo a la obscuridad, miedo a los padres, miedo a la muerte, miedo al ridículo y hasta miedo al miedo.
Si el miedo es parte de la existencia, la política que es
una actividad muy intensa donde están en juego muchos intereses es muy fácil
que la tensión derive en incertidumbre que luego se transforma en ataques de
miedo. Una decisión pública puede provocar reacciones en cadena y ha llevado
cada vez más a un crimen cada vez más descarnado y cruel. Y los políticos le
temen mucho a ese tipo de reacciones sea esto por posibles manotazos de los
afectados o porque afecten o acaben sus carreras políticas.
Entonces, frecuentemente el político miedoso busca evitar
tomar decisiones que lo pongan en una situación difícil, y como medidas
preventivas podrían establecer alianzas estratégicas con los actores más
relevantes de su entorno de poder. Sea esto con grupos políticos o actores
económicos y el más grave con los operadores del crimen organizado.
Sin embargo, establecer este tipo de vínculos va muchas
veces en contra del interés público, no termina de evitar esos problemas sino
en muchos casos tienden a incrementarlos. Hay actores en las sombras que buscan
imponer por medio de la violencia directrices al gobernante que si está
consumido por el miedo podría aceptar. Que va desde imponer al responsable de
la seguridad pública hasta altos funcionarios que buscaran influir en
decisiones políticas acorde a quienes representan no necesariamente ilegales
sino legales.
No olvidemos que cuando se trata de esos actores no sólo
tienen que ver con la captación de dinero en forma ilegal, sino lavado en
negocios lícitos. Y puede estar el germen del miedo desde mucho antes,
cuando acepta parte de este dinero para hacer su campaña electoral, el mayor
problema se presenta cuando accede al poder cuando vengan las exigencias de su
propia forma de dirimir el dilema de plata o plomo.
En ese momento los favores se transforman en deberes
públicos. Es cuando el gobernante está sujeto a permanentes supervisión y
presiones. La atmosfera resulta pesada, las decisiones llegan peligrosamente al
silencio, cuando se deberían operar para evitar que afecte a los gobernados.
Un caso reciente es el de Aristóteles Sandoval,
gobernador de Jalisco, sobre el que existen fuertes sospechas de que tenía
información previa a los narcobloqueos que ocurrieron el 1 de mayo en la
mismísima capital del estado. No alertó a la población hasta que habían
ocurrido los hechos y aquello en algunos lugares, parecía un campo de guerra
con toda su parafernalia de autos y gasolineras quemadas, ataques a
instalaciones de bancos y la psicosis colectiva.
Pregunto, ¿el gobernador no durmió esa noche por el miedo
que podría producirle el tener una información que guardaba para sí y los más
cercanos o actúo así por recomendación de las altas esferas de la política
nacional? Es muy probable, que en caso de tener la información, y sentirse
impotente para evitarlo incluso para garantizar su propia seguridad, ¿haya
decidido solo recomendar a sus funcionarios que no salieran de la ciudad en ese
puente de mayo?
El miedo es inevitable, forma parte de nuestro cerebro y
nuestra psique, pero ahí están las instituciones públicas que debieran ir más
allá del miedo como un ente impersonal. Colectivo. Poderoso por detentar la
llamada violencia legítima. Dispuesto actuar para garantizar que el miedo no se
extienda y provoque mayores problemas en la vida pública. Combatir con la ley y
las armas legítimas a quienes cultivan el miedo. Quizá, el problema radica en
que actúan frecuentemente ex post incluso con su propia dosis
de adrenalina en la sangre.
Y en ese momento, aun con su extemporaneidad, el político
amenazado empieza a respirar con relativa tranquilidad. La fuente del miedo
cambió de cancha y es un poder impersonal el que carga con las culpas. Al menos
aparentemente. Sin embargo, si bien hay un cambio en las competencias que dan
un respiro, esto puede derivar en una mayor tensión personal una vez que se
restablezca la normalidad ¿Cuántos funcionarios locales luego de esos momentos
de extrema tensión no han estado sujetos a venganza? A ser simple objeto de
mensajes sangrientos a las otras esferas de poder.
En Jalisco está documentado que en los dos años de
gobierno de Aristóteles Sandoval han sido asesinados decenas de funcionarios
públicos, incluido el Secretario de Turismo a los pocos días de asumir el
cargo. Pero no solo ahí, sucede en otros estados donde el miedo se ha
instalado, no como un cambio de humores sino como una forma de control.
¿Cómo explicar que muchos alcaldes michoacanos entreguen a los Caballeros
Templarios parte importante de los ingresos municipales y personales? El miedo.
En fin, entre los muchos problemas que tiene la política
mexicana, se encuentra el miedo-terror que hoy corre por sus avenidas
provocando frecuentemente una parálisis o decisiones temerosas, erradas y eso
es una cosa muy distinta al de las formas que dominan el discurso oficial.
El miedo está aquí y es el momento de empezar a
estudiarlo.
Fuente.-Ernesto hernandez/SinEmbargo.
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