La oscuridad sabía a tierra seca. Sin humedad en el suelo, las tormentas de polvo fueron tan intensas que ocultaban los rayos del Sol. La llamada Dust Bowl (Cuenco de polvo) afectó a varios lugares de Estados Unidos a lo largo de prácticamente toda la década de los treinta. La prolongada sequía multiplicó los efectos de la Gran Depresión y se buscaron todo tipo de alternativas para lograr lluvias. Una de ellas fue la “siembra de nubes” con la que se empieza a experimentar hace unos 80 años bajo la premisa de que la introducción de sustancias nucleantes durante el desarrollo de una nube puede incrementar la precipitación en una zona específica.
La utilización de tecnologías para la modificación artificial del tiempo ha sido una premisa interesante, pero polémica dada la complejidad de los fenómenos atmosféricos. Desde el descubrimiento, en la década de 1940, de que los cristales de yoduro de plata pueden formar cristales de hielo en fases más tempranas de la vida de la nube, los científicos han trabajado para comprender cómo alterar la manera en que el agua se forma y se mueve dentro de una nube. Como esta sustancia tiene estructuras parecidas al hielo, atrae gotas de agua que se concentran en un núcleo alrededor de ellas y eventualmente las gotas crecen y caen en forma de lluvia o nieve; sin embargo el panorama tiene muchas variables.
A pesar de décadas de investigación, la realidad es que prevalece un profundo escepticismo sobre esta actividad, por la dificultad que representa verificar la eficacia de la técnica, estableciendo con claridad causa, efecto y seguimiento del fenómeno. Debido a la variabilidad de los sistemas meteorológicos es difícil establecer si los cambios en la precipitación corresponden a la intervención artificial del fenómeno.
México en las nubes
La revista Nature publicó un artículo que hacía referencia al caso de México, cuestionando la legendaria lucha del gobierno contra la sequía mediante este sistema. El mes pasado la Comisión Nacional para Zonas Áridas (CONAZA) anunció que lanzaría un programa de siembra de nubes, utilizando aeronaves de la Fuerza Aérea Mexicana en algunos de los estados más afectados por la sequía en la actualidad, como
Tamaulipas y Baja California. Bajo la Ley de Acceso a la Información, la revista especializada pidió información al gobierno mexicano que mostrara la evaluación del éxito de este tipo de programas.
La revista consigna que se difundieron 150 páginas de un documento que señala que no es una institución de investigación o regulación tecnológica, pero que eligieron a la Startup Renaissance porque con su tecnología RainMate prometía eficacia superior al 90%; sin embargo, Alejandro Trueba, ingeniero agrónomo, director y fundador de la empresa, dijo a Nature que la compañía está midiendo su éxito sobre la cantidad de precipitación, pero no sobre una base meteorológica científica.
Fernando García García y Guillermo Montero Martínez, especialistas del Grupo de Física de Nubes del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM señalaron en el artículo “Sobre la utilización de tecnologías de modificación artificial del tiempo para el incremento de la precipitación”, publicado en la página del Instituto, que a pesar de que México ha sido pionero en el uso de técnicas de siembra de nubes para el aumento de lluvia, los resultados no han sido concluyentes.
Los investigadores señalan que durante los 90 del siglo pasado se realizaron sólo dos experimentos científicos en el país: en Coahuila y Durango. Basados en una metodología desarrollada en Sudáfrica, la finalidad era constatar si las condiciones meteorológicas y las características microfísicas de las nubes convectivas (generalmente densas y separadas, y producidas por los movimientos verticales de las masas de aire) eran similares durante los periodos experimentales. Sin ser estadísticamente concluyentes, estos resultados se han seguido utilizando como referencia.
García y Montero subrayan que en “los cambios de la precipitación en los sistemas de nubes individuales, estimados mediante sistemas de percepción remota (radar y satélite meteorológico) y modelos de simulación, no hay evidencia de que las técnicas de siembra de nubes permitan aumentar la precipitación sobre zonas de importancia económica, ni tampoco hay certeza de efectos extrazonales”. Los científicos recomiendan evitar proyectos de modificación artificial del tiempo sin conocimiento previo fundamentado en experiencias de éxito en el incremento de lluvia, o sin la realización previa del análisis costo-beneficio. Concluyen que la modificación del tiempo debe considerarse sólo como un elemento de una estrategia integrada de la gestión de recursos hídricos, pero la sequía no se puede combatir con esta técnica.
Experiencias internacionales
Según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las sequías han aumentado 29% en el mundo en las últimas dos décadas. Las nubes son procesos dinámicos en continuo cambio por lo que mejorar su comprensión es fundamental. “El agua es el sustento básico de la vida en la Tierra, siendo el agua y el aire que respiramos los dos problemas principales en este siglo”, ha dicho Roelof Bruintjes, del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAR) de los Estados Unidos de América y presidente del Equipo de expertos sobre modificación artificial del tiempo de la OMM.
“Mejorar nuestra comprensión de los procesos que tienen lugar en las nubes y en la precipitación es la prioridad número uno y cuanto mejor los comprendamos, mejor podremos ejercer un efecto potencial sobre los procesos nubosos con la siembra de nubes”.
Sin nubes, estas tecnologías son ineficaces. Es así que el desafío fundamental de la modificación artificial del tiempo es identificar y localizar las mejores nubes para trabajar en ellas. Hace falta invertir en investigaciones de largo aliento con un seguimiento preciso. Aunque “la siembra de nubes podría ser una herramienta para aumentar los recursos hídricos, tampoco se trata de un mecanismo destructor de sequías”, dice Bruintjes, cuya primera formación en modificación artificial del tiempo la desarrolló en Sudáfrica.
La OMM reporta que los programas operativos para modificar artificialmente el tiempo, entre los que están incluidos proyectos para estimular las precipitaciones de lluvia y nieve, así como otros que buscan disipar la niebla y disminuir el granizo, están teniendo lugar en más de 50 países a lo largo del mundo. Las nuevas tecnologías, como la nanotecnología, están ampliando las posibilidades en este campo, pero los países que buscan emplear estas y otras herramientas tecnológicas tienen una significativa inversión en ciencia.
Abdullah Al Mandoos, director del Centro Nacional de Meteorología y Sismología en los Emiratos Árabes, uno de los países que está generando más proyectos, señala que cualquier país que cuente con un plan para ejecutar proyectos de siembra de nubes necesita investigar a fondo las propiedades físicas y químicas de las nubes frecuentes y disponibles en todo su territorio y que encontrar las nubes “correctas” depende de la temperatura.
La llamada siembra glaciogénica utiliza agentes, tales como el yoduro de plata, que inician la formación de hielo en las “nubes frías”; es decir, aquellas con temperatura inferior a 0 ºC y presencia de agua subfundida, pero el trabajo no termina ahí. Al Mandoos señalaba que es esencial determinar si las nubes en una región ya son eficientes o si realmente es posible que la siembra de nubes puede crear una diferencia: “Si estas partículas ya existen en un tamaño y una concentración óptimos en algunas regiones del mundo, la siembra de nubes no tendría consecuencias”.
La localización de las nubes también es vital. En los trópicos difieren de aquellas en latitudes medias porque la temperatura influye en el funcionamiento de los procesos nubosos. Los especialistas señalan los niveles de contaminación de una región es otra de las múltiples condicionantes de la precipitación incluso de un día específico. Cualquier cosa que altere las nubes puede afectar su pretendida siembra.
Esta organización reconoce que algunos de los casos más satisfactorios de siembra de nubes en el mundo son en regiones montañosas, pues en estas regiones las nubes se forman a partir del aire que fluye sobre las montañas y los mantos de nieve de las grandes altitudes pueden almacenar el agua de todo el año de una región. Por ejemplo en Japón, donde la escasez de agua es un problema pasajero, esta estrategia puede funcionar como medida preventiva al final de primavera o inicios de verano.
La advertencia de la OMM para las modificaciones del tiempo es tener bases científicas y mucha precaución, pues la atmósfera no tiene “barreras” y puede que el hecho de añadir partículas en una nube no tenga efectos, pero también que haya efectos no deseados en otro lugar.