Una mañana de mayo de 2019, mientras recorría un camino rural en Sinaloa, un comando antinarcóticos percibió un fuerte olor a químicos. Se detuvieron y un pequeño equipo de reconocimiento bajó de los vehículos y caminó por un sendero. Detrás de una maraña de árboles, en un claro, encontraron un narcolaboratorio al aire libre, algo que no es inusitado en Sinaloa, la capital del imperio mundial de las drogas construido por Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.
Cinco calderos para cocinar heroína estaban a la intemperie, cubiertos de óxido. En las improvisadas viviendas del campamento, bolsas de papas fritas y una hielera de Pepsi sin abrir sugerían que las personas que ‘cocinaban’ abandonaron el lugar deprisa.
Los soldados descubrieron la fuente del olor: anhídrido acético, un líquido transparente que huele a vinagre. A excepción de la savia que se obtiene de las flores de amapola, es lo único que realmente se necesita para producir heroína, y no se requieren grandes cantidades.
Los soldados encontraron cuatro garrafas de 18 litros que, llenos, podrían producir 36 kilos de heroína ‘China White’ de alta calidad, con valor al menudeo en EU de al menos 3.6 millones de dólares (78.2 millones de pesos).
El anhídrido acético tiene usos legales en laboratorios y fábricas, el más común en la producción de filtros de cigarrillos. Pero según las leyes internacionales, es uno de los “precursores y químicos esenciales” más estrictamente controlados para la producción de estupefacientes ilegales.
Durante 30 años, el gobierno estadounidense ha presionado agresivamente a casi todas las naciones del mundo para que firmen tratados globales y aprueben leyes nacionales para impedir que productos químicos utilizados para fabricar drogas estén al alcance de los cárteles. El anhídrido acético se categorizó en el nivel más alto de control en 2001.
Sin embargo, el líquido incautado esa mañana en Sinaloa fue embotellado, etiquetado y vendido en México por la empresa estadounidense Avantor, proveedor de sustancias químicas que cotiza en bolsa con una valuación de más de 12 mil millones de dólares.
Durante esta década de epidemia de heroína en Estados Unidos, Avantor ha cultivado una singular línea de negocio: vender anhídrido acético en todo México en contenedores que son lo suficientemente grandes como para producir cantidades lucrativas de narcóticos ilegales, pero lo suficientemente pequeños como para cargarlos en la cajuela de un coche. Las ventas se realizan a través de una red de distribuidores, vendedores en línea y tiendas repartidas por todo el país.
Sin los precursores adecuados, es imposible que los cárteles fabriquen dos drogas que asolan Estados Unidos: heroína y metanfetamina. Avantor es una de las pocas empresas estadounidenses que abastecen al mercado legal de esos productos químicos en México, un mercado al que los cárteles recurren sin mayores problemas para producir drogas a gran escala, según una investigación de Bloomberg Businessweek.
México es la fuente de la mayoría de la heroína y la metanfetamina que se vende en Estados Unidos, donde más de 142 mil personas murieron por sobredosis de ambas entre 2010 y 2018.
El rápido acceso a estas sustancias parece estar facilitado, en parte, por la falta de supervisión externa. Las leyes internacionales y estadounidenses en materia de drogas regulan el comercio en todo el mundo, pero su alcance a menudo termina en la frontera mexicana con las subsidiarias locales de empresas estadounidenses. Las autoridades internacionales antinarcóticos pueden prohibir las ventas entre naciones, pero no al interior de ellas. En Estados Unidos, las compañías operan bajo estrictas leyes nacionales que tienen por objeto asegurar que sus productos químicos no se desvíen para fabricar narcóticos. Si fracasan, el Departamento de Justicia tiene facultades para cerrar sus operaciones estadounidenses o acusarlas penalmente. Pero esa supervisión no aplica cuando fabrican y venden esos químicos dentro de México en vez de enviarlos desde Estados Unidos.
La capacidad de operar más allá de la supervisión estadounidense nunca tuvo más impacto que durante un periodo de cerca de dos años antes de agosto de 2016. En ese par de años, la subsidiaria mexicana de Celanese, perdió tres pipas de otro químico crítico para la fabricación de drogas, la monometilamina en tres robos distintos, según fuentes con conocimiento detallado de los hechos. La compañía reconoció los robos, pero no dijo cuántos camiones ni cuánto químico se perdió. Los ladrones consiguieron un total de al menos 30 mil litros, dicen las fuentes. Los robos no se conocían públicamente hasta hoy.
La monometilamina o MMA es tan crucial para la producción de metanfetamina que si una empresa que vende el producto químico en suelo estadounidense, no informa de una pérdida al Departamento de Justicia, incurre en un delito federal.
Sin embargo, debido a que Celanese produjo el precursor en México, nada de eso aplicó, ni siquiera cuando los ejecutivos continuaron enviando camiones cisterna a las inseguras carreteras mexicanas. Sin revelar públicamente los secuestros, la compañía cesó la producción mexicana de MMA a fines de 2016. Para ese momento, la cantidad que las fuentes dicen que se había perdido podría haber producido al menos 27 mil 215 kilos de metanfetamina, más que toda la incautada por los agentes fronterizos de Estados Unidos en 2015 y 2016.
El fracaso sistemático para mantener los precursores lejos de las manos de los cárteles mexicanos tiene muchas causas. La más sorprendente podría ser el papel del comercio estadounidense.
En 1874, un químico inglés llamado Charles Alder Wright quiso hacer que la morfina fuera menos adictiva. Intentó hervirla en anhídrido acético, que se usaba para procesar el saborizante de las vainas de vainilla y que luego se volvería fundamental para fabricar aspirinas y filtros de cigarrillos. En lugar de debilitar la potencia de la morfina, el proceso de Alder Wright produjo un narcótico varias veces más potente. Los investigadores de la empresa alemana Bayer AG desarrollaron el fármaco; alguien que lo probó dijo que se sentía ‘heroico’, por lo que Bayer lo bautizó como heroína. El nombre nunca ha cambiado desde entonces y tampoco su química.
“Sin anhídrido acético todo lo que tienes es opio bruto”, explica Gildardo Cruz, director del laboratorio de química forense de la Fiscalía General de la República. Cruz elabora su propia heroína para estudiar el opio incautado por los militares en los campos de amapolas. “Es tan fácil”, asegura. “Todo lo que necesitas es un poco de anhídrido acético y un pequeño balde”. Únicamente se necesitan de 2 a 2.5 litros para hacer un kilogramo de ‘China Blanca’ o ‘China White’, y solo un litro puede producir un kilogramo de heroína de menor calidad.
El papel fundamental del anhídrido acético en la producción de heroína lo ha convertido en uno de los principales objetivos químicos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), organismo de las Naciones Unidas que ayuda a prevenir la desviación de drogas lícitas y precursores químicos hacia canales de distribución ilícita. Dentro de México, sin embargo, no se ha regulado. Y la heroína no es su único fruto, también sirve para producir metanfetamina.
Mientras que la heroína se fabrica en pequeñas cubetas y tambos, los cárteles producen metanfetamina en súper laboratorios industriales. Es una mezcla puramente química, que involucra una montaña de compuestos, y los cárteles a menudo modifican sus recetas, según la disponibilidad de ingredientes clave. Luego de que las autoridades estadounidenses cortaron en 2010 el suministro de un químico crítico, la fenilacetona, los cárteles comenzaron a usar anhídrido acético, junto con otros químicos fáciles de conseguir, para producir la fenilacetona ellos mismos.
¿Cuánto anhídrido acético se ha necesitado para alimentar el suministro de las dos drogas a Estados Unidos? Para la heroína, hasta 1.2 millones de litros (mil 300 toneladas métricas) de 2011 a 2018, según estimaciones del gobierno estadounidense sobre la producción de heroína, extraídas en parte de los datos de cultivos de amapola. La cantidad utilizada para producir metanfetamina es mucho más difícil de estimar, pero las pruebas y los datos de incautaciones muestran que la demanda ha sido exponencialmente mayor. Solo los decomisos de 2011 sugieren que se utilizaron al menos un millón de litros de anhídrido acético para la metanfetamina ese año.
Y el origen de ese anhídrido es México. La JIFE analizó recientemente todos los casos sospechosos de transacción y tráfico de anhídrido acético en todo el mundo, desde 2016 hasta 2018, un periodo de intensa actividad. No encontraron ni uno solo que involucrara a México. Los investigadores afirman que eso significa que el anhídrido acético que se usa para fabricar las drogas mexicanas procede del comercio legal en el país.
Businessweek solicitó datos del gobierno mexicano sobre el tamaño del mercado legal del país para el anhídrido acético, lo que hubiera aportado información sobre cuánto se ha destinado a la fabricación de drogas. La autoridad se negó a dar las cifras. Pero datos recopilados de productores, distribuidores y la Asociación Nacional de la Industria Química (ANIQ), revelan enormes picos en el mercado nacional durante la última década, incluido un incremento de 17 veces en 2011.
Los cárteles no deberían tenerlo tan fácil. La JIFE hizo del anhídrido acético uno de sus principales objetivos en 2001, pero México no quiso hacer lo mismo. Hasta diciembre de 2018, cuando el país finalmente lo puso en su lista de productos químicos de regulación más estricta, cualquiera que vendiera más de una tonelada métrica no necesitaba más que presentar un informe al gobierno una vez al año. Por debajo de esa cantidad, no había ningún requisito. Se supone que ahora el vendedor debe asegurarse de que los compradores sean legítimos (fábricas y laboratorios con una necesidad comprobada, por ejemplo), por cada venta mayor a un litro.
En dos entrevistas a principios de este año, Elvira Espinosa, quien encabeza la regulación de químicos para la fabricación de medicamentos como comisionada de autorización sanitaria de la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), defendió el historial del organismo. Indicó que las autoridades esperaron casi 18 años para reforzar el control del anhídrido acético porque consideraban que las regulaciones internacionales más estrictas eran innecesarias y demasiado costosas para las empresas. El cambio se produjo después de que los reguladores se dieran cuenta de que se estaban haciendo muchas ventas en cantidades pequeñas en México y que se necesitaba muy poco para elaborar drogas, dijo.
Pero para entonces, la producción de heroína mexicana ya había alcanzado su punto máximo, según estimaciones del gobierno de Estados Unidos. Desde el cambio en la regulación, ha sido más difícil de conseguir, pero no tanto.
El anhídrido acético se vende legalmente de dos maneras en México: en primer lugar, las fábricas, incluidas las que lo utilizan para fabricar filtros de cigarrillos, aspirinas y fragancias, compran cantidades industriales en camiones pipa o contenedores de mil litros; luego existe un boyante mercado minorista de envases mucho más pequeños en tiendas de suministros médicos, en línea y de distribuidores.
En términos de volumen, el mercado minorista es reducido comparado con las ventas industriales, pero sus pequeños envases sirven bien a la naturaleza de la industria artesanal de la producción de heroína. Minoristas y distribuidores dicen que las botellas y frascos de anhídrido acético de Avantor, presuntamente comercializados para su uso en laboratorios clínicos, son populares entre narcos y fáciles de conseguir. Es uno de los productos minoristas con más existencia para Avantor en México, según un inventario de la compañía visto por Bloomberg.
Miles de campesinos pobres de Guerrero cultivan amapolas al sur de la Sierra Madre Occidental. Comenzaron a hacerlo en la última década a instancias del cártel de Sinaloa y otros con sede más al norte, apunta Jorge Hernández Tinajero, quien encuestó a los agricultores para un estudio de 2018 publicado por la organización sin fines de lucro Transnational Institute. La heroína generalmente se manufactura en laboratorios pequeños e improvisados cerca de los campos de adormideras. Hernández descubrió que los comerciantes minoristas de Guerrero, la segunda región productora de heroína en México, normalmente almacenan anhídrido acético. Hablando bajo condición de anonimato, un minorista guerrerense que lo vende asegura que a los narcos les gusta en especial la marca J.T. Baker, de Avantor, por su reputación de alta pureza. Los distribuidores comentan que lo mismo ocurre en Sinaloa, la principal zona de cultivo.
Avantor, con oficinas centrales en Radnor, Pensilvania, compró J.T. Baker en 2010. Es difícil saber desde hace cuánto lo utilizan los narcos, pero a los pocos meses de esa adquisición, las fotos de un operativo del Ejército en tres narcolaboratorios de Guerrero mostraban a un soldado sosteniendo una bola de heroína del tamaño de un melón sobre una botella de cuatro litros de anhídrido acético J.T. Baker.
El precursor ha seguido apareciendo desde que entraron en vigor las restricciones a su venta de 2018, incluso en la redada de mayo de 2019 en Sinaloa que referimos al principio de este texto. Los cuatro garrafones dejados por los narcos llevaban la etiqueta de J.T. Baker, según las fotos que tomó la policía en el lugar.
En el primer aniversario de las regulaciones más estrictas de México, un reportero de Bloomberg compró sin trabas una botella de un litro de acético anhídrido J.T. Baker en Química Barley, una tienda de suministros médicos en Chilpancingo. El encargado se ofreció a conseguir un garrafón de 18 litros en tres días, solo pedía el pago por adelantado. Su tienda anunciaba J.T. Baker en su página de Facebook. La venta violó las nuevas regulaciones mexicanas, que exigen que los vendedores pidan constancia, como el registro federal de contribuyentes, de que los compradores son usuarios legítimos. Pero la observancia de su cumplimiento es tan débil, afirman los distribuidores, que las regulaciones carecen en gran medida de sentido.
Días después, el reportero concertó la compra de una cubeta de 18 litros de J.T. Baker a través de MercadoLibre. Cada cubeta puede producir 90 mil dosis de heroína blanca pura. Químicos IsaaQuim, un distribuidor en el área metropolitana de la Ciudad de México, lo vendió y entregó a nombre del reportero, sin preguntas, en un sitio de recolección de FedEx en Iguala. Esta ciudad guerrerense es sinónimo de corrupción vinculada al narcotráfico; en 2014 desaparecieron allí los 43 estudiantes de Ayotzinapa, presuntas víctimas de una masacre del narco.
Héctor Renedo, dueño de Químicos IsaaQuim, comentó que no sabía que las regulaciones habían cambiado y que no tuvo dificultades para obtener los garrafones de J.T. Baker para su venta en la operación mencionada.
Avantor tiene relaciones estrechas con distribuidores y minoristas selectos, empresas a las que llama ‘socios comerciales’, incluidas más de una veintena en México. El más grande es El Crisol, una cadena nacional de nueve tiendas de suministros de laboratorio. Francisco Cervantes, entonces director de ventas de la tienda insignia de El Crisol en la Ciudad de México, mencionó en una entrevista a principios de este año que la empresa sigue las regulaciones para la venta de botellas de Avantor, pero que hay “miles de pequeñas tiendas que no siguen las reglas y se lo venden a cualquiera, es un secreto a voces”. Uno de esos vendedores parece ser otro socio de Avantor, Científica Vela Quin. Durante una visita a la tienda en febrero, un ejecutivo de cuentas señaló que podía vender tanto como el cliente necesitara. “Puedes pedir un litro, 18 litros o 100 litros”, expuso, y agregó que no se necesitaba identificación. Entregó una cotización por escrito para envases de 1, 4 y 18 litros de anhídrido acético J.T. Baker. La empresa abastece a otros distribuidores en el país. En un comunicado, Científica Vela Quin dijo que cumple con la ley mexicana y vende solo a compradores autorizados.
A fines del año pasado, Avantor tenía más de 8 toneladas métricas de anhídrido acético en stock en México, listas para su distribución. Más del 86 por ciento estaba en garrafones de 18 litros, de acuerdo con un informe de inventario. La publicidad de la compañía especifica que el contenedor más grande es aún “lo suficientemente liviano para que lo cargue un operador”. No parecen tener códigos permanentes que los hagan rastreables, solo una etiqueta que se despega fácilmente.
Las cifras de ventas compartidas con Bloomberg muestran que la subsidiaria mexicana de la empresa vendió al menos 21 toneladas el año pasado, suficiente para llenar más de mil 200 garrafones.
Avantor informó que parte de eso se destinó a otros mercados en América Latina, pero se negó a decir cuánto. Las ventas totales fueron de 300 mil dólares.
Avantor reconoció que su negocio de anhídrido acético en México está organizado de una manera que, efectivamente,
queda sujeto solo a la jurisdicción mexicana. Añadió que adquiere el químico y “todos los materiales relacionados” en México y que “no se importa anhídrido acético a México de ninguna otra planta de Avantor” en el extranjero. También, que la cubeta de 18 litros, la más vendida, es un tamaño de contenedor común para químicos de laboratorio.
Avantor se dijo “comprometida a prevenir el desvío o el uso indebido de nuestros productos” y que cumple “plenamente con los requisitos de autorización y notificación de todos los organismos reguladores pertinentes. Revisamos periódicamente nuestras políticas y procedimientos para mantener la seguridad de nuestra cadena de suministro y estamos sujetos a auditorías de cumplimiento, incluso por parte de la Cofepris”. La ley mexicana no dispone que Avantor asuma la responsabilidad de los usuarios finales de sus productos que, según la empresa, recae exclusivamente en sus distribuidores y minoristas, u otros actores en la cadena de ventas. Dijo que sus contratos de venta contienen una cláusula antidesvío, que las autoridades mexicanas no habían expresado preocupación por los cambios de ruta del material y que no facilita las ventas no autorizadas vía comercio electrónico.
Avantor cotiza en la bolsa de Nueva York desde 2019, tiene como propietarios mayoritarios a la firma de capital privado New Mountain Capital y al banco de inversión Goldman Sachs Group, vende productos químicos para su uso en laboratorios, la industria farmacéutica y fabricantes especializados y su lema es “Ponemos la ciencia en movimiento para crear un mundo mejor”. Un exejecutivo, que habló bajo condición de anonimato, comentó que los directivos estadounidenses presionaron para aumentar las ventas mexicanas en 2018 antes del debut bursátil, la segunda oferta pública inicial más grande en Wall Street el año pasado. Avantor ofreció incentivos a los distribuidores, incluidos descuentos por pago anticipado, lo que ayudó a impulsar las ventas totales en México en más de un 20 por ciento, dijo el exejecutivo.
En vísperas de la salida a bolsa, Avantor también se convirtió en la única compañía estadounidense a la que las autoridades le bloquearon ventas internacionales de su anhídrido acético desde 2016 hasta 2018, según funcionarios involucrados y registros de la JIFE. Los intentos de venta en 2017 fueron a un comprador sospechoso en Emiratos Árabes Unidos, considerado por el gobierno estadounidense como un centro para los traficantes afganos de heroína.
El precio es quizás el mejor indicador del fácil acceso de la sustancia química en México. En Afganistán, el principal productor de heroína del mundo, poseer cualquier cantidad es un delito y solo está disponible en el mercado negro.
Los precios allí han llegado a unos 8 mil 680 pesos por litro, según la ONU. En México, la cubeta de Avantor le costó al reportero de Bloomberg menos de 400 pesos el litro.
Ni los garrafones ni las botellas podrían haber sido suficientes para saciar la sed de anhídrido acético de los cárteles, especialmente luego de que los ‘cocineros’ de metanfetamina lo descubrieron. Han tenido que echar mano del abastecimiento industrial de México.
Debido a que no hay procesos judiciales por el desvío del precursor químico, es difícil saber cómo los cárteles han comprado cantidades tan grandes. Pero las mismas dos empresas químicas estadounidenses que dominan la venta industrial de anhídrido acético a nivel mundial, también lo hacen en México, según distribuidores, la JIFE y datos del mercado. Son Celanese (con sede en Texas) y Eastman Chemical (con sede en Tennessee).
Celanese, por sí sola, ha convertido a México en uno de los principales productores mundiales de anhídrido acético. Suyos fueron la mayor parte de los 285 millones de litros que exportó el país el año pasado. Su planta en el estado de Veracruz concentra al menos el 97 por ciento de la capacidad de producción de México, según la consultora Tecnon OrbiChem. Los reguladores mexicanos y Celanese se negaron a divulgar cuánto vendió la empresa en México. Celanese también se negó a hablar sobre sus prácticas de ventas o sus clientes en el país, pero dijo que pone “el mismo cuidado y prudencia con el anhídrido acético que con todos nuestros productos regulados”. Celanese señaló que acata todas las leyes aplicables y que utiliza la mayor parte de su anhídrido acético internamente para fabricar filtros de cigarrillos, su principal fuente de ingresos a nivel mundial a través de ventas a prácticamente todas las principales tabacaleras del mundo.
Eastman, por su parte, domina las exportaciones a México para clientes industriales.
Clark Jordan, vicepresidente de Eastman y jefe de cumplimiento regulatorio, dice que la compañía tiene especial cuidado con las ventas de sustancias químicas precursoras en México. Pero un distribuidor mexicano que vende anhídrido acético de Eastman señaló que las verificaciones que hace la compañía se limitan a pedir una licencia de Cofepris, y hasta donde sabe, su empresa nunca ha sido inspeccionada ni auditada por la dependencia.
Rolando Hernández, quien preside un comité de los principales distribuidores del país en el seno de la ANIQ, señala que la industria química está plagada de empresas de dudosa reputación que no hacen lo suficiente para evitar que los productos químicos lleguen a los narcos. Abrir una distribuidora de productos químicos en México requiere poco más que llenar un formulario y tener una dirección física, dice, y el gobierno hace poco para supervisar a las empresas. La ANIQ lleva años demandando una supervisión más estricta, temiendo que un escándalo pueda convertir a la industria química mexicana en un paria global.
La ANIQ ha intentado que los distribuidores se comprometan con un código de conducta consistente con las leyes internacionales sobre drogas, pero solo una docena lo ha firmado. Para determinar cuántos distribuidores operan en el país, la ANIQ tuvo que realizar un estudio e identificó 350. Los directorios por suscripción enumeran alrededor de 40 que anuncian específicamente la comercialización de anhídrido acético. Uno de los distribuidores le dijo a un periodista que no era buena idea llamar por teléfono. “Si estás investigando este tipo de cosas y llamas a la empresa equivocada, te preguntarán quién eres y por qué estás investigando cosas que no son de tu incumbencia”, dijo.
La metilamina está estrictamente regulada en México, al menos en el papel. Es una sustancia química altamente especializada que se utiliza como componente básico de otros compuestos. Tóxica y con olor a pescado podrido, se puede emplear para fabricar pesticidas. Celanese fue su único fabricante en México.
Los ladrones que se apoderaron de las pipas de Celanese superaron a escoltas desarmados y otras medidas de seguridad, según varios exempleados y otras personas familiarizadas con los robos que pidieron no ser identificadas. De acuerdo con una fuente familiarizada con una investigación interna, al menos un empleado pasaba al narco información con los detalles de los envíos del material. Grupos armados les cerraban el camino a los camiones cisterna, usualmente en el mismo lugar, bloqueaban las señales de teléfonos celulares y dispositivos de rastreo y usaban gas comprimido para bombear el producto químico, tal como lo hacen las fábricas.
En el caso de la monometilamina o MMA producida en Estados Unidos, las leyes federales establecen que la principal obligación de una empresa estadounidense es salvaguardar eficazmente la sustancia química contra robos u otros desvíos, e informar inmediatamente las pérdidas al Departamento de Justicia. En 2015, un competidor de Celanese, Taminco, se declaró culpable de cargos penales federales por no reportar que barriles llenos de MMA fabricados en una planta en Florida fueron desviados por presuntos narcos tras ser exportados a México en marzo de 2010, según registros judiciales.
Cuando Bloomberg inquirió sobre los robos, Celanese respondió con dos declaraciones, una el 6 de agosto y otra el 20 de agosto. En la primera, la compañía dijo que las pipas con MMA fueron robadas en tres incidentes separados, lo que coincidió con lo que las fuentes habían comunicado a Bloomberg.
En la segunda declaración, dos semanas después, Celanese mencionó que solo hubo dos secuestros y un tercero se vio frustrado por medidas de seguridad mejoradas.
La compañía declinó detallar cuántos camiones o cuánto MMA se perdió, pero recalcó que los narcos dejaron una parte no especificada en un camión que se recuperó.
Celanese anunció el cierre de la producción mexicana de MMA en un comunicado de julio de 2016, sin mencionar los secuestros. En respuesta a las preguntas para este artículo, la compañía comentó que los ejecutivos de México y Estados Unidos “evaluaron cuidadosamente la situación a lo largo de este tiempo y determinaron que, a la luz de los acontecimientos, no era consistente con nuestros valores corporativos estar asociados con la situación o poner en peligro a nuestros empleados o nuestra reputación”. También apuntó que siguió todas las leyes y regulaciones aplicables.
Los asesores de seguridad de Celanese creían que el químico terminó en manos del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), dicen dos fuentes bien informadas en el tema. En 2016, el CJNG estableció un centro de distribución de metanfetamina en Dallas, que operaba en un concesionario de autos usados en el barrio de Oak Cliff, según una acusación federal. La metanfetamina líquida ingresaba de contrabando a través de la frontera y se cristalizaba en casas convertidas en laboratorios. El grupo traficaba miles de kilogramos al año. Nueve acusados ya se han declarado culpables, uno está en espera de juicio y dos más están prófugos.
El año en que el CJNG llegó a Dallas, el consumo de metanfetamina en la ciudad, y en el estado de Texas en general, alcanzó una ‘epidemia silenciosa’, en palabras de Jane Maxwell, experta en salud pública y profesora de la Universidad de Texas. Eclipsó a los opioides y a todos los demás estupefacientes en los indicadores de abuso, incluidas las sobredosis y las admisiones de rehabilitación. Su mayor producción en la última década ha quintuplicado las muertes por sobredosis de heroína y cuadruplicado las muertes por metanfetamina en Estados Unidos entre 2010 y 2017. Es difícil imaginar qué impacto podría estar teniendo la pandemia de COVID-19, dada la abundancia de sustancias químicas clave dentro de México. En agosto, la policía de Sinaloa aseguró 65 toneladas de sustancias químicas para la elaboración de metanfetamina en un laboratorio clandestino. El problema de las drogas en Estados Unidos no va a desaparecer.
Es difícil encontrar dos lugares más afectados que las propias comunidades donde Celanese y Avantor tienen su sede. Dallas, la base de la primera, todavía está inundada de metanfetamina mexicana, incluso después de que las autoridades disolvieron la red del CJNG en 2017. La agencia antidrogas de EU (DEA) ha declarado a la metanfetamina como la mayor amenaza en Dallas y Houston. El problema también está creciendo a nivel nacional.
La sede de Avantor se encuentra a unos 24 kilómetros al noroeste del vecindario de Kensington, en Filadelfia, calificado por las autoridades como el mercado de heroína en exteriores más grande de la costa este. Se dice que la ciudad está sufriendo la peor crisis urbana de opioides del país. Las muertes por sobredosis en Filadelfia alcanzaron un máximo histórico de más de mil 200 en 2017. Ese año, en el 97 por ciento de los condados del estado hubo decomisos de heroína. La DEA advierte que la droga que se vende en las calles de Filadelfia es la más pura y barata que la agencia ha examinado en todo el país.
Con la colaboración de: Isabella Cota y Lorena Ríos/