Hasta ayer "Alberto" era clasificado por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos como tormenta tropical sobre el Golfo de México, que traería fuertes lluvias y vientos a Nuevo León y otras entidades.
Sin embargo, una combinación de factores (aumento de la temperatura del mar, entrada continua de aire frío, presencia súbita de vientos, entre otros) puede transformar al fenómeno y cambiar el destino de poblaciones. Nuevo León sabe de esto.
El Cronista Carlos González Rodríguez habla de este antiguo pavor por las grandes aguas.
"Hace muchos años había gente en San Pedro que, ante los gruesos nubarrones, salían al patio o a los sembradíos a 'partir la tormenta' blandiendo un machete al aire. Claro, mera superstición, pero que nos habla del temor al viento huracanado, al trueno o a la gran cantidad de agua que caería.
"El viento, el rayo y la lluvia les parecía algo sobrenatural, un castigo de la naturaleza, por lo que había rezos a los santos para que lloviera y, paradójicamente, para que no lloviera".
El deseo de ver llenos sus ríos y presas y, a la vez, el miedo a la lluvia pareciera ser parte del regiomontano.
Y es que la devastación provocada por las grandes aguas ha quedado registrada en la historia: así fue la de 1611, que obligó a los primeros pobladores, tras desaparecer la mitad de la aldea, a alejarse de los Ojos de Agua de Santa Lucía y mudarse a lo que hoy es la Plaza Zaragoza.
Hay registros de inundaciones en los años 1636, 1642, 1644, 1648, 1775, 1825 y 1881.
Así es, Nuevo Leon resilente, el que padece cada ciclo las mismas penas y cada vez con peores consecuencias sin hacer nada para cambiar mas que apelar a su gran resilencia y por supuesto, grandes ocurrencias.
ResponderBorrar