A finales de 2014, cuando la debacle apenas
comenzaba (unos días antes había pasado la desaparición de los 43 normalistas
de Ayotzinapa y la revelación de la “casa blanca” del la esposa del Presidente)
Peña Nieto lanzó un decálogo para la seguridad que ha quedado entre el olvido y
el incumplimiento, pero que entre otras cosas marcó como objetivos prioritarios
a algunos estados: Guerrero, Michoacán, Tamaulipas y Jalisco.
No pasó gran cosa,
salvo el operativo Jalisco el 1 de mayo de 2015 que fue notorio y tristemente
célebre por la respuesta del Cartel de Jalisco Nueva Generación que incendió el
estado, derribó un helicóptero y no se logró (no se ha logrado aún) la captura
del objetivo.
La nueva estrategia, anunciada en el marco
del Informe que no será, ya no es por estado sino por municipios, y contempla
los cincuenta con mayor número de homicidios (concentran 44 por ciento del
total de muertes dolosas del país) como objetivo prioritario. En el famoso
decálogo 2014 el punto uno era justamente hacer una reforma que permitiera al
gobierno federal tomar el control de las policías municipales en aquellos
lugares en los que el crimen organizado hubiese infiltrado los mandos político
o policiales (como si los mandos federales fueran angelicales guardianes del
orden, pero ese es otro tema). Esa reforma duerme en el mismo cajón que la del
Mando Único, que era el punto tres de la reforma.
Si revisamos los cincuenta municipios hay
algunos que por supuesto no nos sorprenden. Acapulco sigue en el primer sitio y
Tijuana, Culiacán y Juárez son los que siguen en la parte alta de la lista.
Digamos que hasta ahí ninguna novedad. Lo nuevo es que aparecen municipios como
Manzanillo y Tecomán, en Colima; Irapuato y Celaya, en Guanajuato; toda la zona
metropolitana de Guadalajara, y algunas delegaciones de la ciudad de México que
hasta hace unos años estaban en aparente paz. Va a ser muy complicado que el
gobierno federal pueda hacer algo en estos municipios si no hay previamente un
intento por entender qué pasa en cada una de estas regiones.
Lo que une a Guadalajara con los municipios
de Colima y con Culiacán, por ejemplo, es una guerra por el control de la
plaza. Una buena parta de esos muertos están vinculados a esa guerra. Pero
sería una error atribuir todos los muertos a una sola causa. Hay por lo menos
tres categorías distintas en la violencia de cada una de los 50 municipios: los
que tiene que ver con las grande batallas por el control de las rutas de la droga;
las batallas por el control territorial, que tiene que ver con una lógica mucho
más de arraigo local en las que participan las policías locales; y los
vinculados al usuario final, sean consumidores de droga, ladrones de
autopartes, relojes, conejeros, etcétera. Mientras no se haga una verdadera
categorización de la violencia da igual quién persiga el delito, seguiremos
dando palos de ciego, pues la estrategia para combatir el crimen organizado es
muy distinta a la estrategia para perseguir el narcomenudeo.
Habrá que esperar detalles del plan y sobre
todo el arranque para ver si efectivamente se trata de una nueva visión en
seguridad pública o si es simplemente un gobierno federal centralista,
imponiendo su norma y su ley que, en no pocas ocasiones, resulta
contraproducente.
Fuente.-
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